Life during wartimes (Todd Solondz): el director retoma, con otros actores, los hechos ocurridos en Happines, su film más revulsivo. De hecho, la escena del comienzo es igual a la del comienzo en la primera parte de esta historia. Y lo hace con algunas buenas escenas, como el reencuentro entre el padre pederasta y su hijo, con un trabajo destacado en la fotografía y una presencia muy fuerte de los no lugares. Sin embargo el cine de Solondz se descubre como demasiado mecánico y cínico, más allá de que tenga algunos diálogos brillantes, pero que carecen de sustento en el personaje. En eso se parece a Happines. El resultado de esta segunda parte da una película menos cínica, pero más incompleta e insatisfactoria. Por Cristian Ariel Mangini
A man who ate his cherries (Payman Haghani): el film posee una densidad narrativa que pretende ser natural, pero carece de sostén debido a diálogos incidentales que son convenientes al relato. El trabajo con los colores cumple una función narrativa bastante acotada, pero la película se torna demasiado extensa para la cantidad de ideas que se desarrollan. Haghani gusta de los planos estíticos, casi fijos, cámara en mano, que le dan una naturalidad íntima al relato. Otra cosa que molesta es el poco desarrollo del punto de vista de los personajes respecto de los acontecimientos. Por Cristian Ariel Mangini