El fútbol argentino volvió a demostrar que es mucho más que un deporte: es una religión, una herencia, y en algunos casos, un vínculo que trasciende la muerte. En la final de la Copa Sudamericana, que coronó a Racing Club campeón tras vencer a Cruzeiro por 3-1, un hincha llevó el fervor a un nivel que dejó boquiabiertos a todos los presentes.
Entre cánticos, festejos y lágrimas, un hombre sacó un cráneo humano y lo presentó al mundo como el de su abuelo, Valentín Aguilera, el hombre que le transmitió su amor eterno por “la Academia”
“Él es mi abuelo, y él es Racing. Por eso tenía que estar acá conmigo“, explicó el hincha, mientras sostenía la calavera y la besaba con devoción: “Es mi amor, Racing es mi amor, y él es mi amor”, agregó, con los ojos brillantes de emoción. Frente a una cámara que lo registraba todo, el hincha relató que guardó los restos de su abuelo durante años como una manera de mantener viva la conexión que los unía a través del fútbol.
La historia, por insólita que parezca, tuvo su momento de tensión cuando el entrevistador le preguntó cómo había pasado los controles fronterizos con un cráneo humano. Sin titubear, el joven respondió: “Lo pasé con fe, con el amor de Racing. Él entra solo”. La frase, cargada de humor y convicción, desató risas nerviosas y dejó una certeza: en nuestro país y particularmente en la hinchada de la Academia, la pasión futbolera no tiene límites.
¿El milagro del abuelo en la Sudamericana?
La final fue mucho más que un partido; fue la culminación de 36 años de espera para un club que respira historia y pasión. Desde la obtención de la Supercopa Sudamericana en 1988, Racing no había vuelto a conquistar un título internacional.
La victoria ante Cruzeiro fue la excusa perfecta para que miles de hinchas descargaran décadas de emociones contenidas, viajando desde todos los rincones del país —y del mundo— para alentar al equipo de sus amores.
En este contexto, la historia del hincha y su abuelo se volvió una metáfora perfecta de lo que significa ser parte de Racing: un amor incondicional, inexplicable, y eterno.
La imagen del hombre abrazado a la calavera mientras estaba en las tribunas recorrió las redes sociales, generando una mezcla de asombro, admiración y, claro, también algunos chistes.
Un amor por Racing que no muere ni muerto
La anécdota trasciende lo anecdótico porque resume algo profundamente argentino: la capacidad de vivir el fútbol como un legado manifiesto.
En un país donde las camisetas se heredan, los rituales de cancha se transmiten de generación en generación y los estadios son casi templos, la historia del abuelo Valentín es, en esencia, la historia de muchos.
Llevar el cráneo a una final puede parecer extremo (bueno, en verdad que lo es), pero en una tierra donde la pasión se mide en lágrimas, sudor y goles agónicos, quizás no lo sea tanto. Porque si algo quedó claro en esa jornada histórica para Racing, es que en el país que fuera, el fútbol pasional argentino no tiene límites. Ni siquiera los de la vida misma.