Peñarol salió a jugar duro en defensa tratando de anular a Edwards y Assie, vías de gol del tricolor. Sobre ellos fueron Vega y Leiva respectivamente y lograron su cometido. Quilmes buscó no dejar jugar a Gutiérrez y sobre el fueron Romano en principio y Piñero luego. Conclusión, todos lograron no dejar jugar al otro y el partido era un concierto de desaciertos. La anemia ofensiva que padecían los actores del clásico era severa. De todas maneras, Peñarol hacia pesar su personal con mas oficio y sacaba ventajas sobre el final de un deplorable segundo cuarto, concluyendo con la “sequía de gol” de la mano de un lúcido Woodward, usufructuando los centímetros que regala Quilmes en la pintura y con algunos aciertos de larga distancia.
La falta de ideas en ataque del “cervecero” se extendió en el tercer cuarto y Peñarol sin esfuerzo sacó 28 de ventaja. Con el partido en su bolso el “Milrayitas” se relajó, aflojó la marca y Quilmes redujo en algo la diferencia.
Para De la Fuente la preocupación debe ser grande. Hay demasiados errores, los sistemas no funcionan y les toman excesivos rebotes en ataque.
Ahora, el equipo de Sergio Hernández se pondrá a pensar en la próxima instancia que se jugará en Comodoro Rivadavia, donde Boca Juniors y el local también estarán presentes.