El tema de la deuda nos viene siguiendo desde antes de la recuperación democrática del 10 de diciembre de 1983. Vivimos algunos años de estabilidad y crecimiento económico y cíclicamente períodos signados por la inestabilidad y el estancamiento. La deuda siempre está detrás de estos procesos. El resultado de estos ciclos es la situación en la que nos encontramos actualmente, mucho más cercana a la “frustración” que a la “realización” plena de la Patria y su Pueblo.
¿Es la deuda la responsable de este infortunio? Entiendo que sólo en parte. El gran problema es que carecemos de un Proyecto de Nación de mediano y largo plazo a partir del cual ubicar el concepto “deuda” en un adecuado lugar comprendiendo por un lado “las necesidades materiales de la Argentina” y por otro “los mecanismos de la deuda en el contexto mundial que nos ha tocado vivir”. Sin claridad sobre un Proyecto de Nación y sin comprensión sobre el rol político que tiene la diferencia entre ser deudor o acreedor el problema no tendrá solución.
Una mirada sistémica
A quienes tienen la responsabilidad de gobernar “el árbol parece impedirles ver el bosque”. En este sentido diría que las urgencias les impiden ver lo trascendente. No los culpo, ni los critico, me remito a describir lo que observo desde mi punto de vista. Entonces no existe una postura clara sobre la deuda pasada y mucho menos sobre la futura.
Desarrollar una mirada sistémica implicaría observar el desenvolvimiento real de la deuda en el devenir histórico, su papel en el orden financiero, económico y político, e intuir sus implicancias futuras.
El asunto es superar en una primera instancia la mirada de Jardín de Infantes que nos dice que: “endeudarse no es bueno ni malo” o “las deudas se pagan”. Al niño Mauricio de la salita amarilla del Jardín de Bolívar 1, deberíamos convocarlo a estudiar la materia completa cuando dice: “Hay que hacer lo que pida Griesa porque si no entramos en default”. Tampoco hago mías las palabras de nuestros aliados cuando sostienen: “… rechazamos el default como un camino viable y hacemos responsable al Gobierno si emprende ese camino.” Ya Cristina se pronunció. Todos contentos. Los mercados llenos de alegría. No es mi caso.
Seguiré con atención el desarrollo posterior de este tema y entregaré unas líneas cada día. Para cerrar las de hoy, voy a tomar dos párrafos del discurso del 11 de octubre de 1922, que (como homenaje al escritor, periodista, filósofo y para esos días Ministro de Instrucción Pública de México don José Vasconcelos) pronunciara José Ingenieros:
“Hace pocas semanas, un ilustre amigo dominicano, Max Enríquez Ureña, fijó en pocas líneas el “sistema” general de la conquista: “El capitalismo norteamericano, amo y señor de su país, y director de las conciencias de los más altos políticos en aquella nación envilecida por el mucho oro que posee, quiere especular con menos riesgo o con más seguridades en la fértil zona tropical; quiere garantizar sin dudas y sin temor, la inversión de su dinero; quiere adquirir, protegido por el poder público, tierras baratas con títulos dudosos; quiere llevar peones baratos donde no los haya, aunque representen un peligro en el orden de la inmigración y perjudiquen al trabajador nativo. Para conseguirlo azuza a su gobierno, que es su esclavo; y el plan, tantas veces puesto en práctica, es el de ofrecer, con vivas protestas de amistad, un empréstito al pueblo pequeño que se ha entrampado por inexperiencia o la torpeza de sus gobernantes; y puesto ese primer eslabón de la cadena, cuando, por causa de esa hipoteca del porvenir nacional, reaparece el estado de insolvencia del tesoro público, se ofrece otro empréstito, pero se exigen mayores garantías, y empréstito tras empréstito, en el momento de crisis más aguda, se toman en prenda las aduanas de la nación endeudada.
Tras esa garantía, viene la fiscalización económica de todos los resortes de la producción que tiene el gobierno deudor; y tras la dirección plena y absoluta de la vida económica, o simultáneamente con ella, surge la injerencia política directa y dictatorial, y la medida final es el control del ejército nacional, o el establecimiento de tropas norteamericanas en el territorio de esa suerte dominado y explotado. Esa es la obra codiciosa del capitalismo expansionista que tiene alquiladas, para obedecer sus designios, la conciencia y la voluntad de los estadistas que preconizan “la diplomacia del dólar”.
Estas palabras contienen una advertencia seria: el peligro no comienza en la anexión, como en Puerto Rico, ni en la intervención, como en Cuba, ni en la expedición militar, como en México, ni en el pupilaje, como en Nicaragua, ni en la secesión territorial, como en Colombia, ni en la ocupación armada, como en Haití, ni en la compra, como en las Guyanas. El peligro, en su primera fase, comienza con la hipoteca progresiva de la independencia nacional mediante empréstitos destinados a renovarse y aumentarse sin cesar, en condiciones cada vez más deprimentes para la soberanía de los aceptantes.
El apóstol cubano José Martí advirtió hace tiempo lo que hoy repite con voz conmovida el eminente Enrique José Verona: guardémonos de que la cooperación de amigos poderosos pueda transformarse en un protectorado que sea un puente hacia la servidumbre.”
Pasaron más de 90 años desde que se pronunciaron estas palabras. Cambiaron muchas cosas. Pero quien quiera tener una idea de cómo funciona el “sistema de la deuda” no deberá omitirlas. En caso contrario nunca entenderá porque se trata de una “deuda perpetua”. Continuará…