En este momento los máximos dirigentes portuenses deben exclamar la frase de Bambino Pons: “¿Para que te traje?”.
Duro 30 horas en el cargo y se escapó como una rata. La excusa fue valedera, un familiar enfermo. Saludó y se fue no más el hombre… A Buenos Aires, a firmar con Racing Club. ¿No habrá recibido un llamado con anterioridad y por eso cambió de opinión?
¡Un tipo con códigos este “Mostaza”!
Cuando era niño mi tía Irma me recalcaba siempre una frase que me marcó: “Nunca le creas a un hombre”. Claro…la pobre estuvo casada un tiempo con un señor de la noche. Esos que les gusta la parranda, conocen personas que después terminan como presidentes, se acuestan tarde, y no se levantan temprano.
¿Y si la tía tenía razón? ¿Como hago para creerle “al hombre”?
¿Podrá el señor de pelo rojizo volver a la ciudad a disfrutar de la playa algún día?
Es complejo. Por lo pronto tendría que mandar a sus abogados para finiquitar el contrato con el equipo que abandonó con tan solo dos entrenamientos.
“Nos reunimos con Grondona y Blanco pero Merlo ni se comunicó. Si no arreglamos no podrá dirigir”, confirmó Moscuzza
Volviendo al tema importante. Mi tía Irma obvio. Ella siempre se quejó del fútbol y de los directores técnicos. Pobre era muy ingenua, no podía entender como la gente desbordaba las canchas y gritaba sin parar. Ah! Y casi le agarra un síncope cuando se enteró lo que ganaban algunos orientadores tácticos. Ni que hablar cuando le esbocé la suma de “300 mil Lucas Gringas” que le reclaman los capos el puerto “al hombre de la voz ronca”.
“Merlo tiene que sentarse a hablar como corresponde o mandar sus abogados. Si no nos indemniza no se soluciona”.
Y claro. Encima ya quiere dirigir. Pero frente a Vélez el domingo en el banco estará su eterno amigo y ayudante de campo, Rene Daulte. Pobre la tía se dio cuenta que vivió todo este tiempo en un mundo de fantasía. Que el hombre de su vida la había traicionado, que estudió cuando podría cortar una avenida y pasarla mejor, que se deslomó como una marrana para pagar…y pagar…y pagar…
Ya entrada en años me contó un secreto que no se quiso llevar a la tumba. Quería rehacer su vida. ¿Pero tía tenés 80 años? “¡Quiero engancharme a un técnico de fútbol!”, expresó la vieja que detestaba la pelota y esos 22 tipos transpirados en un juego cada vez más difícil de aguantar.
Insistió una y otra vez pero no hubo caso. Todos estaban casados y con hijos. Aunque le echo el ojo a uno que estaba solo y todavía se retoca el color del cabello.
Pero los años no vienen solos. La diabetes, que no es la enfermedad de los ricos, como dicen las mujeres que algún día soñaron con gobernar una Sociedad de Fomento, la terminó por llevar al cielo.
Ahora entiendo a la tía porque nunca confió en los hombres y jamás se acercó a ese de vos ronca y pelo color “mostaza”.
Estaba más que segura que en algún momento el “Prócer de Avellaneda” la había a defraudar.
¡Grande tía! Mejor sola, y en el cielo. Que en la tierra, y mal acompañada.