No caben dudas de que la Torre Tanque es un símbolo de la ciudad de Mar del Plata y un emblema de Obras Sanitarias, empresa del estado municipal en la cual tuve la responsabilidad de trabajar, hasta fin de agosto pasado y con ese destino, la Torre Tanque, durante 10 años.
Poco después de mi retiro, señalaba al redactor jefe de MDPHOY, que esta magnífica estructura, declarada monumento, primero provincial y luego nacional, servía en muchas ocasiones para fotos de acciones supuestamente políticas, lo que recientemente tradujo al escribir sobre varias preocupaciones por el Comité de Contingencia Meteorológica.
Es conveniente aclarar que el comité, fotos mediante, tuvo su lanzamiento precisamente en la Torre Tanque. También se preparó en su primer piso una oficina para reuniones del mismo, que nunca se concretaron ahí. Dispuso Obras Sanitarias para eso, lo que en muchas ocasiones no lográbamos los propios empleados para nuestras funciones.
La primera frustración para el uso adecuado de ese ámbito, preparado para dicho comité, provino de la falta, por prolongado tiempo, del ascensor en condiciones, tomando en consideración que la escalera para llegar a ese primer piso no se queda corta en escalones. Esta falta no aconteció sólo para dicha circunstancia, también lo fue antes y después en reiteradas ocasiones. Hay que observar que este ascensor es Otis, marca señera en el mundo y manifestado por empresas que han pasado por su mantenimiento, como uno de los mejores en su especie. En los últimos años han sido notables las demoras para su conveniente y necesario arreglo.
Sobre la Torre Tanque, mi ocupación no ha sido solamente en mi momento de empleado, lo es actualmente merced a ya vieja denuncia puntual de agresión al lugar, desarmando, destruyendo y tratando de construir una pirámide “propia” por parte de quienes son empleados del pueblo con mayores responsabilidades que no se asumen como tal para el cuidado, conforme a leyes y ordenanzas, del patrimonio cultural, histórico, arquitectónico como lo es la Torre Tanque. Hay quienes tienen una visión muy especial que va por encima de las normas, quizás con el pensamiento de que “yo soy el rey, el emperador o el faraón” y aquí mando yo y esto, no se escapa de la realidad de lo que vivimos en el país. Se acepta, en un signo de cobardía, el “mandato divino”. Perdón por ser ateo en este sentido.
Mi presentación de entonces, sobre la torre, casi tres años, motivó informes incoherentes, incompletos y en particular dilatorios. Ahora, el tema continúa en manos de la Defensoría del Pueblo, la cual, en la actual gestión, se ha manifestado reiteradamente como custodia de los bienes patrimoniales de la ciudad y además ha hecho intervenir a la provincia, por ser monumento provincial, con mis reservas al respecto de lo que puedan hacer.
Pero ésta es una historia que completaré oportunamente. El trajinar por encontrar la verdad, con mis razones sustentadas en normas, amerita una especial nota explicativa, ya que hay muchas cosas que no se saben y otras que no se quieren saber. ¿Conocen a alguien que acostumbra mirar para otro lado? Yo a varios. A veces es conveniente observar en otra dirección para cuidar la quintita, mientras perdemos el contexto, “sin querer queriendo”, como decía el Chavo.
Lo que debo manifestar finalmente es que los misterios de la Torre Tanque no son tales. Son simbólicos de los propios secretos a voces que todos conocemos de Mar del Plata. Tenemos una facilidad pasmosa para hablar de amor y hacer poco y nada a favor de ese sentimiento. Por eso es que la política, en términos globales, está como está en la ciudad. Todos sabemos quién habla con quien y que ordenes se reciben y se cumplen. Más historias que ameritan otra nota que nos comprometemos a redactar.
MIGUEL TOSCANO
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