Desde que se puso en vigor la famosa, aplaudida y criticada ley antitabaco que prohibía fumar en el interior de establecimientos públicos como los bares. Desde entonces el aire en su interior es mucho más limpio y sano pero, ¿cuánto más? Una investigación del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua, el IDAEA, perteneciente al CSIC lo ha analizado.
Antes de la puesta en marcha de la ley las concentraciones de partículas PM10 (aquellas cuyo diámetro es de menos de 10 µm) superaban los 200 µm por metro cúbico de aire, es decir, cuatro veces más del máximo legal permitido. Igualmente la cantidad de partículas ultrafinas (aquellas con un tamaño de menos de 100 nanómetros y las más peligrosas para la salud) rondaban las 60.000 por centímetro cúbico dependiendo de las condiciones de ventilación. O lo que es lo mismo, cuatro veces más que lo habitual en la ciudad de Barcelona, y similar a los niveles detectados en vías urbanas con mucho tráfico.
Tras el cálculo de la cantidad de toxinas que existían en el aire antes y después de la puesta en marcha de la ley antitabaco los resultados han sido demoledores, la cantidad de sustancias tóxicas y carcinogénicas se han reducido en un 90 por ciento. Como apunta el autor principal del estudio, Jorge Pey, a la agencia de noticias científicas SINC “el beneficio de la ley es sustancial a efectos de composición química, con reducciones de un 90% en los componentes más críticos desde el punto de vista toxicológico”.
Además los investigadores encontraron en su estudio unas 30 veces más concentración de lantano y cerio, dos elementos generados por el encendido de la chispa de los mecheros.
La investigación se ha publicado en la revista científica especializada Particuology.