La convivencia virtual con los hechos, inexorablemente va a llevar a cambiar los instrumentos formales de la política y es deseable que la dirigencia acompañe este desafío de profundización democrática si no quiere cargar con la responsabilidad histórica de hacer colapsar la democracia por sus vicios, al no haber tenido la imaginación suficiente para instrumentar y adaptar sus virtudes al contexto del Siglo XXI.
Este nuevo fenómeno cultural de convivencia virtual con los hechos, actúa como factor limitante de error por la exposición que hoy tiene toda decisión pública. El caso paradigmático de este fenómeno ha sido la guerra de Vietnam, que al ser trasladada al living de la sociedad norteamericana a través de la televisión, actuó como factor determinante para que se generara una presión pacifista en los Estados Unidos. Si esta guerra no hubiese sido vista y sus horrores no hubiesen sido comprobados por millones de norteamericanos, seguramente la misma hubiera tenido una evolución totalmente distinta. Posteriormente hemos visto la contención de Estados Unidos en Irak, cada acción sobre Bagdad fue vista por el mundo entero, lo cual indudablemente puso límites sobre lo que se podía hacer.
Tan así es este fenómeno, que recordemos que durante la guerra de Malvinas, los medios ingleses estuvieron totalmente censurados con la única intención de no limitar el apoyo del pueblo británico. Han pasado casi 18 años de aquella fecha, y si hoy los británicos pretendieran actuar de la misma forma les sería imposible, el avance de la tecnología les impediría poner los límites que usaron en aquella oportunidad.
Poder ver una guerra desde la pantalla del televisor, y si esa guerra por una u otra razón está directamente vinculada a la realidad del televidente, convierte al mismo en testigo de cargo, y este sí es un elemento restrictivo muy importante para el belicismo. Por esta razón, desde antes del desarrollo de la televisión se había establecido una lucha para que esta posibilidad no se produjera, pero hoy ha caído el muro de la censura a través de la televisión satelital, Internet, etc, lo cual también colaboró para la caída del muro de Berlín, a través del indudable rol que cumplió la televisión satelital. En definitiva, la censura es una acción ilegítima y arbitraria del poder estatal, pero hoy, la misma impotencia que tiene el Estado para regular la entrada y salida de capitales, la tiene para regular, prohibir o acotar la entrada y salida de información.
A pesar de ser tan criticada desde ciertos sectores la radio y la televisión, hay un fenómeno que entiendo
hace muy favorable la presencia de ellas a pesar de algunos excesos. Sabemos que con el hombre convive cierta naturaleza egocéntrica, lo cual hace que en la mayoría de los casos nos conmuevan las cosas que son próximas en el tiempo y en el espacio. Si nosotros nos informamos que existió un choque que dejó victimas a pocas cuadras de nuestra casa, nos provoca una conmoción y probablemente tratemos de llegarnos hasta el lugar para saber como fue, que pasó y en que podemos ayudar. Si nos dijeran que lo mismo aconteció hace un mes en el mismo lugar, seguramente no nos conmovería y si nos dijeran que un hecho similar acaba de acontecer en Maipú y de ello no tenemos imágenes, tampoco nos conmovería. Esto nos ratifica que cuan próximos estemos al tiempo y al espacio, mayor será la acción o la conmoción que podamos sentir.
Este fenómeno de la instantaneidad en la comunicación que está incorporado al inconciente colectivo, quizás todavía siga siendo subestimado, sin percibirse aún los cambios profundos que va a generar en la política, lo que seguramente traerá aparejado el fin del actual sistema representativo, en función de que la democracia representativa se sustenta sobre la idea del mandato.
¿CUÁNDO SE OTORGA UN MANDATO? Cuando uno tiene un impedimento de actuar por si mismo, o cuando otras circunstancias hacen que uno necesite que otro actúe en nombre de uno.
¿QUÉ DEPOSITA EL MANDANTE EN EL MANDATARIO? Confianza
¿QUÉ HACE EL MANDANTE DESPUÉS DE ENTREGAR EL MANDATO? Juzga el resultado de lo hecho por el mandatario.
Estas tres preguntas con sus respectivas respuestas encierran la idea que ha presidido la organización política. El pueblo, conformado por millones de personas, no puede gobernar por sí mismo, por lo tanto
otorga mandato.
En el caso Argentino, la Constitución ha convertido el mandato en obligatorio, dice que el pueblo gobierna a través de sus representantes. Cuando alguien hace algo que uno podría hacer, pero que por razones especiales está imposibilitado de llevar a cabo, generalmente hay una insatisfacción. Es muy difícil que un mandatario realice algo de la misma forma que uno lo haría, es más, existen muchas oportunidades que el mandatario realiza lo contrario de lo que le prometió al mandante.
Hasta tanto no se desarrollaron los medios de comunicación, en especial la televisión, no existía un contacto directo entre mandante y mandatario, los ciudadanos iban recibiendo en forma muy acotada, muy selectiva y muy retrasada la información de la tarea que realizaban sus representantes, por lo que estaban en condiciones de juzgar con mucha demora.
Hoy la convivencia virtual con los hechos nos permite tener una estrecha relación entre mandante y mandatario. Los mandantes ven casi cotidianamente a sus mandatarios, los ven actuar, saben cuando desconocen, saben cuando se equivocan, saben cuando no profundizan, saben cuando mienten, saben cuando son infieles, saben cuando improvisan y saben cuando aciertan y cumplen con lo prometido. Muchos podrán decir, ¿saben o creen saber?, esto no importa, lo que realmente importa es la percepción del mandante, porque se trata de conocer si la voluntad del mandante ha sido satisfecha, porque si el mandante cree que no, se genera una insatisfacción, y si la insatisfacción se instala en la sociedad, el sistema comienza a correr riesgos de inestabilidad.
Tan así es todo, que podemos observar cotidianamente que la gente ve a sus representantes en toda la variedad de medios de comunicación que tenemos al alcance, y es aquí donde en muchos casos perciben insatisfacción por su accionar, produciéndose uno de los fenómenos más significativos de esta época, donde los miopes por formación o conveniencia culpan al periodismo y lo que el periodismo hace, es hacerse vocero al asumir la representación de la insatisfacción de los mandantes. Creo que la idea de otorgar un mandato y tener que esperar un período fijo para juzgar, ha ingresado en la antesala de la vieja política, no pensar en cómo cambiar esto cuando la tecnología está brindando todos los medios para que así pueda ser, implica apostar a la crisis del sistema representativo.
Estamos en el umbral de las democracias directas, donde se utilizará el voto electrónico, donde los mandatos deberán ser especiales y no generales, donde sea posible la revocación del mandato en ciertos niveles. En síntesis, debe surgir una forma inédita de participación, donde la gente no deba esperar años para poderse dirigir a una urna y poner un papel adentro, políticamente debemos transformar al elector en ciudadano, porque si esto no llegase a ocurrir vamos camino a una nueva forma de gobierno que ha comenzado a surgir del seno de la democracia: “la democracia autoritaria”, que en algunos países de América ya goza con más del 70% de adhesión, seguramente por no haber estado sus mandatarios a la altura del tan mencionado y poco entendido Siglo XXI.
Abel Julio César Ayala
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