Por Mex Faliero
El trabajo en un Festival de Cine no es más que una fina manipulación del tiempo: qué podemos ver, cuándo, en qué momento. Cálculos que nos llevan a recorrer una grilla mental en la que debe quedar espacio suficiente como para pasar de sala en sala, sin perdernos nada. En este sentido Accident, de Cheang Pou-Soi, se convierte en la película ideal. Un grupo se dedica a fabricar situaciones para que alguien muera y todo parezca un accidente. Tanto en los personajes como en el director sobrevive un destacado placer por manipular las situaciones con la puntualidad del mejor de los relojes.
Antes que nada hay que destacar que nos sorprendimos con este film, esperábamos una de tiros y nos encontramos con un relato climático, que tiene su punto más fuerte en cómo el director va enrollando las situaciones y tensando cada momento.
Cheang Pou-Soi es una especie de discípulo de Johnnie To. De hecho el director de Breaking news es el productor. Para nosotros Accident tiene un placer extra: se parece a Los simuladores, en el sentido de que un grupo de personas trabajan contratados por alguien para escarmentar a un tercero, pero en clave macabra. Claro está que aquí lo que se persigue es eliminar a esa persona. Hay cierto aire al cine de Michael Mann en la forma en que se registra el profesionalismo de este equipo.
El film abre con una escena maravillosa: una serie de episodios desencadenan en un accidente, un cartel que se desprende, un vidrio que se rompe y alguien que muere desangrado. El trabajo en el montaje y en los planos va construyendo un misterio sobre el que no entendemos mucho, pero que nos fascina. La idea es un poco como la de Destino final: ver cómo va a ser asesinada la siguiente víctima. Salvo que lo que vemos acá es la parte administrativa, si se quiere, el backstage de esa muerte.
La siguiente operación sale mal y el líder, interpretado por Louis Koo, empieza a trastornarse y a ponerse paranoico: supone que les han hecho una emboscada y que quieren eliminarlo. Los métodos que utiliza para intentar descubrir esa operación se parecen a los de Gene Hackman en La conversación. Y efectivamente el film habla de eso: las casualidades, las coincidencias, aquello que no está a nuestro alcance, y la locura que eso genera. Lo que le termina de dar identidad a esta serie de homenajes cruzados es el tono contemplativo del cine oriental. Si bien el film apela demasiado a las arbitrariedades -sin algunas no funcionaría-, no deja de ser una más que interesante película de género, que aborda un par de temas profundos.
Mientras el Festival comienza su recta final, el jueves parece ser un día fundamental: la Competencia Oficial tiene a dos de sus más esperadas películas; por un lado V.O.S de Cesc Gay y por el otro Francia, de Adrián Caetano y con Natalia Oreiro. Digamos, con la escasez de figuras que ha mostrado el encuentro, la presencia de la actriz uruguaya levantará el termómetro del glamour por más que se trata de una chica bastante simple.
Pero hablemos de cine, y hay que decir que el miércoles no quedará en la historia de la Competencia. Ni Room and a half; ni Colmillos; ni Cartas al padre Jacob colmaron demasiado el gusto de la crítica. E incluso una película como la griega Colmillos, que venía precedida de algunos premios interesantes y con el atractivo que aportaba una trama algo extraña, generó bastante hastío.
Dos propuestas fueron por demás interesantes. Una de ellas estuvo protagonizada por Michael Shapiro, quien brindó un taller de trailers. Efectivamente desde un par de películas, los trailers fueron grandes vedettes de este Festival, donde se les intentó hallar un costado artístico. También la gente de La linterna mágica brindó un taller, en este caso de animación y con la proyección de una serie de cortos de Suiza. Alternativas a las películas que le aportan color estos días que ya comienzan a pesar en las rodillas.