Difícil de entender al intendente comunal, cuando disputa centésimas de porcentaje en la negociación en los haberes de los trabajadores municipales, mientras que ha triplicado sus propios ingresos cuando saltó sin cumplir su mandato de la Cámara de Diputados de la Nación a la intendencia de nuestra ciudad, en ambos casos votado por la ciudadanía.
Los resultados de las políticas de seguridad están a la vista, bajo cualquier prisma que se los observe. Declaraciones de ocasión se han manifestado recíprocamente en tonos súper amables como corresponde y de contenidos laudatorios. Así han enfrentado su relación en esta nueva etapa de funcionarios públicos prestando servicios en el Estado.
Ya coincidieron en sus respectivos cargos entre 2011 y 2015, en el Ministerio de Seguridad de la Nación, Sergio Berni, y ministro de Justicia y Seguridad de CABA, Guillermo Montenegro.
Ayer Montenegro se exhibió escindido de la actividad política y hasta con algún mohín de rechazo hacia la misma, y coronó con su típico apego a los marplatenses. Diríamos que no va por ahí el tema o la manera adecuado de plantearlo.
Montenegro llegó a la intendencia de General Pueyrredon asistido políticamente por la ex gobernadora Vidal y económicamente por la Secretaria de Medios Públicos de la Provincia.
Quien lo financió Mariano Mohadeb, pasó a revestir como titular de la Casa de Mar del Plata en la ciudad de Buenos Aires y en la actualidad forma parte del cuerpo de asesores del diputado provincial Fabián Perechodnik, ex secretario General de la Gobernación de María Eugenia Vidal, que dejó de ser el jefe de campaña de Scioli presidente 2015, cuando perdió las elecciones a manos de Mauricio Macri.
Montenegro quien se ofrecía en los aeropuertos como postulante a la intendencia de General Pueyrredón, lo hacía con su condición de marplatense natal, un requisito no excluyente pero simpático, entrador digamos, había que venderlo y consiguieron hacerlo exitosamente.
Una fuente altamente calificada y confiable, señaló a Alejandro Rabinovich como promotor de la llegada a Montenegro a la gobernación de la Provincia de Buenos Aires, luego de usar como trampolín a Mar del Plata, un ¿ave de paso?, que busca su salida tal vez, pero que algo le salió mal, no exhibe gestión suficiente ni de calidad.
Montenegro tiene una prolífica foja de servicios importantes, fiscal y juez federal, legislador nacional, candidato frustrado a intendente de San Isidro en 2015 (su lugar en el mundo según sus propias declaraciones) embajador argentino en Uruguay e integrante del estudio jurídico de Esteban Righi, en la actividad privada.
Así como dice que no está en la actividad política partidaria o en general, tomó parte desde su cargo de intendente municipal de las elecciones de la UTGHRA, de la interna del PJ (apoyando a Manino Iriart con logística comunal) y últimamente en la elección del Colegio de Abogados, donde estuvo a punto de hacerle perder las elecciones al oficialismo que lidera Maximiliano Abad, su ladero político.
No es toda la verdad lo que dice Montenegro, pero goza de un blindaje profesional que lo exime de sus reiterados errores, cuando tiene que trascender a sus videos coucheados que inundan las redes sociales, con contenidos vacíos y desvergonzados.
En plena negociación por decimas de porcentaje de la actualización salarial con el STM, no resulta en vano recordar que al dejar la banca de diputado nacional para la cual fue votado, cuando asumió como intendente triplicó sus ingresos, que se generan a través de la recaudación de los contribuyentes marplatenses, a los cuales le cuesta mucho ”laburo” (como le apasiona decir en ese touche humilde del cual carece) pagar tasas por servicios que ya no presta la MGP y que son de su exclusiva responsabilidad.
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