LA ODISEA Y LA DESESPERACIÓN
Por Virginia Ceratto
(especial para Mdphoy.com)
Unipersonal tramitado a la distancia -término que tenemos ya, en nuestro vocabulario vital, por la pandemia- entre un actor, Nicolás Pecollo, y su director, Leo Rizzi, y que en este encuadre de distancia hasta hace un poco inverosímil por la vida cuando era nuestra.
Recordemos que esta puesta fue armada a la distancia. Distancia que ya es parte de nuestra cotidianeidad.
No es fácil, además, repensar que podrán a volver estos artilugios en breve, porque la distopía ya se instaló.
Mac Guffin es un sobreviviente de una guerra. No importa cuál. Guerra mundial, Malvinas, Golfo… ¿Unas guerra mental contra sus fantasmas?
Es un personaje confinado a sobrevivir como pueda y que a través de un dispositivo concilie la misión de su vida con la respuesta, posible, de un aparato. De una voz impersonal, o imposible.
El interlocutor de este solitario es su cabeza. La tragedia que atraviesa es la espera. Y en esa soledad, de quien no recibe respuesta a su parte, se arma y desarma su vida.
Aparecen, desordenados, los recuerdos que se funden con lo que podría haber sido y no fue, como en una teoría de las cuerdas en la que otra realidad hubiera sido posible, pero no.
La guerra y su misión es un disparador para desglosar y traer al presente la inefable condición del ser humano. Nuestra inevitable soledad.
La soledad del pobre. La soledad del loquito de la guerra. La soledad del adicto. La soledad del que se aferra a una mentira, que tal vez alguna vez fue una misión, para no sucumbir.
La soledad del que lo ha perdido todo y ante el cual, la sociedad, no tiene respuesta ni recursos para paliar su pena. Porque como humanidad, hemos fracasado.