LUZ EN EL GALPÓN DE LAS ARTES
Por Virginia Ceratto
(especial para Mdphoy.com)
Nada es casual. Y es preciso recordarlo, sobre todo en estos tiempos de pandemia, de guerra… Eso lo sabe la gente de El Galpón de las Artes. Eso lo sentimos, y tal vez algunos lo tratan de evitar, todos.
Y Quién traerá el alba nos remite a la historia de ese grupo, de ese espacio, de su temporalidad, de la trayectoria lírica de esa gens, con su teatro antropológico, de la historia personal de Mariano Tiribellli, responsable de la increíble escenografía fílmica, con su tía, directora insigne de esta ciudad -Edith Menéndez-, de la poética de Claudia Balinotti, autora y directora, de la actriz, coprotagonista, Mónica Juárez.
Una puesta sin precedentes, o con algunos, pero que no se han dado por nuestros lares, al menos no en la frecuencia que se ha dado en llamar marplatense, con proyecciones que son más que una ambientación o una escenografía, una Gestalt, en el sentido de organizar los elementos visuales en un sentido, con sentido, y dos personajes. Casi cine. Luz, cámara, y claro, es teatro, es dram… acción. Entrecruzamiento de géneros realizado a la perfección.
Las voces se replican en la filmación y remiten a varias historias. Historias de represión, de locura, de reconocimiento.
De profunda oscuridad, la que dicen en películas que todos hemos visto, se cierra y se hace más profunda, antes de que surja el alba.
Teatro lírico y teatro físico. Coreografías que podrían ser dignas de una puesta de danza, en esos cuerpos sufrientes y hablantes. Habla. Solo lo que tiene alma tiene voz, decía Aristóteles. Y estos dos personajes, mujeres, no importa, tienen alma y asumen la voz del que ha sido despojado a hachazos de su historia. Y la reclama.
¿Un hospicio de confinados? ¿Un campo de exterminio nazi, o argentino? ¿Un sometimiento familiar? Aquí se clama desde el dolor. Y con poesía. Visual y literal.
Y recurro a la figura de lo abyecto en cinematografía. Un concepto que regularmente no se usa en esos términos y que, para abreviar, es el arte de presentar de forma bella algo inaceptable, ominoso, brutal. Y ese formato bello no es un enmascaramiento, sino que por contraparte, actúa como, no alivio, sino como activador de lo que se presenta y sucede. Y lo que sucede, en el escenario, y hago hincapié, impresionante a partir del formato, y en la acción, y la platea, es estremecedor: aunque no hayamos vivido experiencias fatales, somos mortales, y la muerte pendula, y eso lo sabemos. Podremos negarlo o no, pero pendula.
Acecha.
En nuestros cuerpos, en lo cotidiano, en el mundo. Y a veces, en lucidez, nos preguntamos quién traerá el alba.
Y podría respondernos el gran poeta Mario Trejo: el alba es oficio de sobrevivientes.
Y eso es lo que vemos en la obra (incluyo la puesta). Dos protagonistas, del griego agon, lucha, y protos, el primero. Dos que luchan primero. Dos que son, merced al texto y la proyección, un todos. Un nosotros.
Nosotros.
Nosotros. Intimos, hermanados en el sentir, en la búsqueda desde el despojo, en lo esencial. En lo que se siente desde la sangre, desde el hueso. Nosotros.
Vuelve el sábado 5. Teatro sin barreras, como se suele decir: a la gorra. Pero sin barreras, porque no hay un monto para sentirse humano, ni para compartir la experiencia del arte.
Gracias.