Con calculada insistencia, los voceros del régimen, intelectuales y “opositores” siempre funcionales, utilizan la gloriosa fecha del 2 de abril no sólo para disfrutar del feriado turístico sino, lo que es más grave, para manifestarse en cuanta ocasión puedan a fin de lamentar “los chicos que murieron” en Malvinas, agregar que aquello “fue una guerra promovida por un borracho trasnochado” y finalmente, abrevar una y otra vez en la consabida demonización del Proceso de Reorganización Nacional.
Sin embargo, vale desnudar una vez más la hipocresía en la que incurren nuestros habituales recolectores de votos, al bastardear una gesta que fuera oportunamente apoyada con sumo fervor por los mismos partidos políticos que hoy cargan tintas demonizando todo aquello, sin advertir que la mentada “borrachera” no fue un fenómeno personal sino colectivo, puesto que la población virtualmente unánime aplaudió y respaldó la guerra con sonoro espíritu triunfalista. Tanto es así que hubo numerosos y multitudinarios actos de apoyo en los que el Presidente Leopoldo Fortunato Galtieri se vio obligado a saludar desde los balcones de la Casa de Gobierno ante el insistente clamor de la multitud que lo vivaba.
Efectivamente, omiten mencionar nuestros escribidores de historietas, que por entonces un arrasante fervor popular apoyó al gobierno de facto y se manifestó a favor de la guerra, al igual que lo hicieron numerosos dirigentes políticos que salieron de inmediato a dar su incondicional respaldo. Tanto es así que el 7 de abril “dirigentes gremiales como Lorenzo Miguel y Saúl Ubaldini y políticos destacados como los peronistas Antonio Cafiero y Deolindo Bitel, el radical Carlos Contín (Presidente del Comité Central del Partido), el populista Oscar Alende y Jorge Abelardo Ramos, de la izquierda nacional, viajaron a las Islas Malvinas para la asunción del efímero gobernador general Menéndez. El 10 de abril se congregaron en Plaza de Mayo cien mil personas con banderas, entre las que se destacaba un cartel con el lema ‘CGT presente, soberanía o muerte’”. Al mismo tiempo, el procesista Ernesto Sábato hacía declaraciones para la radio española alegando: “no es la dictadura la que está luchando, es el pueblo entero”[1]. Desde Comodoro Rivadavia, en declaraciones radiales Deolindo F. Bittel (ex candidato a Vicepresidente de Luder en 1983 por el P.J.) espetó: “entendemos que la justicia y la reivindicación contenidos en este acto de gobierno merecen que la decisión sea compartida por todos los habitantes de la República Argentina”[2]. En esa misma ocasión, Antonio Cafiero dijo que “la afirmación de nuestra soberanía, el mejoramiento de la imagen exterior y la consolidación de la unidad nacional son tres de los principales réditos que el enfrentamiento armado está en condiciones de dejar. Por otra parte, el gasto que demanda es infinitamente menor que el déficit provocado por la política de despilfarro aplicada en épocas de paz” y seguidamente agregó: “A medida que las acciones resultan más dramáticas se va diluyendo nuestro objetivo partidista, y por esa causa nos propusimos dejar de hacer todo aquello que pudiera dividir la opinión de la comunidad, decidiendo entonces entrevistar a los jefes de las guarniciones patagónicas”.
Políticos de todas las ideologías se reunieron con el Ministro del Interior, Gral. Harguindeguy (amigo íntimo del futuro Presidente Raúl Alfonsín) el 2 de mayo. Al salir de la tertulia, el izquierdista Oscar Allende expresó: “Estamos gozosos de poder asistir a un hecho trascendental. Es un acto de decisión y arrojo que hace honor al gobierno y a las fuerzas armadas argentinas” y en igual circunstancia el relevante dirigente justicialista Torcuato Fino ratificó “la solidaridad del justicialismo con esta actitud del gobierno”; en representación del radicalismo, Francisco Rabanal manifestó: “El episodio de hoy fue anhelado por varias generaciones de argentinos”. Lleno de júbilo, dos días después el ex Presidente Arturo Frondizi declaraba que “La acción de las fuerzas armadas, tendientes a poner fin a la usurpación de Inglaterra en Las Malvinas y demás islas del Atlántico Sur, merece todo nuestro apoyo”. El gobernador de la Provincia de Bs.As., Gral. Saint Jean, también se reunió con los representantes de los partidos Intransigente, Demócrata Cristiano, U.C.R, M.I.D, P.J, y Demócrata Progresista y al salir, hizo mención al apoyo brindado por los dirigentes y afirmó haber recibido expresiones que “fueron conmovedoras”[3]. Una encuesta de la época efectuada por Gallup señalaba que el 90% de la población adhería a la guerra, y sólo el 8% se oponía. Los más entusiastas en apoyarla eran los sectores de izquierda (quienes se alistaban como voluntarios para ser llamados al frente de combate).
Otra acusación en torno a lo acontecido nos dice que el conflicto fue desatado por las FF.AA. para obtener rédito político y “perpetuarse en el poder”, sin embargo, hasta la mismísima justicia alfonsinista, cuando enjuició al Gral. Galtieri, determinó que “El fallo de la Cámara no implica críticas de manera alguna a la gesta de Malvinas […] La Decisión de la Junta Militar de ocupar las islas respondió a la necesidad de reaccionar frente a una añeja, pertinaz y ultimamente intolerable ofensa a la soberanía argentina […] esas circunstancias a modo de abanico fueron concentrándose hasta conformar una agresión, que no solo justificaba, sino que imponía una oportuna defensa en aras de proteger nuestros intereses superiores de la Nación”[4]. Tanto es así, que Galtieri ni siquiera fue condenado por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, y los cargos que se le imputaron no tenían relación con la ocupación de Malvinas y la guerra contra Inglaterra, sino con haber mantenido el “combate una vez conocida la magnitud de la reacción inglesa, a las fuerzas propias en inferioridad de condiciones”, categórica resolución jurídica (y política) que pulveriza los aforismos predilectos del elenco estable de papanatas que suelen atribuirle a la legítima recuperación de las Islas Malvinas propósitos tan sórdidos como ficcionarios.
Tampoco es cierto el rutinario embuste que nos dice que los soldados argentinos fueron un vacilante tropel de “chicos asustados”, puesto que, a pesar de las notables desigualdades tecnológicas, éstos pelearon palmo a palmo contra una de las potencias militares más importantes del mundo, hecho que fuera reconocido por los mismos militares y personalidades norteamericanas e inglesas, empezando por la mismísima Primer Ministro Margaret Thatcher, quien cuenta que varios años después de la guerra “un general ruso me dijo que los soviéticos habían estado absolutamente convencidos de que no lucharíamos por las Malvinas, y que de hacerlo, perderíamos”, episodio que obviamente no se dio, pero que no era impensado, puesto que al decir de la propia Thatcher “Sin los Harriers, con su gran capacidad de maniobra, piloteados con enorme destreza y valor, y empleando la última versión del misil Sidewinder aire-aire proporcionado por Caspar Weinberger, no hubiéramos podido recuperar las Malvinas”[5].
Asimismo, en momentos decisivos, el día 13 de junio de 1982 (un día antes de la rendición de las tropas argentinas), el Almirante británico Sandy Woodward (Comandante de la Fuerza de Tareas Expedicionaria Británica) elevó un dramático informe al Comando de las Fuerzas de Tierra, en el cual, tras relatar las profusas averías y el desmantelamiento que estaban padeciendo las tropas británicas concluyó: “Francamente, si los argentinos pudieran sólo respirar sobre nosotros, ¡nos caeríamos!. Tal vez ellos están igual. Solo cabe esperar que así sea, de otra manera estamos listos para la carnicería”. Lo cierto es que oficialmente (y sin contabilizar las bajas padecidas por las tropas de apoyo de los “Gurkas” y las escocesas) Inglaterra declaró que “en los 45 días de guerra, proporcionalmente, perdió más hombres que en la Segunda Guerra Mundial: 255 muertos y 777 heridos”, dato al que cabe agregar que en Inglaterra se suicidaron más veteranos de Falklands, que los veteranos de Malvinas y que de los 616 muertos argentinos, casi la mitad lo fueron a causa del hundimiento del Crucero Gral. Belgrano [6] (fuera de la zona de exclusión).
Una vez más, una fecha que debería invitarnos a la sana reflexión y al merecido reconocimiento de héroes y patriotas, el relato oficial del kirchnerismo (convalidado por el resto de los mercaderes de la partidocracia) manosea una noble causa para tapar noticias incómodas a la vez que distorsiona y disfraza, por milésima vez, nuestro pasado reciente mancillando la memoria de nuestros prohombres y enalteciendo la de los rufianes, que para desdicha nuestra siempre abundaron.
Por Nicolás Márquez
La Prensa Popular
Esto prueba, una vez más, que el nuestro es un pueblo (incluyendo políticos y periodistas) con MEMORIA selectiva, aparte de ser ciclotímico, puesto que tras la rendición de las tropas argentinas ese mismo pueblo que festejó la recuperación de las islas salió a la calle a protestar por la derrota con toda la furia.
Muy correcto el aporte de Nicolás Márquez, aunque faltó agregar un detalle no menos importante: quienes se oponían a la guerra generalmente tenían un familiar en los escenarios de combate. Quienes la apoyaban estaban librados de ello… y muchos de éstos seguían las informaciones de las batallas como si se tratara de un mundial de fútbol.