Por Mex Faliero
Mientras el jurado presidido por Juan José Campanella delibera cuál será la ganadora del 24º Festival Internacional de Cine, la prensa ya comienza a hacer sus apuestas: por un lado se habla de aquella que resulta mejor como film y por el otro de aquellas que serían más convenientes de premiar. En el primero de los apartados se coincide en colocar a la coreana Mother y la palestina El tiempo que resta; mientras que en el segundo ingresan la nacional Francia, la mexicana Cinco días sin Nora o la uruguaya Mal día para pescar. No sería nada raro que se premie un film de habla hispana.
De lo que se vio en la última jornada de Competencia Oficial, nada para destacar demasiado. Por un lado A man who ate his cherries es un film prolijo desde lo formal pero sin sustancia desde lo temático; por el otro, Life during wartimes no aporta nada más a lo que había hecho el propio Todd Solondz con Happines. Es más, parece copiarse pero sin la misma fuerza ni la misma precisión con que lo hacía para la sátira en aquella película que es una especie de primera parte de esta.
A las 20 se realizará hoy la ceremonia de clausura, donde se entregarán los premios Astor. Se sospecha que estaría presente la presidente Cristina Fernández. En la sala de prensa volaban ayer las invitaciones para presenciar el acto ya que la intención sería mostrar un marco masivo y popular para que Cristina haga su gran presentación. No se sabe si esta vez estará el gobernador bonaerense Daniel Scioli. Lo que sí, es que luego de los premios se proyectará Taking Woodstock, el film de Ang Lee.
Hay que señalar que la jornada del viernes fue particularmente tranquila, luego de lo que fue el jueves con Natalia Oreiro, Juan José Campanella, Pablo Echarri y Marcelo Piñeyro mezclándose con los espectadores y presentando sus películas: Francia, El secreto de sus ojos y Las viudas de los jueves, respectivamente. Más allá de la búsqueda estética y la novedad, lo probado y popular continúa siendo lo más convocante del Festival.
Ya que hablamos de cine nacional, hay que decir que por demás interesante resultó El hombre de al lado, el film con el que Cohn y Duprat confirman lo mostrado el año pasado con El artista: ya no son los jóvenes locos que hacían cosas bizarras en la tele, sino señores autores con una visión particular sobre el mundo. Visión que por cierto tiene alguna cuota incómoda de cinismo que por ahora funciona.
Pero más allá de la historia del diseñador (Rafael Spregelburg) que tiene un problema con su vecino (Daniel Aráoz) por una ventana que abre en la medianera, lo interesante del film pasa porque en el subtexto hay una lectura deliberada sobre el cine nacional y sus diversas variantes: a eso apunta precisamente la presencia de Aráoz, un actor identificado con un perfil más populista a cargo de un personaje típicamente ubicable en el cine costumbrista.
Sin embargo el costumbrismo de Cohn y Duprat es gélido, no hay exceso y todo se reproduce según los tiempos de un cine moderno, contemplativo, antinarrativo. En ese choque, entre la comedia más popular (que representa Aráoz) y la pose más cercana al nuevo cine argentino (Spregelburg) se produce algo nuevo, que es esta película en la que se sacan a relucir las mierdas que llevan bien adentro las sociedades de cierto nivel socioeconómico. Un film más que interesante, dañado en cierta forma por un final poco convincente y que parece hecho a las apuradas.
El Festival se va y resulta necesario hacer balances: por lo pronto, el gusto de haber encontrado un nivel de películas aceptables como pocas veces se ha visto. En todo caso tiene que ver con una política de ir a lo seguro, que no resulta tan conveniente.