A menos de una semana de haber asumido como nuevo secretario de Seguridad en Mar del Plata, el diputado Rodolfo Manino Iriart, ladero del gobernador bonaerense, comenzó a recibir diferentes críticas por considerar que no se encuentra capacitado para asumir un rol clave en la ciudad, como lo es la seguridad.
No solo los ediles locales sino también el periodismo especializado, se mostraron duros con el elegido por Daniel Scioli, para hacerse cargo de la seguridad de todos los marplatenses.
El periodista Carlos Pagni, columnista del diario la Nación, en su nota del día de la fecha titulada “Guerras y misterios en la tierra de Scioli”, se mostró contundente para con el actual titular de seguridad local, asegurando que “Insaurralde no olvida que, en carnavales, cuando quiso hacer campaña en Mar del Plata, Scioli le encargó al diputado “Manino” Iriart romper los colectivos que llegaban desde Lomas. “Manino”, activo como nunca, ahora es secretario de Seguridad del intendente Gustavo Pulti”.
A continuación, la reproducción textual de la nota:
Guerras y misterios en la tierra de Scioli
No hace falta demostrar que la provincia de Buenos Aires es el principal campo de batalla de la elección presidencial. Allí se concentra alrededor del 39% del padrón y, según la experiencia reciente, más del 40% de los votos. Además, desde que Eduardo Duhalde tomó la Presidencia, en el año 2001, el conurbano comenzó a determinar la vida del Estado nacional.
El kirchnerismo sustituyó al duhaldismo y proyectó esa novedad sobre la economía. Los subsidios a la energía y el transporte, que han sido la bandera principal de la “década ganada”, se vuelcan sobre esa geografía. Allí se pondrá a prueba, por lo tanto, la política económica del nuevo presidente: esas subvenciones alimentan un déficit fiscal que impide reducir la inflación o eliminar el cepo cambiario. Quien quiera reformular la economía debe prepararse para una dura disputa bonaerense.
Hay factores coyunturales que vuelven a la provincia todavía más decisiva. En el Gran Buenos Aires residen quienes, de un modo u otro, necesitan de fondos públicos para seguir viviendo. Es el reino de Cristina Kirchner. Ella mantiene en esos barrios muy altos niveles de adhesión, que le permitirían controlar la sucesión y gravitar más allá de su mandato.
Mauricio Macri mira esa región como un abismo. Por eso Sergio Massa se propone revertir su declinación en ese territorio, donde, de todos modos, sigue compitiendo con ventaja.
La identidad del futuro gobernador de Buenos Aires es también una incógnita crucial del país que se está configurando. Como no hay ballottage, lo más probable es que salga del oficialismo. Para Macri no es indiferente. Ese gobernador podría ser su verdugo. O su aliado. Sobre todo si es alguien que aspira a desafiar a la señora de Kirchner dentro del PJ. Para ella tampoco es indiferente.
Es natural, entonces, que el futuro de la gobernación haya abierto un conflicto entre Daniel Scioli y la Presidenta. Scioli, que está dispuesto a ceder la vicepresidencia -aunque le gustaría acordar con De la Sota-, pone empeño en colocar un reemplazante. Los kirchneristas quieren dominar al sucesor de Scioli. No sólo por el papel que ejercería dentro del partido si pierden la competencia nacional. En el caso de que Scioli se convierta en presidente, para ellos será importante contar con alguien en La Plata para investigar los negocios bonaerenses. Sobre todo si al complaciente Scioli se le ocurre investigar los negocios nacionales.
El duelo ya está en la superficie. La semana pasada, Scioli respaldó a Martín Insaurralde como aspirante a sucederlo. Fue un aval inconfundible: envió a Karina Rabolini a fotografiarse con Jésica Cirio entre los desamparados de Lomas de Zamora. Allí, en la antigua polis del duhaldismo, Guillermo Viñuales, el jefe de Gabinete de Insaurralde, acababa de abrir el primer local de la campaña a la gobernación.
Para Scioli, Insaurralde está lleno de atractivos. Su mujer milita en la farándula, que el gobernador ve como el estadio superior de la política. Además, como el mismo Scioli, Insaurralde goza de cierta impunidad: fue un candidato testimonial, pero conserva buena parte de los votos del año 2013. Y lo más importante: el kirchnerismo lo detesta. Es decir, ofrecería alguna garantía de no andar revisando cuentas viejas, algo indispensable para Scioli.
El regreso de Insaurralde es doloroso. Carlos Kunkel lo trató de “bombón chupado”. Otro poeta, Aníbal Fernández, dijo que “se cagó en todo el mundo”, y lo acusó de “vedetista”. Custodio de las tradiciones familiares, se ve que a Fernández le molesta el matrimonio con una bailarina. Estos vituperios anticipan que a Insaurralde no le asignarán, como entre 2010 y 2013, una suma equivalente al presupuesto de Lomas, 2000 millones de pesos, para obra pública. Al revés, hay intendentes que recibieron llamados de Diego Bossio, advirtiendo que será difícil acceder a programas de la Anses si apoyan a Insaurralde. Con otros se comunicó Julio De Vido.
Los malos tratos de la Casa Rosada estimulan la empatía entre Scioli e Insaurralde. El gobernador ya perdonó el coqueteo con Massa y las quejas por la inseguridad. La reconciliación es reciente. Insaurralde no olvida que, en carnavales, cuando quiso hacer campaña en Mar del Plata, Scioli le encargó al diputado “Manino” Iriart romper los colectivos que llegaban desde Lomas. “Manino”, activo como nunca, ahora es secretario de Seguridad del intendente Gustavo Pulti.
Una víctima de la paz con Insaurralde es Gabriel Mariotto, otro hijo de Lomas. Scioli lo apoyó para arrebatar la intendencia a Insaurralde. Por eso creó la Secretaría de Planificación Estratégica, donde designó a Omar Zulack, un colaborador del vicegobernador. Zulack fue rector de la Universidad de Lomas y delegado de la SIDE en Montevideo. Si bien su secretaría se creó en diciembre de 2013, Scioli lo dejó sin oficina para que no consumiera presupuesto. Pero el mes pasado se hizo cargo de la planificación. Tal vez sea tarde para una empresa tan ambiciosa. A Scioli le quedan ocho meses de gestión.
Cristina Kirchner no tolera a Insaurralde. Prefiere a Julián Domínguez. O, como especulan algunos de sus fieles, a un Florencio Randazzo degradado. El ministro del Interior debe reponerse de la reprimenda por haber dicho lo obvio: “Scioli es igual a Macri y a Massa”. Su problema es que algunos militantes de La Cámpora lo incluyen en la lista. Un par de semanas atrás coreaban en un acto de Lanús, con crudeza imperdonable: “Randazzo, Randazzo, sos Scioli con dos brazos”.
El debate desnuda un trauma: en 12 años, el kirchnerismo no pudo crear una dirigencia competitiva en su distrito principal. Insaurralde, Domínguez, Randazzo, son duhaldistas disfrazados. Por eso quienes se ubican a su izquierda, pretenden que la señora de Kirchner imponga un candidato a gobernador diferenciado. Es el sueño de otro vecino de Lomas: Fernando “Chino” Navarro, del Movimiento Evita.
Insaurralde es más pragmático. En su calendario electoral titila el lunes próximo. Cree que el retorno de su jefe político, Marcelo Tinelli, con ShowMatch, le hará recuperar los 8 o 9 puntos de imagen que perdió desde su casamiento. Y una expectativa adicional: que, en alguna de sus conversaciones con Máximo Kirchner y Cristóbal López por el destino de la AFA y las apuestas deportivas, Tinelli abogue por su candidatura.
A López no hay que convencerlo. Ningún candidato bonaerense está tan ligado al negocio del juego como el ahijado de Scioli. El propio Insaurralde lo hizo notar en su fiesta de bodas, asignando una mesa destacada a los caciques de esa actividad. Además de Federico de Achával, el socio de Cristóbal, estaban el propietario de bingos y presidente de Boca, Daniel Angelici; su socio Daniel Mautone, y Guillermo Gabella, de Boldt. Esa cofradía de la calidad institucional cultiva a Insaurralde desde que era secretario de Jorge Rossi, el hombre de Duhalde en Lotería.
Insaurralde piensa escapatorias por si el kirchnerismo lo repudia. Una es postularse con un partido propio. La otra, obedecer a su estratega, Jésica, y aliarse a Macri. La primera dama de Lomas tiene una amistad con Macri que trasciende la política y se remonta a la historia íntima de Boca. Un experto bonaerense aventura: “Si le hubieran hecho caso a Jésica, Insaurralde ya sería gobernador, y Macri presidente”.
Macri tiene un déficit crítico en el conurbano. Gustavo Posse y María Eugenia Vidal todavía no despuntan. Y existe un problema de fiscalización de la elección. La convocatoria de simpatizantes por la Web es adorable. Pero, ¿esos voluntarios habrán entrado alguna vez a un cuarto oscuro en González Catán, donde las puertas no se cierran? ¿Sabrán que los punteros de Esteban Echeverría hacen sonar la alarma del auto del fiscal opositor para hacerlo dejar la escuela y armar el voto en cadena? ¿Aceptarán no probar bocado porque se robaron el camión con las viandas y el repuesto de boletas? La novedad de este año es que la escena estará bajo el cuidado de los policías municipales, los imparciales “pitufos” bonaerenses. Tal vez pensando en esta hazaña Macri valore a los viejos punteros radicales. Esos dinosaurios pasaron por todo.
Massa prepara el relanzamiento de su accidentada campaña para el 1° de mayo. Su objetivo es fortalecerse en la provincia. “Quiero que me expliquen -se queja- cómo va a ganar Macri si mide menos de 18% en el conurbano.” Para la gobernación piensa en Francisco de Narváez y Darío Giustozzi. Algunos kirchneristas creen que Giustozzi, resentido con Massa por la promoción de De Narváez, podría regresar al oficialismo. Pero Giustozzi ya tuvo una señal de que no conviene regresar: los agravios a Insaurralde.
Macri y la UCR no miran a Giustozzi. Miran a Massa. Si él no consigue afirmarse más allá del conurbano y Macri crece sin hacer pie en esa región, ¿hay posibilidad para una alianza? Massa jura: es imposible. Pero negocia. Él, Macri y la UCR están aliados en muchísimos distritos. ¿Podrían, llegado el caso, extender esa combinación a Buenos Aires? Es la incógnita mayor de la política argentina.
La Nación