LOS VÍNCULOS Y LAS REDES: ¡VICTORIA CARRERAS GRITA CRUZ CORAZÓN!
Por Virginia Ceratto
(especial para Mdphoy)
Esta vez en el Soundromm de la calle San Luis, y con Cristina Sánchez como actriz invitada y dirección de Barbie Gyalay, se repitió la sala llena que ya es una costumbre para Victoria Carreras con su propuesta “Cruz Corazón”, un espectáculo que tanto va en un teatro, una terraza o el living de tu hogar cuando se festejan un 50 aniversario. Un 60… y un 40 también.
Y es que “Cruz…”, es un show, un verdadero show, que explora la soledad, la proliferación de aplicaciones de citas como paliativo, que pueden funcionar o no, para esa soledad de los 40 y sobre todo, el temple y la decisión de animarse. Porque ya se sabe, el viejo refrán sigue vigente: quien se quema con leche, ve una vaca y llora.
En “Cruz Corazón”, ese llanto se convierte, desde las primeras preguntas que Carreras se y nos hace, en risa pura.
“Cruz Corazón” aparentemente es un decálogo de instrucciones para ligar en las aplicaciones de citas. Y ya desde Cortázar, sabemos que las instrucciones no suelen servir, a menos que se encare, y bien viene el término, de otra manera.
Y hay que atreverse, como en la canción, para salir al mercado del usado, encima con pretensiones. Porque cada uno tiene un deseo insatisfecho y nadie lee a Lacan a la hora de buscar un encuentro.
Buscar. Encontrar.
¿Es eso lícito? ¿Está bueno para personas de cierta edad? ¿Las aplicaciones dan pánico? ¿Están bien para quienes nacieron en el siglo pasado?
¿Qué pasa si nos miramos en ese espejo que no nos hace la imagen más bonita?
El público, aquí, incluso en la radio, es analógico. No obstante, Victoria consigue que sus coequipers invitadas, o invitados, se animen, y que el público la siga en esta aventura, como quien no quiere, pero quiere, la cosa.
Creo que Victoria Carreras ha cimentado su trayectoria con éxitos de calidad. Hay quienes la cementan, no cimientan, con bodrios. Y eso, el público de teatro lo sabe.
Y en tiempos de nostalgia, tristeza, bajón y sí, soledad, una salida cuesta. Las ganas, arreglarse (en más de un sentido), el costo de la entrada. Y aquí hay ya una media garantía, si no hay media naranja, de pasarla bien.
La felicidad está en otra estantería, de otro supermercado, pero a veces, como esta, el teatro, aporta un sucedáneo.
Y todos saben que es bueno reírse y pensar que, si no me cerrás, te hago la Cruz… Corazón.
Vayan, es necesario reír una vez más.
Busquen ahí una hora y pico de teatro sin prospecto. Lo van a encontrar.