No podemos desconocer que holgazanería y vagancia van siempre de la mano y figuran, como un patético karma desde los orígenes de nuestra historia. Leamos a Sarmiento y comprobaremos esta aseveración en su dimensión verdadera. EDUCAR AL SOBERANO era su premisa y hacia ella apuntó desde los albores de su carrera política. Es que él veía en la ignorancia del pueblo la manera más clara de dominación por parte de muchos caudillos. Luchó y logró, en gran parte, su objetivo.
Hacia la década del ’40 en pleno siglo XX la instrucción pública había alcanzado un grado avanzado de evolución y nuestras escuelas eran ejemplo en América y el mundo. Pero subsistían en los políticos muchas formas de comprar voluntades que se acentuaron notoriamente con el régimen populista impuesto por Perón que, frente a tanto facilismo logró captar esas masas con las que obtuvo un persistente éxito. El acompañamiento de la casi totalidad del sindicalismo unido al acercamiento de otros dirigentes de distintas fuerzas que se unieron a ese cuasi proyecto nacional, llevaron a tejer una maraña de acuerdos y pactos espurios que condujeron, irremisiblemente, a una degradación del trabajo y la educación que desembocó en la Revolución Libertadora de 1955.
Pero ya ese andamiaje de adoctrinamiento y corrupción no pudo desarmarse más, y si bien esas masas no acompañaron a su Líder en forma activa en aquél septiembre de 1955, fueron, a través del peronismo residual y de directivas transmitidas desde Madrid recomponiendo sus filas y recibiendo, una vez más, la adhesión de ideologías tan dispares como la derecha y la izquierda (¡qué paradoja!) hasta desembocar en la violencia armada de los ’70 que llevó a nuestra patria a un baño de sangre fogoneado por esos dos estratos de nuestra población.
Entretanto el trabajo, bien gracias, ellos asesinaban en pos de posicionamientos políticos que nada tenían que ver con el fruto honesto del quehacer cotidiano, la educación y el bienestar general. Ellos buscaban la división entre argentinos con premisas tales como ADOCTRINAMIENTO Y MILITANCIA, el capital era mala palabra y el trabajo debía estar sujeto a las directivas de un Estado paternalista que maneje cada una de las variables de nuestra economía.
La violencia generada en los ’70, llevó a nuestras FF.AA. a combatir ese caos y lograron, a medias, desarticular tal estado de cosas. Esa violencia generada por el terrorismo se combatió con contundencia, sin embargo una vez más, los pseudopolíticos fueron funcionales y cómplices de esa lucha armada y hoy son integrantes del FPV, Montoneros y otras agrupaciones que siguen desconociendo que educación y trabajo son el fundamento del progreso de la patria. Además, lamentablemente, están enquistados en cada una de las dependencias del aparato estatal.
Nada de lo que ocurre es casual, lo comprobamos a diario en la manifiesta desatención del empleado público (nuestros empleados). Es el facilismo enseñoreado en todos los sectores de las áreas laboralmente útiles y están promovidos desde las fuentes políticas del desgobierno anterior.
Hoy, estos pichones de terroristas, holgazanes y delincuentes como Esteche, D ´Elía, Pérsico y sindicalistas de la calaña de Moyano, Yaski, Viviani, Santamaría y muchos más, serían sólo escoria en un país cuyas instituciones pudiesen regirse por nuestra Constitución Nacional. Sin embargo, cortan calles, rutas, exigen planes, destruyen edificios públicos y atentan contra la seguridad del pueblo sano, dicen llamarse “LOS PIBES PARA LA LIBERACIÓN”.
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Alberto Valente