El tiempo que queda (Elia Suleiman): visceral sátira sobre el conflicto desarrollado entre Israel y Palestina, desde un exhaustivo trabajo autobiográfico que tiene en su puesta en escena un planteo estético con planos donde la lectura simbólica favorece al desarrollo de la trama. Con esto lo que se quiere decir es: hay un trabajo sobre el sonido y la imagen pero este es complementario y fluye con la idea, no es la idea-en-sí. Elia Suleiman maneja los tiempos con elipsis contundentes y un humor negro que muestra la violencia de una forma seca, sin matices. Pero sobre todo, hay un acierto en la forma con que el director traslada a la imagen el concepto de invasión cultural y política sin ser explicito sobre los diálogos: un árbol de navidad, una foto o una fecha alcanzan para situarnos en el relato, sin la necesidad de explayarse sobre el contexto. Este film, que puede verse como un drama político, adquiere con el tono autobiográfico un punto de vista que compromete la narración desde un observador que se muestra pasivo, el mismo director, quien marca su postura con secuencias tan contundentes como el seguimiento de un tanque a un hombre que habla por celular, un reto en un colegio o una salida para pescar. Pero esa observación tan singular no afecta la empatía que podamos sentir sobre los personajes, particularmente la relación entre Elia y sus padres, que se vertebra como un relato generacional que se desgasta al mismo tiempo que aumenta la opresión sobre el pueblo de Palestina. Como si se tratara de un enorme montaje paralelo con las agujas del reloj en sonido sincrónico, sentencioso. Cristian Ariel Mangini
5 días sin Nora (Mariana Chenillo): en este film se trata nuevamente la temática que se explotó previamente con otro título en competencia, Nada personal, pero en este caso el abordaje es tan diferente como sus protagonistas, a pesar de que en la matriz del film sobrevuele el rigor de la ausencia como tópico central. En 5 días sin Nora lo que tenemos es más una comedia dramática por momentos con un humor negro que no resulta artificioso y, al contrario, contiene líneas inteligentes que se basan en ácidos remates sobre la muerte y los intereses que ella conlleva a nivel religioso y comercial. Pero lo que le da forma a este relato melancólico no es la permanencia de la muerte sino su aceptación como medio para superar viejos rencores y resoluciones, elemento que es explotado con mayor complejidad si se tiene en cuenta que la Nora del título cometió el suicidio que había intentado numerosas veces a lo largo de su vida. Precisamente esta cuestión del suicidio y el desorden que el mismo conlleva en el núcleo familiar es lo que consigue hablar de la “presencia de la ausencia” a través de los espacios que frecuentaba Nora en su apartamento: su refrigerador, su dormitorio y los recuerdos que cada cosa despierta. Con buenas actuaciones, particularmente de José (Fernando Lujan), el film tiene un desarrollo que si bien nada en aguas conocidas, también logra una efectividad y una prolijidad consecuente con el desarrollo de la historia que propone de una manera muy lúcida. Cristian Ariel Mangini