Por Virginia Ceratto
(especial para mdphoy.com)
El contraste que se vivió en las últimas horas en el vacunatorio de la calle Santa Cruz al 8000 (por cierto muy alejado para pacientes con patologías preexistentes y personal de salud, que son quienes deben asistir ahí) entre la ausencia de vacunas y la falta de notificación a quienes tenían su turno, y la lógica desolación, y cómo se fue mejorando la respuesta -ante una falta de previsión manejada, seguramente por la urgencia de esta emergencia, desde La Plata- también es digno de destacar. Al menos un coordinador de varios centros de vacunación de la ciudad, Facundo, cuyo apellido no conozco, pero del que me consta el seguimiento, y una de las mujeres que atiende en ese lugar, Lorena Bernardo, hicieron la diferencia.
Y lo saben quienes de vez en cuando me leen, que no tengo por oficio ni costumbre aplaudir a funcionarios, porque considero que si lo hacen bien, cumplen con el rol que les fue asignado, no obstante me consta, y lo diré, la diligencia de Pablo Obeid, titular del ANSES en la ciudad, quien, enterado del descalabro y desconcierto del jueves 11, que ya venía desde el miércoles, cuando muchos íbamos con nuestro turno para enterarnos de que en Santa Cruz al 8000 no había vacunas, cosa que ya había estado ocurriendo el miércoles, se ocupó de que los turnos asignados fueran reprogramados con celeridad y de que se llamara por teléfono a quienes no iban a tener la tan esperada dosis. Sobre todo, teniendo en cuenta, y el dato no es menor, que en ese lugar, por cierto alejado, tocan los turnos de personal de salud y de personas con patologías preexistentes. Dicho de otra forma, todos estamos en riesgo, y los que todos los días atienden pacientes o pertenecemos a grupos de riesgo, diabetes, epoc, etcétera, más.
Sentido común. Que tardó, pero se puso en marcha.
Miércoles y jueves el contraste fue abrumador. Mientras que en el MAR, Prefectura, UNMDP, hospitales, el Faro de la Memoria, las colas eran sensatas, los turnos se respetaban y todos se iban, espera más, espera menos, con su preciado certificado, que alivia, en esa zona de Mar del Plata se vivían momentos de angustia y desconcierto. Sobre todo, porque quienes no podemos llegar en micros, porque eso aumenta el riesgo que ya campeamos desde hace meses y que obviamente perturba, y tuvimos que ir en taxi, dado que es raro que a alguien le quede el sitio de pasada, la respuesta nos cayó como balde de agua helada en pleno invierno, aunque en verano. Pero, pero… y hay que decirlo, Lorena Bernardo, a quien no le conozco la cara, por el obvio barbijo, se comunicó con el coordinador Facundo, se enteró Pablo Obeid (y aclaro que si bien lo conozco mucho, porque, y lo diré sin vueltas, es primo del papá de una de mis hijas, y a quien no veo desde hace muchísimo tiempo porque nuestros últimos contactos fueron en celebraciones de mi otrora familia política, y creo que no hace falta aclarar que nunca le pedí nada, porque no corresponde y porque familia política no es política de familia, al menos no lo es para mí) tuvo el gesto, me consta, de interesarse por la situación de muchos ciudadanos que no sabíamos para qué lado ir con nuestra ansiedad.
Se reprogramaron turnos para el viernes. Y muy temprano la situación era medio preocupante: había dos tipos de números, faltaban toldos, sillas, agua… con el correr de las horas aparecieron. Facundo iba llamando para preguntar cómo iba todo. Y lo que hacía falta, incluso más personal, apareció. No de la nada, apareció porque ante el reclamo, nadie nos -o al menos a mí- acusó como trolls o como oposición ofuscada, sino que reconocieron, se hicieron cargo, y resolvieron. Luego, lo que opinan los opinadores y aplaudidores.
Y seguramente tendrán en cuenta que, para quienes llegan desde lugares que están muy lejos, el trayecto es largo y la zona medio desolada. Los micros de línea van llenos y tardan.
¿Se puede mejorar? Sí, se puede mejorar. En principio, reasignando los lugares de vacunación para los que estamos lejos y en riesgo mayor, porque somos mayores y por nuestras patologías. RESGUARDANDO TODOS LOS LUGARES DE VACUNACIÓN EN EL EXTERIOR, porque los días cambian, y llega el frío, la lluvia y porque el calor y el sol, cuando hay que esperar, agobian y con los barbijos y la ansiedad, más. Teniendo en cuenta además la lejanía del lugar y que un taxi ida y vuelta, promedio, desde una zona alejada sale mil pesos. Y por supuesto, para las mismas personas que están cumpliendo horas y horas con su rol. Como Lorena, cuyo turno, que culminaba a las 14:00, se extendió hasta pasadas las 17:00.
Nada que no pasara en las ferias comunitarias al comienzo de la pandemia, cuando había que hacer cola en los estacionamientos o la vereda. O como pasa en las farmacias, despensas, etcétera. Solamente que en esta diligencia en la que se juega la vida, la protección del que espera debe ser mayor. Y los sitios que están desprotegidos, deben ser asistidos con personal e infraestructura. Hoy, acomodando la carga en el camino, como se dice, se logró.
Y sí, se puede perfeccionar. Aún hay muchos mayores de 65 ó 70 que no tienen sus turnos, y ellos deberían tener su certeza de la primera dosis. Y sé de casos de personas impedidas físicamente que deberían, y ojalá esté previsto, ser vacunadas en sus hogares o geriátricos, porque no tienen movilidad y contratar un servicio de ambulancia sería un trastorno. Trastorno con el que familiares ya piensan cómo afrontar, pero que no debe ser difícil de resolver.
Y se anunció recientemente que sí hay plan para las personas viviendo con VIH, que ya en otros países están vacunadas desde hace rato.
Y sé de trans indocumentadas, no por falta de voluntad, que no tienen aún cabida.
Se trata de celeridad en las aplicaciones, que lo dicen, se pueden caer. Que no se caigan. Se trata de saber, que los datos ingresados representan a gente. El jueves, el viernes, al menos un funcionario, dos coordinadores, sé también de Ernesto, del MAR, que se interiorizó, además de Facundo y Lorena, actuaron. Como el jueves se interiorizaron María Guevara (delegada de ATE por el Auditórium y Diego Lencinas, también ATE).
En el final de esta calamidad, porque toda pandemia lo es, los sobrevivientes habremos, espero, aprendido cómo perfeccionar y ya no se cometerán errores ocasionales. Espero que seamos muchos sobrevivientes ayudando y aprendiendo. Y que los errores pasen con menos pena que gloria.
Gracias a los trabajadores. Y no puedo menos que recordar a B. Brecht:
Preguntas de un obrero que lee
¿Quién construyó Tebas, la de las siete Puertas?
En los libros aparecen los nombres de los reyes.
¿Arrastraron los reyes los bloques de piedra?
Y Babilonia, destruida tantas veces,
¿quién la volvió siempre a construir? ¿En qué casas
de la dorada Lima vivían los constructores?
¿A dónde fueron los albañiles la noche en que fue ter-
minada la Muralla China? La gran Roma
está llena de arcos de triunfo. ¿Quién los erigió?
¿Sobre quiénes
triunfaron los Césares? ¿Es que Bizancio, la tan cantada,
sólo tenía palacios para sus habitantes? Hasta en la
legendaria Atlántida,
la noche en que el mar se la tragaba, los que se hundían,
gritaban llamando a sus esclavos.
El joven Alejandro conquistó la India.
¿El solo?
César derrotó a los galos.
¿No llevaba siquiera cocinero?…
En ese vacunatorio alejado, yo sé quién cargó las sillas, quién se ocupó de que así fuera. Y se agradece. Tal vez no con la foto ni los dedos en V. Porque en Mar del Plata, en Argentina, si no mancomunamos, nos quedamos sin aire.
Gracias. Lorena, Facundo, Ernesto, Pablo y a los vacunadores, enfermeros universitarios y estudiantes que ya finalizan la carrera de Enfermería. Gobernador, no deje de agradecer el trabajo que están llevando a cabo, son ellos los que, en lugares confortables o desfavorables, le ponen el cuerpo a la angustia.