Arte y Cultura, Teatro

CRÍTICA / TEATRO: “Magallanes.0”

UN SALTO A OTRO MUNDO… SIN RED

Por Virginia Ceratto
(especial para Mdphoy.com)

Absolutamente comprometido unipersonal, desde la elección del personaje, Hernando/Fernando de Magallanes, la construcción del mismo, a cargo de Claudio Pazos, y la dirección jugada y con acierto de Merceditas Elordi. Casi, me atrevo a decir, una puesta exclusiva para viajeros del arte, navegantes del teatro, buscadores.

Magallanes.0

Porque todos partimos de 0 cuando emprendemos el Destino. La vida. Una ambición. Porque cada vez que retomamos estamos en un punto de partida. 0. Y de ahí hay que seguir persiguiendo.

Hemos estudiado a esta figura histórica de ese tiempo, sabemos del peligro, aún hoy, de cruzar el estrecho que lleva su nombre, no en vano en un confín del mundo, que puede ser el fin del mundo para quienes se atreven. Y sin embargo, no está de más salir y repensar y hablar y googlear, dado que somos afortunados.

Y sin contar más, porque los ávidos somos así…

Las sogas que llevan al grumete que en toda expedición de aquel siglo será el primero en avistar tierra desde lo alto, literalmente al carajo, una vela rota con una insignia carcomida por la intemperie, la de la vicisitud de la travesía y la del alma rota del viajante, el resto de esa misma vela, o de otra, en tierra. Un sudario.

Y ese sudario en una playa que aparece, paradojalmente, si asociamos a un navegante con el mar, en un desierto. El que no tiene fin, el de su alma. Unas piedras recogidas en el viaje, alter ego de los originarios, o almas que siguen susurrando.

Una espada.

Una espada para pelear, una espada para increpar…

Y una bolsa con ansias de botín que a su vez es condena del penado a arrastrarla en su camino.

Pocos elementos escenográficos que alcanzan y sobran, junto con la iluminación, ambas de Edgardo Aguilar, encomiable, más un vestuario raído -Jorge López, que habla en su despojo de un pasado perdido- con indudables texturas actuales que no son casuales, y que sin embargo se resiste y la escena ya está instalada.

Y hago hincapié en el sudario. Casi sacro. Y en esas piedras que tienen voz. Suenan. Le hablan. Y entonces, aristotélicamente, tienen alma. Todo lo que tiene alma tiene voz decía el filósofo.

Como en la tragedia griega y ya que hablamos de los Antiguos, este héroe se presenta en su hamartía, en la caída, arrancado a hachazos de su utopía, de su ambición. Ha comprobado los embistes imaginables del hambre, la sed, el escorbuto, los motines, la traición. Y persiste.

Persiste, he ahí su pathos, su peripecia en un ciclo que podría ser circular. Pero creo que no y ya lo expondré.

Virtud de Claudio Pazos, el actor, campear y a su vez dejarse atravesar con el dolor de su historia todas sus heridas abiertas. Y no claudicar. Incluso, llegando, merced al texto de Jeromi Obrador, y la afinada dirección de Merceditas a la actualidad que pone al espectador en contacto con un elemento de su/nuestra cotidianeidad. Elemento rupturista no puesto al servicio snob de una humorada sino de un paso más para reflexionar.

Y entonces se completa la historia. La trama del unipersonal, la Historia que no hemos repasado bien o que hemos olvidado. Y “Magallanes.0”,  llega invicto a través de cinco siglos al hoy.

Y se pregunta dónde está. Cree estar en Marte. Asiste a lo que ocurrió en otro lugar mientras vagaba y divagaba.

Duda. Maldice. Increpa. Se increpa.

Este Hernando o Fernando pierde y encuentra su origen, pierde y busca el destino que imaginó al partir en esas naves con nombres de la cristiandad. Se pierde y reencuentra entre ese catolicismo y la diversidad que ha hallado en ese otro mundo, que ya le es propio y que, conforme su existencia, acepta.

Teoría de las cuerdas, representadas, lo he dicho, en esas sogas con una presencia irrefutable, y en el texto de Shakespeare de “La tempestad” que, si bien no fue escrito apelando a este navegante, fue influido, sin duda, por los relatos de una época en la que el llamado Nuevo Mundo era ansiado por todos. Y en el que ese Nuevo, para el Viejo, Mundo, era la promesa del Paraíso. Pero hostil.

Y aquí, otro acierto de Elordi, traer esa Tempestad, en términos lacanianos insoportable, por su peso, desde el alma del personaje, que desborda y se pone a tono con el sonido incidental de Matías Naipe Noguera y la música de Bruno Lo Bianco, que acompasan, armonizan y si es preciso perturban, en un rango amplísimo con la corporalidad del actor.

No es una obra más. Es un unipersonal que contribuye a entender a esos vikingos que hemos visto en las series de las plataformas que llegaron a Islandia. Y se quedaron. Contribuye a la comprobación de que el temple humano da para más, aun cuando solamente queda un jirón de esperanza y que esta hilacha ya no está hecha del género en la que fue tejida.

Teoría de las cuerdas. Tal vez hay un Magallanes que sí haya dado la vuelta al Mundo, en un mundo paralelo.

Ficha técnica:
Autor: Jeroni Obrador. Intérpretes: Claudio Pazos. Luces y escenografía: Edgardo Aguilar. Vestuario: Jorge López. Música: Bruno Lo Bianco. Gráfica: María Forni. Fotografía y comunicación audiovisual: Cristian Holzmann. Sonido: Matías Naipe Noguera. Prensa: Georgi Burgos Funes. Asistencia de Dirección: Facundo Altonaga. Producción ejecutiva: Ale García. Dirección: Merceditas Elordi. Domingos a las 21:00 en Cuatro Elementos, con estricto control por pandemia.

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