Por: Oscar Filippi
Durante el Conflicto del Atlántico Sur, el buque pesquero argentino NARWAL, tripulado por 24 bravos pescadores comandados por el capitán Alterio Wawata, con un observador militar a bordo, el entonces teniente de navío Juan Carlos González Llanos, participó activamente, dentro y fuera de la Zona de Exclusión Total impuesta por la Gran Bretaña alrededor de las Islas Malvinas, en tareas de inteligencia electrónica, visual y de comunicaciones, a favor de las Fuerzas Armadas Argentinas. Todos sus tripulantes, valientes civiles, pescadores de profesión, que aún sabiendo el riesgo que corrían, no dudaron en exponer sus vidas en esa difícil pero importante misión de guerra.
Aquel 9 de Mayo de 1982, empeñados en cumplir su misión de observación y alerta, fueron atacados en tres oportunidades por unidades aéreas de la Fuerza de Tareas británica. En los días anteriores, habían sido ya interceptados en tres ocasiones por unidades británicas, incluido un submarino. La tenacidad del Capitán Alterio Wagata en el cumplimiento de su misión, llegó a preocupar personalmente, al Comandante de la Flota británica, Almirante Woodward, que así lo dejó reflejado en su libro sobre el conflicto, titulado 100 Días.
Para los militares y Veteranos de Guerra, es un honor rendir tributo al valor civil en la guerra, porque no es otra cosa que rendir tributo al natural amor a la Patria. Es tener la oportunidad de expresar el agradecimiento militar, porque su entrega y sacrificio les hizo saber que no combatían solos. Llena de orgullo el saber que juntos participaron, como en toda nuestra gran historia, de un nuevo capítulo en la lucha por la total independencia y por la recuperación del último espacio soberano que por derecho nos pertenece.
Sin dudas, no cabe justificación alguna para la orden dada de atacar a un pesquero indefenso, sin armas, cuya única amenaza era representada por su sola presencia y el valor y lealtad de sus tripulantes ante la misión voluntariamente aceptada. El buque pesquero NARWAL bien pudo ser interceptado y detenido sin haber expuesto en riego de vida a su dotación. Su ataque y hundimiento sin dudas es una “mancha de guerra” en el historial de la Real Armada británica, que ya había logrado el dominio del espacio aéreo sobre el mar. Haber ametrallado las balsas con los sobrevivientes, es sin dudas un crimen de guerra. Sin embargo los valientes marinos de éste heroico pesquero jamás pronunciaron queja alguna. Aceptaron el hecho y su destino en batalla. Su silencio, su resignación y su humildad son un canto al valor mismo y ese valor es al que hoy resaltamos como ejemplo de entrega, el que nos permite rendir honor militar.
Jamás olvidaremos el sacrificio supremo de su bravo contramaestre Omar Rupp, muerto en el primer ataque. Ni al 2º Maquinista, Feliciano Miño y a los marineros Gregorio Carballo, Luis Wenz, Julio Rodríguez, Luis Zaragoza y Justo García, heridos en el ataque. Jamás olvidaremos el esfuerzo y abnegación de su capitán, Alterio Wagata, el del oficial de radio, Arturo Reynoso, quien siguió emitiendo su posición y las circunstancias del ataque, hasta segundos antes de producirse el hundimiento del pesquero y la entrega del enfermero Juan Gómez al asistir a sus compañeros heridos.
La Patria no es otra cosa que nuestra noble madre y como tal, su orgullo radica en la nobleza de sus hijos. No olvidemos nunca éste hecho y sus protagonistas, estamos frente a sus hijos más dilectos. Vaya por ellos, nuestro más profundo agradecimiento y nuestro más sentido orgullo como Argentinos.