Dilema imposible de superar en la República Argentina: no hay seguridad en ningún lado. Nos hemos quedado sin opciones. Hace años, cuando la mayoría de los delincuentes asolaba las noches, nuestros padres tenían un remedio infalible para cuidar nuestra integridad física, que era no salir, quedarse en el hogar.
Pero los tiempos han cambiado, esa opción ya no resulta porque los delincuentes asaltan nuestras casas, roban, ultrajan, violan y asesinan, viejos, jóvenes y niños.
Hace pocas horas lo padeció el periodista deportivo del diario La Capital, Daniel Cobeaga, quien recibió un balazo disparado por dos chorros en moto cuando el colega intento huir para evitar el asalto; pero los delincuentes, al perder la víctima lo balearon y el proyectil ingresó por su mejilla y quedó incrustado en el maxilar. Cómo se dice comúnmente, nació de nuevo, porque alcanzó a llegar hasta una estación de servicio donde fue auxiliado y trasladado al Hospital Interzonal.
Pero hubo algo mucho más grave que una vida humana: Daniel llegó al nosocomio y se encontró con otras cinco personas que recibían las primeras curaciones y que también habían sido heridas por malhechores, según pudo declarar: más grave que una vida humana son cinco vidas; y más trágico que cinco vidas son las que se registraran en todo el territorio al caer el sol. Parafraseando a Don Armando Tejada, podríamos decir: “A esta hora, justamente, hay delincuentes y asesinos en la calle”.
¿Esto se supera con la emergencia policial dispuesta por el gobernador Daniel Scioli y que no dio resultado en 2007, cuando inició su gestión prometiendo terminar el delito al habla en el parlamento bonaerense?
Ya hemos dicho que la mayoría de esas disposiciones se podrían haber ejecutado por simples medidas administrativas; lo único que permite “la emergencia” (y que crea sospechas) es comprar, gastar dinero del presupuesto, patrulleros, armas, chalecos, etcétera, sin llamar a licitación pública.
Y lamentablemente el paso de las horas confirma que tampoco en esta oportunidad se podrá disminuir la ola delictiva y asesina.
Hemos perdido memoria y capacidad de pensar los argentinos y eso también es producto de la acción de los militares que ensangrentaron la Patria, raptando y asesinando; todavía no recuperamos el coraje ni el temor de llamar a las cosas por su nombre, sin utilizar eufemismos.
Creemos, aunque desearíamos estar totalmente equivocados, que todo lo que está haciendo el gobierno de la provincia de Buenos Aires, es vulgar estrategia electoral.
¿Qué puede aportar la Policía Comunal?
Antes de responder la pregunta vamos a recordar un hecho trágico y que casi le cuesta el puesto al que era gobernador de Buenos Aires en ese entonces, Antonio Cafiero: hubo en las postrimería de 2012, exactamente el 31 de diciembre de ese año, un hecho desencadenante de una pueblada en Tres Arroyos, motivada por la desaparición de la niña de 11 años Nahir Mustafá.
La criatura había salido de su hogar para ir a la piscina de natación del pueblo y nunca llegó; entonces su madre y numerosos vecinos salieron a buscarla rincón por rincón; en busca de auxilio llegaron hasta la Seccional Policial y lejos de prestarles ayuda, “los servidores públicos”, siguieron bebiendo, y celebrando la llegada del nuevo año.
El cuerpito de Nahir fue hallado, sin vida, con signos violación. Todo Tres Arroyos se enfureció, salió a la calle, destrozó la Comisaria, quemó patrulleros y vehículos particulares. Fue tan grande “la pueblada” que Antonio Cafiero debió viajar de urgencia desde La Plata a esa ciudad, hablar con los vecinos, remover a todos los policías y a comprometerse a “investigar hasta las últimas consecuencias, haciéndole pagar al asesino su aberrante acción”.
No hubo justicia, el criminal jamás fue descubierto, porque desaparecieron pruebas clave de la investigación y poco a poco otros horrendos hechos fueron tapando el de la nena Mustafá.
Uno de los tantos ministros de Seguridad que pasaron por el gobierno bonaerense encontró la solución: crear la policía comunal, dependiente de los intendentes de cada uno de los distritos con más de 70 mil habitantes…
¿Y eso para qué?
Solo para cambiar trasladar la responsabilidad del gobernador bonaerense o del jefe de policía al intendente; o sea que cualquier hecho grave que se registre en algunas de las ciudades con más de 70 mil habitantes será responsabilidad del intendente municipal; una forma de echarle la culpa a los otros.
Como parte de esa estrategia “cambiaron todo para que todo siga igual”: el gran cambio fue llamarle “capitán al comisario” y adoptar la nomenclatura militar para definir el grado de los policías. También hubo otros hallazgos: balacera por tiroteo; aparcar por estacionar; carro por automóvil. Bah, jueguitos para la tribuna.
Si los gravísimos problemas policiales no lo pueden resolver los uniformados de carrera, ni tampoco los militares ¿podrán hacerlo los jefes municipales?
Analicemos el problema de Mar del Plata: Gustavo Pulti que no pudo manejar sin que hubiera corrupción la entrega de registros de conducir o que fue incapaz de evitar el exceso de horas extras en tránsito, ¿podrá ponerle coto a la grave acción de la delincuencia pesada?
Es cierto que muchos de los jefes comunales bonaerenses aceptaron el nuevo sistema por un solo motivo: la partida presupuestaria que el gobernador se comprometió a efectivizar todos los meses; ello facilita la utilización de esos fondos para otros menesteres.
En síntesis: resulta infantil creer que, designando a un intendente municipal, con bigotazos y pinta de sheriff del Far West, como jefe de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, vamos a solucionar el grave problema de la inseguridad y el crimen organizado.
Cómo será de temible la ola delictiva que Luis Valor, alias “el gordo”, legendario asaltante pesado-pesado que lideró una súper banda especializada en robar bancos y desguazar blindados de caudales, entre otras cosas, al recuperar su libertad, expresó: “hay que cuidarse de los narcos y de los que te matan por dos pesos…”.
Redacción: mdphoy.com
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