La inflación y la emisión tienen un correlato curioso: el de los cajeros, los servicios de caudales y el costo que esto significa para bancos y empresas gestionadoras de cajeros. El Banco Central se encontró precisamente con una limitación técnica en el uso de los cajeros que mucho tiene que ver con los billetes de baja denominación en una economía inflacionaria: hay una sobreoferta de billetes de $100, con los que intenta cubrir las necesidades del mercado, mientras que la impresión de billetes de $500 y $1000 se mueve a velocidades glaciares. En las últimas semanas, los bancos se han visto obligados a llenar los cajeros con algunos de los 2.703 millones de billetes de $100 que circulan en el país.
En cuanto a rentabilidad, es claro que billetes más grandes es la respuesta. Para los bancos, es mucho más redituable llenar los cajeros con billetes de $1000 o $500 que hacerlo con los de $100, porque trasladar el dinero en efectivo tiene costos importantes de logística de caudales. Acá nace el conflicto: los bancos piden billetes grandes para optimizar el abastecimiento de los cajeros, pero el BCRA no puede desaprovechar los billetes de $100 que ya están en circulación.
Dado que los cajeros no pueden entregar más de 40 billetes y que el nuevo límite de extracción por default es de $4000, tanto bancos como clientes se encuentran con una dificultad muy real. Para retirar el tope diario que sus respectivos bancos les permiten, muchos se ven obligados a sacar varias veces el monto de $4000 y en distintos días, en vez de poder sacar todo aumentando el límite de extracción que permiten algunos bancos a través de home banking. Por ejemplo, un jubilado que cobra la mínima, alrededor de $23.000 en junio, hoy tiene que hacer cinco extracciones para tener su haber en la mano. Antes, con su extracción ampliada, como mucho dos.
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