Se cumplen 39 años del peor periodo de violación de derechos humanos que recuerda la historia argentina. Lejos en la barbarie quedan las persecuciones de los pueblos originarios, las luchas intestinas del siglo 19, o las corridas golpistas del siglo 20.Era impensable para quienes vivimos aquellos días pensar que a solo 2 años y meses del golpazo de Onganía -triple A mediante- se pudiese orquestar en el país un golpe, el más sangriento de nuestra historia, que nos dejó 30.000 desaparecidos, miles de detenidos, más de 500 bebes robados y cerca de 50.000 exilados a lo largo y ancho del mundo.
Una deuda externa que superó los 45.000 millones de dólares, desocupación record con el consiguiente aumento de la pobreza en el país, recesión económica con la clásica inflación, fueron algunos de los indicadores económicos que nos dejó el golpe cívico-militar.
Solo a partir de la represión indiscriminada y la existencia de más de 500 campos de concentración esparcidos por todo el territorio nacional, se logró detener las protestas de una población que a medida que despertaba de su sueño, veía con asombro como los mínimos derechos individuales se vulneraban.
Los dueños de la Patria, los señores de la guerra, alcanzaron su cenit cuando se proclamaron derechos y humanos con la complacencia de vastos sectores que por razones geopolíticas o económicas miraban para el costado o evitaban incluir Argentina entre los países violadores de derechos humanos o simplemente entre las dictaduras de la época.
Recuerdo todavía el énfasis que ponía el por entonces candidato a Presidente de Venezuela,-lugar donde yo estaba exilado- al comentarme su visita en el año 1978 a Buenos Aires, donde sus camaradas comunistas de argentina le explicaban que “Videla es parte de los generales buenos, que luchan por frenar a los malos, tipo Menéndez o Díaz Bessone, que quieren terminar con la izquierda en la Argentina”. Para Héctor Mujica ese era su nombre, Videla, Viola y compañía eran una garantía, en cuanto a que Argentina no violaría los derechos humanos y sobretodo no rompería sus acuerdos comerciales con la por entonces potencia Unión Soviética.
Era de vital importancia para la humanidad hacer posible que los juegos Olímpicos de Moscú fueran los mejores de los realizados y en eso Argentina tenía mucho que decir y hacer.
Difíciles 39 años los transcurridos en democracia. Con sus idas y sus vueltas, con sus dimes y diretes, con sus más y sus menos, pero con la idea de sostener a cualquier precio la libertad y democracia conquistadas.
Muchos compatriotas quedaron en el camino como para justificar la corrupción reinante, la pobreza desmedida, la desigualdad hiriente y los millones de argentinos que no tienen acceso a las más mínimas condiciones de vida. Muchos argentinos nos exigen desde la historia que hagamos cierto aquellos principios que dieron luz a nuestra Patria como son el más igualdad, más libertad y más justicia.
Pero para su logro habrá que empezar a entender que la razón unilateral no existe, que el diálogo es el camino que los iluminados no iluminan y que en definitiva al país lo hacemos todos y por ende, debe ser para todos.
Entenderlo así será haber aprendido la lección del golpe cívico-militar de 1976 y no olvidarnos que antes de los militares también hubo “iluminados” que en lugar de traer luz, encandilaron nuestros ojos para llenar de tinieblas la Argentina.
Dr. Eduardo Andriotti Romanín, candidato a Gobernador del Partido Socialista Auténtico