En muchas localidades hubo y hay ordenanzas que mandan el envenenamiento a campo afuera. Ponen distancias mínimas para la aplicación de agrotóxicos separando a las personas del veneno.
Y prácticamente en todas ellas se ha repetido el mismo cuadro: un concejo deliberante que entiende que está bien proteger a las personas, y por ende aprueba la norma; un ejecutivo municipal que no sabe qué hacer con esa nueva disposición; un corpus abroquelado de productores que desea seguir fumigando como siempre; un ministerio que habla de buenas prácticas pero en un contexto de descontrol, y organizaciones no gubernamentales o autoconvocados, que se niegan a seguir respirando veneno y piden el cumplimiento de la ordenanza.
Empieza, entonces, un rosario de mesas de trabajo, reuniones, conversaciones públicas y privadas entre los diferentes actores, como si fuese tan difícil comprender que el veneno envenena y que el “poquito” veneno crónico, también.
Zavalla, en la provincia de Santa Fe ha roto este molde. Su ordenanza limita las fumigaciones a 800 metros del pueblo. El jefe comunal citó a los productores a una reunión a finales de agosto en la Facultad de Ciencias Agrarias. Y allí pasaron cosas insólitas, como que el representante del Colegio de Ingenieros que agrupa a los Agrónomos avaló las “buenas prácticas” pero se supo que en los últimos 17 años en la comuna solo se habían realizado tres recetas agronómicas. Tres en diecisiete años.
El jefe comunal de Zavalla, Dr. Ignacio Mujica, expuso lo que a entender de todos, es la argumentación básica a la hora de plantear la falsa dicotomía entre producción y salud: que la Constitución Nacional habla claramente del Bien común por encima de los intereses particulares. Y, dice Mujica “acá estamos hablando de salud. ¿Cómo podemos seguir fumigando si se está enfermando la gente?”
Asi, podemos sumar a este simple sentido común:
– Uno, todo nuestro corpus legislativo ambiental se basa en algo que los fumigadores en resistencia y los poderes ejecutivos, desatienden: el principio precautorio. No es posible seguir echando veneno sobre las personas argumentando buenas prácticas en un contexto de descontrol, cuando se trata de salud.
– Dos, la clasificación de los agroquímicos está mal hecha. En la justicia federal existe ya un amparo a la espera de fallo para revisar esos procedimientos. La “banda verde” no es necesariamente símbolo de inocuidad. Y quienes se resisten a revisar esas metodologías saben que de hacerse, los productos que tan alegremente esparcen se evidenciarían tóxicos.
– Y cuatro, que existe un sinnúmero de opciones, técnicas y ejemplos para trabajar la tierra en esas franjas vedadas al veneno, que no sólo generarían recursos legítimos al productor, sino que superarían sus ganancias y serían replicados como buen ejemplo. El Instituto Provincial de la Agricultura Familiar puede dar cátedra del caso, y exhibir exitosas reconversiones a la agroecología.
Entonces, ¿por donde rompemos este aparente nudo?
Apostando al bien común, apostando al principio precautorio, apostando a la salud. Apostando, en suma, a la vida.-
Lic. Silvana Buján
BIOS Argentina
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