Ante el inminente cambio de horario, algunos sectores de la ciudad, en particular relacionados con la gastronomía, han iniciado gestiones intentando que Mar del Plata, dentro de la provincia de Buenos Aires, sea una excepción y mantenga el huso horario actual.
Tales sectores argumentan, en base a sus experiencias de la pasada temporada, que, con una hora más de sol, la gente permanecerá en las arenas y, con ello, no concurrirá a los restaurantes, pizzerías y bares, en detrimento de la recaudación de esas prestaciones nocturnas, al menos en el “primer turno”.
Y que por la fatiga producto de un día intenso de playa y mar, temen que suspendan o retaceen sus salidas nocturnas, en espera de un -no deseado- día de mal tiempo no apto para la playa.
En igual sentido se expresan, también, algunos empresarios de espectáculos que se verían forzados a eliminar las “matinée” y postergar el horario del inicio de la “primera función”, haciendo casi imposible la puesta de una “trasnoche”.
Analicemos, dijo Lemos
Todas las investigaciones del comportamiento de la demanda turística veraniega indican que el atractivo dominante y razón de ser de las presencias turísticas es el uso intensivo del “recurso playa” en ofertas como Mar del Plata (y con ella el resto de la costa atlántica).
Tanto, que este escriba ha participado en estudios destinados a determinar, cada temporada, el “costo” de una hora de sol.
Para ello, en una estancia promedio de siete días, se contabilizan, por persona, los gastos de traslado, alojamiento y alimentación (gasto promedio “per capita” que suelen informar los Departamentos de Estadísticas de los entes oficiales de Turismo).
Por otra parte, se analiza en el mismo período considerado, el clima acaecido (horas diarias de sol o resolana, sin vientos que superen los 30 km/h, con una temperatura superior a los 18º o sensación térmica equivalente).
Los costos mencionados, divididos por las “horas de sol”, dan como resultado el llamado “costo de la hora de sol” que, por ejemplo, suele ser menor en enero que en febrero (mes habitualmente más inestable) o en el mismísimo marzo, no casualmente denominado “el mes dorado”.
Tal vez, en forma inconciente, el turista medio percibe ese “costo” y reniega (o se regocija) cuando ha podido (o no) pasar más horas en las arenas durante su estancia en el destino elegido para sus vacaciones estivales.
Siendo así (y lo es), que el cambio horario permita prolongar la estadía en las arenas hasta casi entrada la noche, es, sin duda alguna, un apreciable beneficio que, promocionalmente, debiera ser utilizado en términos de “esta temporada más horas de playa”, “más horas de disfrute del sol y del mar”.
Que algunos sectores de la oferta, especialmente gastronómica, puedan sentirse perjudicados (como ya lo han expresado), obliga a aplicar conceptos modernos de análisis de “costo-beneficio” en la economía global de toda una comunidad y no, solamente, de un sector, que respecto a su aporte al incremente del Producto Bruto Interno (PBI) generado por la actividad turística es minoritario.
Situación que obligará al sector presuntamente afectado a desarrollar una mayor creatividad, incrementando, implementando o mejorando sus servicios de delivery y catering, con prestación de personal a domicilio (habituales en destinos turísticos del mundo actual), replanteando sus prestaciones con medidas de marketing estratégico, condicionadas a los cambios estructurales de la demanda.
Demanda que proviene, precisamente, de un usuario, el turista, a quien a todas luces (de más sol), el cambio horario lo beneficia, ya que le permite reducir el costo de la hora de sol en la playa. Disfrutando de las arenas que es, en definitiva, la razón de ser mayoritaria de su presencia en nuestros destinos turísticos, no de casualidad, llamados “balnearios”.
Por otra parte, y no menos importante, los cientos de miles de marplatenses podrán, en días de semana, salir del trabajo y disfrutar, junto a sus familias, de algunas horitas de playa y sol, compartiendo nuestras arenas con los visitantes. Esas arenas y ese mar que son nuestro rico patrimonio colectivo.
Tenemos amigos gastronómicos a quienes estas consideraciones podrán caerles como un “locro pulsudo” a una úlcera de duodeno.
Lo lamentamos.
Pero “con la verdad, no ofendo ni temo” (José Gervasio de Artigas).
Quelevachaché.
Por Lucho Martínez Tecco
Estoy completamente de acuerdo con quien escribe esta nota. La decisión de no cambiar la hora es la mayor burrada que se ha cometido (y eso que se han cometido muchas…)
Ya sería hora de hacerles entender al sector de los gastronómicos que no son los dueños de la ciudad, sino que los “dueños” somos todos los que vivimos en Mar del Plata, y los que quieren disfrutar del verano en la feliz.
Lucho: felicitaciones por el artículo, excelente!! Es la primera vez que leo algo coherente e inteligente sobre el tema del cambio de horario.
Como Lic en turismo residente en esta ciudad me apena no contar con un empresariado y grupo político con voluntad de planear otras alternativas de promoción y difusión utilizando nuestro recurso clave en verano: la playa.
Será que no tenemos ganas de sentarnos, intercambiar opiniones y “buscarle la vuelta” y la alternativa positiva a diversas situaciones como la que planteas? Me aterra pensar que siempre optamos por el facilismo, la visión a corto plazo y por supuesto el estar en contra de toda idea que venga del partido opositor…porque no me cabe duda que si la propuesta hubera venido de “otro” partido político no habría tanta negación…hay que saber diferenciar!
Lei tu nota excelente, somos muchos los que pensamos asi que por el lobby feroz nuestras voces se ven apagadas. Es una lastima en miramar muchas playas se ven ensombrecidas por los edificios y este cambio la beneficiaba.
Estoy de acuerdo. Ademas la gente si no lo gasta en un restaurant lo gastara en otro lugar. Es una simple puja por la tajada del pastel.
grcias por los comenrarios.Es bueno saber que algo que uno piensa y escribe, es compartido.
Mariangeles:y como profesional del turismo, el tema te llega muy de cerca,no?
abrazos