Conferencia de Julio César Forcat pronunciada el 21 de noviembre de 2014 en la Asociación Bancaria de Catamarca, invitado por la diputada nacional Myriam Juárez con la asistencia de representantes de la CGT de la provincia de Catamarca. Conferencia que se repitió en la Biblioteca Julio Herrera de Catamarca el 2 de diciembre del mismo año con la presencia del Diputado Provincial Dr. Rubén Manzi y representantes de la Cámara de Diputados de Catamarca.
Existen numerosas y relevantes razones para dar una charla-debate sobre el espionaje en la Argentina. Considerando que el espionaje estatal es el sistema de represión del Estado más perfecto, sutil y sofisticado, es obvio que ejerce una poderosa influencia en la política, en la sociedad y en la cultura. El espionaje más que un tema es un problema porque en todos sus aspectos contiene ángulos contradictorios. Por ejemplo: si bien se supone que la función del espionaje consiste en garantizar la seguridad nacional y dar protección al ciudadano, en la práctica el espionaje es un factor más de inseguridad, porque persigue a los opositores al gobierno y a los disidentes y en lugar de combatir a las organizaciones criminales negocia con éstas dentro de una relación estratégica de fuerzas.[1]
Es importante estudiar el problema del espionaje porque, cuando actúa al margen de la ley 25.520 de Inteligencia Nacional y sin control, tiende a aumentar ilimitadamente su poder, amenaza a las instituciones democráticas y convierte a la república en una dictadura. Se infiltra en las instituciones y las desestabiliza. La Nación utiliza al espionaje para mantener a las provincias sometidas al poder central. Al hacerlo, lesiona los principios del federalismo y la autonomía de las provincias. Es importante dilucidar el problema del espionaje en la Argentina porque no solo espía, vigila y hostiga a los que critican al Gobierno, sino que también amenaza la integridad física de las personas. La utilización política del espionaje es un signo evidente de la dictadura. El impacto del espionaje en la cultura es silencioso pero demoledor, como veremos más adelante.
Un velo de silencio y de temor cubre como una niebla fantasmal los contornos de una organización secreta que actúa fuera de la ley, pero que está sentada al lado de Presidencia de la Nación. Semejante a la casa de Usher en el cuento de Edgar Allan Poe, está rodeada de pantanos, por los “pantanos” del tabú y del terrorismo de Estado y muy pocos se atreven a criticarla.
Espero que mi conferencia sirva para descorrer el velo que la mantiene oculta y podamos ver el lúgubre edificio donde habita el Minotauro, convertido ahora en el Hermano Mayor, un monstruo ávido del poder que da la información, que vive de la información y que conspira constantemente para obtener más información sobre los 40.000.000 de argentinos. Sería un gran mérito de esta charla si por su intermedio se pudiera promover el análisis de la organización de espionaje en los planes de estudio de Ciencias Sociales, Ciencias Políticas y Ciencias Jurídicas y que algún estudiante de estas carreras se decidiera a escribir una tesis doctoral sobre la así llamada “institución” de espionaje.
Actualmente se escuchan en todo el mundo críticas muy violentas contra las actividades del espionaje. En esta ocasión me referiré solamente al espionaje en la Argentina. Las críticas contra el espionaje surgen casi siempre desde la perspectiva de la política, porque son los dirigentes políticos quienes ven amenazado el éxito de sus planes debido a la invasión de las agencias de espionaje. Muy rara vez la crítica contra el espionaje se refiere al impacto social y cultural que produce la vigilancia masiva del ciudadano por parte de una agencia de inteligencia que actúa en las sombras del anonimato y casi siempre con total impunidad. Sin embargo, la influencia que ejercen las tareas de inteligencia en la sociedad y en la cultura (cuando son ilegales y no están autorizadas por el Poder Judicial) tienen una magnitud y una gravedad mucho mayor que en el orden político. Medir las consecuencias de la vigilancia masiva del espionaje en la sociedad y en la cultura podría ser uno de los ejes de una investigación académica.
Según Paul Ricoeur la novela es un modelo válido para comprender las situaciones históricas. 1984, de Orwell, refleja la angustiosa situación de los ciudadanos sometidos a la vigilancia estatal. Un mundo feliz, de Huxley, y Fahrenheit 451, de Bradbury, presentan al lector el espectáculo aterrador de una sociedad programada y controlada hasta en sus más mínimos detalles por un Estado totalitario. Estas tres anti-utopías despiertan un saludable terror catártico en quien las lee. El lector de estas obras nunca querrá que el alucinante mundo reflejado en ellas se convierta en realidad o luchará para impedirlo. Lamentablemente, desde hace muchos años, al menos desde que aparatos electrónicos permiten captar todas las comunicaciones, nuestra sociedad se parece cada vez más a la sociedad descripta en esas tres antípodas de la utopía y es, incluso, un fiel reflejo de éstas.
Ejercer una crítica sobre el sistema de espionaje en la Argentina es un medio de proteger la democracia, las instituciones de la república y, por ende, la cultura, ante ataques subrepticios que van dirigidos no sólo contra opositores a un régimen o contra disidentes sino contra el pueblo en su conjunto. El tema que desarrollo en esta conferencia es transversal y no se requiere una preparación especial para abordarlo. Destaco sin embargo que no puede tratarse de una manera improvisada. Mi aproximación a este tema-problema no es improvisada en absoluto, como puede comprobarse consultando la bibliografía anexa.
Según investigaciones de etnólogos, con quienes estudié durante varios años en Munich, Alemania, los profesores Otto Zerries y Hanns Prem, la mirada del etnólogo aplicada al estudio de civilizaciones antiguas, pre-modernas, causa su aculturación a diversos niveles e incluso su extinción en numerosos casos. La simple observación minuciosa de las costumbres, de la cosmovisión, de los utensilios, de la vestimenta, de la arquitectura y de la organización social de comunidades primordiales produce una grave alteración de éstas y podría destruirlas. Las comunidades antiguas, las tribus, se basan, tienen su fundamento, en premisas que consideran absolutamente auto-evidentes, que no necesitan demostración y que no pueden ponerse en duda. Pero la mirada del etnólogo que las analiza representa un cuestionamiento de esas premisas y puede por lo tanto causar la disgregación o una grave pérdida de la identidad cultural en éstas. Análogamente, de un modo paralelo, la mirada del espionaje dirigida indiscriminadamente a nuestra sociedad produce la perturbación profunda del núcleo cultural en que se basa e inhibe con una magnitud difícil de calcular, la gestación de la obra cultural. La mirada del etnólogo, al igual que la mirada del espía, cosifica, convierte en objeto a las personas, con lo cual las despoja de su esencia humana y las inhabilita parcialmente para la creación social o cultural. Jean-Paul Sartre en su reflexión sobre la mirada incluida en su obra El ser y la Nada analiza de una manera insuperable la situación del ser humano sometido al poder de la mirada y destaca su capacidad de convertirlo en objeto. Atrapado en el panóptico policial, el ciudadano es solamente objeto de información, nunca sujeto de comunicación El rayo de luz de los reflectores policiales, al invadir el ámbito privado de las personas, destruye la espontaneidad de sus creaciones sociales y culturales y altera o destruye por completo sus posibilidades creativas más elevadas. Sin el respeto de la privacidad no puede existir la cultura. La cultura se gesta en la íntima oscuridad de lo increado, en cuyo interior se abre el delicado y sutil capullo de la creación. Los jefes del espionaje deberían tener en cuenta estas reflexiones y tomar conciencia del inmenso daño que causan sus masivas observaciones y limitar sus investigaciones estrictamente a los casos autorizados expresamente por la justicia. La afirmación de que el espionaje es un puñal clavado en el corazón de la cultura se justifica plenamente en tanto el espionaje trasciende los límites que fija la ley 25.520 de Inteligencia Nacional. No existe en la Argentina ninguna institución ante la cual el ciudadano pueda recurrir para obtener amparo si sus derechos no son respetados por la entidad de espionaje. Ni la Justicia ni la Comisión Bicameral de Control de las Actividades de Inteligencia ofrecen ningún tipo de protección contra las invasiones del espionaje en la vida privada de las personas. Se podría decir que el espionaje “coloniza” a la sociedad entera apoderándose de todos los datos que le son de utilidad para después poder explotarlos según su conveniencia.
Analicemos la afirmación del periodista de investigación Gerardo Young: Cualquiera puede estar en los archivos de la SIDE.[2]
Esta manifestación tiene vigencia y actualidad hasta el día de hoy. Esto significa que virtualmente los 40.000.000 de argentinos son presidiarios de las cárceles invisibles y secretas de la “inteligencia”. Las consecuencias de este estado de cosas son incalculables y se ramifican de un modo infinito en todos los ámbitos de la sociedad y de la cultura. No es necesario que las víctimas de esta vigilancia sean conscientes de que son espiados. Tampoco es necesario que sean efectivamente espiados: aún de un modo inconsciente, acusan el impacto de la vigilancia y se auto-reprimen, se auto-censuran y se privan de ser verdaderamente libres. Mientras exista un sistema de espionaje que pueda arbitrariamente vigilar y espiar a cualquier ciudadano sin orden judicial, no existirá la democracia e imperará en la sociedad una nueva Inquisición habilitada para ejercer una vigilancia total y obsesiva y perseguir a los opositores, a los disidentes y a los heterodoxos. La ley 25.520 de Inteligencia Nacional pone, teóricamente, límites a las atribuciones del espionaje y declara en el Título II, artículos 3, 4 y 5:
TÍTULO II: Protección de los Derechos y Garantías de los habitantes de la Nación
ARTÍCULO 3.- El funcionamiento del Sistema de Inteligencia Nacional deberá ajustarse estrictamente a las previsiones contenidas en la primera parte Capítulos I y II de la Constitución Nacional y en las normas legales y reglamentarias vigentes.
ARTÍCULO 4.- Ningún organismo de inteligencia podrá:
1. Realizar tareas represivas, poseer facultades compulsivas, cumplir, por sí, funciones policiales ni de investigación criminal, salvo ante requerimiento específico realizado por autoridad judicial competente en el marco de una causa concreta sometida a su jurisdicción, o que se encuentre, para ello, autorizado por ley.
2. Obtener información, producir inteligencia o almacenar datos sobre personas, por el solo hecho de su raza, fe religiosa, acciones privadas, u opinión política, o de adhesión o pertenencia a organizaciones partidarias, sociales, sindicales, comunitarias, cooperativas, asistenciales, culturales o laborales, así como por la actividad lícita que desarrollen en cualquier esfera de acción.
3. Influir de cualquier modo en la situación institucional, política, militar, policial, social y económica del país, en su política exterior, en la vida interna de los partidos políticos legalmente constituidos, en la opinión pública, en personas, en medios de difusión o en asociaciones o agrupaciones legales de cualquier tipo.
4. Revelar o divulgar cualquier tipo de información adquirida en ejercicio de sus funciones relativa a cualquier habitante o a personas jurídicas, ya sean públicas o privadas, salvo que mediare orden o dispensa judicial.
ARTÍCULO 5°.Las comunicaciones telefónicas, postales, de telégrafo o facsímil o cualquier otro sistema de envío de objetos o transmisión de imágenes, voces o paquetes de datos, así como cualquier tipo de información, archivos, registros y/o documentos privados o de entrada o lectura no autorizada o no accesible al público, son inviolables en todo el ámbito de la República Argentina, excepto cuando mediare orden o dispensa judicial en sentido contrario.
En la práctica, ninguna de las normas establecidas por la ley es respetada por el organismo de espionaje. No existe tampoco ninguna entidad capaz de controlar efectivamente las actividades del espionaje. Sin embargo, según constata H. Halperin, la falla en controlar a los organismos de inteligencia tiene consecuencias mucho más catastróficas para una nación que todas las otras fallas en las políticas.[3]
Es necesario reformar la ley de Inteligencia Nacional para impedir que la entidad de espionaje sea utilizada con arbitrariedad, generalmente con fines políticos.
Actualmente, y a pesar de todas las apariencias, la Argentina es una copia casi perfecta de la monstruosa sociedad que describen Orwell, Bradbury y Huxley en sus obras.
[1] Brodeur, Jean-Paul; Las caras de la policía; pág. 253; Prometeo, Buenos Aires; 2011.
2 Young: Op.Cit.
3 Ugarte, José Manuel; “Control público de las actividades de inteligencia: Europa y América Latina: una visión comparativa”; www.fas.org/irp/world/argentina/ugarte2.hotml; noviembre del 2002..
Licenciado
Julio César Forcat
jcforcat@gmail.com
Es bien cierto que por ser el espionaje un ente invisible actúa como presencia que nos acecha. Produce una auto represión en los que se encuentran supuestamente “bajo la mira”. La mayoría de los pobladores no nos sentimos tan importantes como para creer que los servicios de Inteligencia se están ocupando de nosotros. Sin embargo los 70´ en la Argentina pusieron en evidencia que los mismos pobladores hacían de espías no siempre por convicción sino por sentirse amenazados a ser considerados cómplices. El estado y los medios siembran psicosis e instan a la población civil a actuar como denunciantes. Si la población civil entendiera que los medios oficiales tergiversan la realidad para lograr sus propósitos, muchas muertes y desapariciones forzadas podrían haberse evitado. Hay que dudar de los propósitos de los políticos y sus secuaces. Tal vez en esa duda radique la verdadera libertad del individuo.
Los espias no son solo ciecias ficción en realiadad existen y son de terror!!