LA TELARAÑA
Por Virginia Ceratto
(especial para Mdphoy.com)
Reversionar Shakesperare en este tiempo no es tarea simple, aunque, ir al hueso de uno de los grandes temas del dramaturgo inglés es, sin duda, fascinante y eso es lo que se logra en esta (a)puesta de “Otelo”, llegar al núcleo del Poder.
En una presentación contemporánea, desde el logrado vestuario de Mariano Toffi, esa bestial vestimenta militar en donde, el legendario pañuelo, un vestido rojo, alguna sábana blanca y la cruz del moro destacan de manera poética, en un campamento sombrío, cuya penumbra es el perfecto correlato de las almas degradadas o dolientes de los personajes, victimarios y víctimas, cuyas siluetas de lo que fueron o pudieron ser se dibujan y desdibujan como espejadas por ese gran cuadro de fondo cuya imagen se va desgranando, mérito lírico cinematográfico de Martina Urruty… “Otelo” transcurre hoy.
Los personajes, conforme avanza la obra, se presentan en una teatralidad coreográfica, cuyo equilibrio refuerza esa idea que todos sabemos o al menos presentimos: en política casi todo se urde y nadie queda fuera de escena, sino que trabaja en la sombra. Y ese desenmascaramiento, con todos los actores en escena, siempre, ahonda el clima de acecho y desconfianza que prima en el texto shakespireano.
Todo el tiempo estamos como en el margen de un campamento, un poco más alejados, solamente un poco, de esa tienda de campaña bajo la que ese coro, la banda, nos alerta, con la estridencia metalera que anuncia la violencia de la pasión que precede a la muerte. Inquietante.
La ambición arrasa con el amor, y la ternura, y la intriga se eleva y aplasta toda piedad y cordura. Es el reino de lo fatal. Lo fatal, un territorio en el que la mujer sigue siendo la víctima. Y aquí se denuncia. Y es inevitable pensar en la realidad que nos apabulla.
Excelentes actuaciones, mérito de la dirección de Prado.
Juan Palomino impecable en su moro atormentado. Y en este punto, su figura, casi totémica desde lo físico, contrasta con esa vulnerabilidad de Otelo. Palomino transita esos niveles con soltura y evidente profesionalismo.
El Yago de Fabio Prado González llega a esa altura de la traición que es abominable.
Mario Moscoso traduce su impotencia ante el horror de manera encomiable a la vez que Facundo Guerreschi, como Casio, acierta en esa caída torturante.
La Desdémona de Trinidad Falco es la debilidad que no podría jamás crecer y ver luz en ese territorio sombrío de varones, y Victoria Hernández en su Emilia, nos hace sentir la impotencia de una Casandra cuya voz sigue siendo ignorada.
Un aparte para Eduardo Albano que, desde su rol como gestor en la dirección de La Comedia de la Provincia sigue apostando a los clásicos y salta a estos desafíos.
Ficha técnica:
Director de La Comedia: Eduardo Albano. Adaptación y Dirección: Nicolás Prado. Asistencia de dirección: Laura Otero. Elenco Juan Palomino (Otelo), Fabio Prado González (Yago), Trinidad Falco (Desdémona), Mario Moscoso (Rodrigo), Victoria Hernández (Emilia), Facundo Guerreschi (Casio), Canela Corno y Oscar Ferreyra. Músicos: Pedro Heguiabehere, Maxi Mazzeo, Ariel Salinas, Marcelo Veiga y James Peralta. Escenografía: Martina Urruty. Vestuario: Mariano Toffi. Iluminación: Esteban Ivanek. Sala Armando Discépolo