El rendimiento, el resultado, el clima que se vivió, la tarde redonda en el José María Minella, tienta para ilusionarse. Pero ahora es el momento en el que hay que poner los pies sobre la tierra, alentar más que nunca, y ser concientes de que esto recién arranca, que el equipo respondió de gran manera en el debut del Torneo Federal A y que tuvo su presentación oficial con un categórico 3 a 0 sobre Deportivo Roca de Río Negro, en una verdadera fiesta en el Mundialista.
Lo que intentó plasmar en la pretemporada, que a veces salió mejor, otras no tanto, pero que siempre tuvo claro a lo que iba a jugar este Alvarado versión 2017/18 de Mauricio Giganti, salió a relucir durante casi todo el partido en el debut en el torneo. Algunas imprecisiones en el comienzo, producto de la ansiedad, se diluyeron rápidamente y el equipo se metió en lo suyo, empezó a mover la pelota y no dejó jugar a un rival que si tiene la posesión te puede lastimar. Entonces, el protagonismo fue absoluto del dueño de casa que comenzó a acumular situaciones de gol que no podía concretar.
Y así, Wilson Albarracín no quiso ser egoista y, desde una buena posición, eligió tocar a Litre en lugar de definir y el exJuventud Antoniana fue trabado por un defensor; el propio Litre ganó una vez más por derecha, metió el centro que Molina bajó y Susvielles cabeceó sin fuerza a las manos del arquero; otra vez el sector izquierdo de la defensa visitante, donde Valenzuela padeció el dos-uno que proponía Alvarado con las trepadas de Caro, fue el lugar por donde estuvo la gran chance con el mediocampista externo que buscó el centro bajó, despejó la defensa y la pelota le quedó otra vez, enganchó para adentro y el zurdazo fue despejado por Aguirre casi sobre la línea. Todo eso, en poco más de 20′, en los que Roca apenas inquietó con un remate de Trecco que se fue cerca.
El juego estuvo planchado 10′, pero la sensación era que cuando el “torito” aceleraba podía lastimar. Valenzuela sacó con lo justo cuando iba a definir Susvielles, el exFerro de Pico se inventó una jugada solo y metió el derechazo que se perdió apenas afuera y Francisco Molina encontró una pelota perdida tras una serie de rebotes e, increíblemente, el zurdazo se abrió contra el caño izquierdo. Tanto que se perdía en el área rival, generaba preocupación, sobre todo cuando en una pelota parada Portiño ganó y, por centímetros, el cabezazo no terminó dentro del arco. En el juego, la diferencia era amplia, pero en el desarrollo estaban en tablas. Hasta que a los 40′, llegó el premio para los de Giganti. Por izquierda, el lugar que menos había elegido para atacar, Molina llegó al fondo y levantó un centro perfecto, preciso, por encima de la cabeza de Rodríguez para que Wilson Albarracín meta el frentazo que desató el festejo en el Minella y puso el merecido 1 a 0 para ir al vestuario victorioso.
Con la ventaja, iba a ser otra cosa. Alvarado se terminaba de tranquilizar y Deportivo Roca estaba obligado a usar el plan B y salir a buscar un poco más adelante. Cosa que intentó en el arranque del complemento, pero que no le dio demasiado resultado. Salvo por un remate lejano de Valenzula que hizo brillar a Juan Francisco Rago que sacó al córner, no generó nada. Y esa jugada, más un centro bajo que también encontró la buena respuesta del arquero, hizo reaccionar al local que se decidió a liquidarlo. Se juntaron los dos de arriba, Susvielles habilitó a Albarracín, el goleador se aprestaba a definir y fue derribado, para estirar la cuenta desde el punto penal, con una ejecución perfecta, suave, al caño izquierdo de Paniccia que eligió el otro palo.
El segundo gol y la expulsión (injusta) de Cifuentes, fue demasiado para un Deportivo Roca que veía complicar con su panorama a los 10′ de la segunda mitad. Y encima, Alvarado no sacaba el pie del acelerador y quería más. Susvielles merecía el tuyo pero Paniccia lo evitó con una muy buena atajada, abajo, sobre su palo derecho; y Albarracín casi “se lleva la pelota” con una gran volea de derecha que se fue apenas cruzada. El tercero estaba al caer y cayó. De una manera que hacía mucho no pasaba, en una pelota parada, con un tiro libre magistral de Tomás Mantia que acarició la pelota de zurda y la colgó del ángulo derecho de Paniccia que se estiró pero nada pudo hacer.
A esa altura, el Minella a era una fiesta y había ovaciones para los que salían y una gigante para el ingreso de Ezequiel Ceballos, el último gran ídolo del club que entró un cuarto de hora para darle pausa al equipo, tranquilidad con la pelota y, si podía, profundidad para llegar al cuarto. Como en una de Molina que, antes de irse reemplazado, reventó el travesaño con un zurdazo fuerte.
Eso fue todo. El resto, aplausos, alegría y esa ilusión de la gente que nadie podrá detener, aunque todos sepan que esto recién arranca y este torneo es largo y duro.