“Los contagios masivos por amontonamiento de gente y las fiestas clandestinas no son una cuestión exclusiva de la gente joven, sino de grupos con conductas radicalmente individualistas, que no acreditan los saberes y la autoridad médica y política”. Con esas palabras, la psicóloga magister en Salud pública de la UNR y titular de la cátedra de Teoría Social en la carrera de Psicología, Marisa Germain analizó el comportamiento social frente a una nueva ola de casos. “Los chicos pueden organizar fiestas en las islas, pero los adultos organizan asados en sus casas”, concluyó.
??Para la académica, quienes no acatan los protocolos plantean un problema en relación con la autoridad y las creencias que sostienen nuestros lazos con la autoridad médica y política. “Son grupos que por diversos motivos no creen en palabras o saberes institucionales. Son el resultado de diversos procesos ligados al neoliberalismo que arrojan estas conductas radicalmente individualistas. Se explica en parte por qué todos los argumentos epidemiológicos para hacer desistir de estas prácticas, no logran resultados”.
??—No es desoír riesgos, sino descreer. El tema se ha planteado más en relación a la creencia. El problema central es que cuando los comportamientos se producen colectivamente hay que pensar en los mecanismos de la comunicación en la sociedad para analizar sus efectos. Estas retóricas ligadas a la expansión de las redes sociales, no permiten la discusión argumentada, la eliminan. Muchos nos hemos criado con instituciones de salud que lograron confiabilidad con la eficacia de las vacunas. Hoy es imposible este formato básicamente porque no hay discusión argumentada y las instituciones no cuentan con el respaldo de autoridad que tenían hace 50 años atrás, por la penetración que las corporaciones económicas hacen dentro de esas instituciones. Esto ha permitido poner en duda incluso la autoridad de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y se evidencia en la pugna entre vacunas de laboratorios que no son más que corporaciones económicas.
—Entonces, ¿son solo los jóvenes los señalados como multiplicadores de contagios o hay un dispositivo de la impunidad que atraviesa a la sociedad?
—Uno puede pensar, una gran cantidad de situaciones. Los chicos pueden organizar fiestas en las islas, pero los adultos organizan asados en sus casas y rompen el distanciamiento con los otros en reuniones de 15 o más personas. No es una potestad de ellos, es más ostensible porque los jóvenes buscan lugares públicos porque no tienen lugares propios. Ahora, hay muchos adultos, de diversas edades, que practican esa desobediencia en su propio espacio privado, y sin mantener ningún resguardo. Los epidemiólogos señalan que la mayor cantidad de contagios se producen en reuniones privadas donde se pierde cualquier tipo de precaución.
—¿Cómo pensar desde los discursos algún “remedio” al sentimiento de falsa inmunidad?
—Un formato posible es el uso de la misma retórica corrosiva, este tipo de respuesta que va en el sentido de impactar, desmontando la eficacia de la lógica de las redes, pero va en la misma dirección de la destrucción de la autoridad. Es un problema responder con la misma lógica. Otra posibilidad es la aplicación de multas o iniciar causas judiciales o la modalidad de rastreo por redes sociales en donde se arman fiestas clandestinas e intervenir para desarmarlas. Pero hay que entender que esta subjetividad tan individualista implica un proceso que no se resuelve a largo plazo, ni con la policía, ni con la ridiculización de lo transgresor. La destrucción de la autoridad de las instituciones está asociada a procesos que socavan lo social y que reproduce el neoliberalismo. Lo que conocimos como sociedades más horizontales e igualadoras fue disuelto por este paradigma que corroe cualquier obligación moral para con los otros. Esta crítica de cualquier forma del lazo con los otros deja como saldo a cada uno librado a su suerte, con conductas que no contemplan la existencia del otro.
En otro orden de cosas, Germain, también analizó el ingreso de la Argentina al programa de vacunas contra el Covid-19.
“No creo que el proceso de vacunación sea tan rápido ni que su efecto se produzca a un nivel como para que debamos abandonar las conductas precautorias. Sin dudas, todos recibiremos el impacto de lo que pasó en 2020. La falta de espectáculos, tribunas de fútbol, cine, el teatro que tardará mucho tiempo en regresar de la manera que conocimos. Y en el ámbito laboral, el impacto de las transformaciones todavía está por verse.
“No habrá resistencia a las vacunas, pese al discurso”
Con la aplicación de vacunas en primer término a los trabajadores esenciales de la salud, para luego generalizarlo a la población, la grieta que dividió a la sociedad con el discurso de los “antivacunas”, vuelve a reeditarse. Para la psicóloga y académica de la UNR, Marisa Germain, pese a los discursivo, no habrá mayores resistencias.
Viene el tiempo de vacunarse. ¿Qué conducta habrá en general luego de estas situaciones?
—Habrá que ver hasta donde el movimiento antivacuna logra sostenerse en el tiempo. Por la historia del país, que es exitosa en la medicina clínica basada en la evidencia, fue exitosa e institucionalizada, y las campañas de vacunación generalmente no han encontrado resistencia. El grueso de la población se va a vacunar. No habrá fuerte resistencia, mas allá de lo que algunos digan públicamente.