Jorge Elias Gomez, Opinión

Alfonsín y cuándo la ponderación no es suficiente

Los historiadores recopilan datos de documentos,  testigos de hechos reales y resultan más o menos confiables, según su constatación. Cuánto más nos alejamos y dejamos de ser contemporáneos a los sucesos, más atrás dejamos la exacta dimensión de lo que se alcanzó en 1983.

 Una histórica revolución popular de la mano de la democracia, del voto en las urnas,  sin luchas armadas ni combatientes en la clandestinidad ni secuestros a cambio de sumas millonarias ni persecuciones políticas ni carapintadas, sin paros salvajes ni comportamientos desestabilizantes.

Es difícil, es imposible avanzar en la organización de un país, cuando desde la oposición se naturaliza el flagelo de la corrupción, a tal punto que marchan bajo su bandera. No pregona la institucionalidad, no recita la Constitución Nacional, sodomiza la justicia, no practica la democracia interna sino la demagogia y el populismo. Es una lucha que quiebra las equivalencias y deforma el estado de derecho. Desarrolla la desigualdad social, que no ayuda a comprender que el orden mundial es dinámico. Así se entierran años de esfuerzos de un país y sus habitantes, que cada 10 años chocan contra relatos de maquillaje alimentado de fábulas.

Raúl Alfonsín no sólo nos devolvió la democracia. Hay una interpretación parcial de esa gestión patriótica, ya que no debe escindirse en el contexto en el cual fue logrado. Considerar que haber dejado atrás la dictadura militar merece el  mayor reconocimiento,  es relativizar lo acontecido. El NUNCA MAS puso en marcha un proceso de 35 años, desde dónde todavía no terminamos de desterrar.

Los vicios de la democracia han proliferado en esta tendencia que crece con ánimo y sucesivo aporte de decadencia. Con discursos cargados de experiencias frustrantes, defraudaciones e indignas condiciones sociales. Para esto no era la democracia. No era para robarse el Estado ni para vivir del mismo. Siempre falta la misma pata en la misma mesa. Vender  la propuesta política tomando como vértice el ilusionismo.

Alfonsín cargado de ideales puso la piedra fundacional, pero pocos han sido los ladrillos que han contribuido a levantar un país, que soñamos quienes abrazamos la libertad y la igualdad. Como nunca, el oportunismo y la falta de escrúpulos fueron ocupando los espacios que dieron lugar a aventuras personales, que accedieron a organizaciones políticas para formar asociaciones ilícitas y enriquecimientos de grupos y familias que formaron parte de las mismas.

El presidente Alfonsín casi rogaba poder entregar el poder del pueblo a otro civil, para romper con la lógica de militares que nos golpeaban sistemáticamente, interrumpiendo períodos constitucionales. No lo hicieron sólo las FF.AA. hubo civiles, fuerzas vivas, sindicatos y políticos que supieron enrolarse en los movimientos golpistas. Lo obligaron a un traspaso de mando adelantando, pero no usó  de refugio la Quinta de Olivos, tampoco rompió con la tradición de la entrega de atributos de mando, como reza la Constitución Nacional.

Alfonsín nos devolvió y nos envistió con las ropas de la democracia, pero a la Argentina a la que  accedió a gobernar con los votos, lo hizo con la responsabilidad de dejar atrás la fórmula Perón – Perón, los guerrilleros y extremistas de derecha e izquierda, la Triple A, y los estragos de los efectos de una guerra perdida por nuestras Malvinas.

 Edificar desde la democracia, sobre este cúmulo de desafíos fue su objetivo. Pero lo voltearon los paros  salvajes, el poder económico, la Iglesia, los militares y la complicidad de quienes siempre estuvieron detrás de estas desestabilizaciones que fueron perfeccionando con el tiempo, y lamentablemente, han llegado hasta nuestros días sin perder la costumbre. Ahora, suelen ser más sofisticados, pero no han abandonado su traumática persistencia basada en la regresión, son irresistibles al contagio.

Hoy a 35 años de su gesta inolvidable, muchos lo hemos recordado, algunos con discursos y actos. Pero no todos lo hicieron con la convicción y la siembra de su histórico legado. No lo olvidaremos.

Jorge Elías Gómez

Jgomez mdphoy.com

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