AD ASTRA PER ASPERA
Por Virginia Ceratto
(especial para Mdphoy)
Con dramaturgia de Silvia de Urquía y Antonio Mónaco, también responsable de la dirección, la actuación de Lalo Alías, Agustina Anzoátegui, Pedro Benítez, Silvia de Urquía, Gonzalo Funes, Cecilia Martín, Antonio Mónaco y Diana Sáez, más la asistencia de dirección de Alejandro Bocca, esta maravilla que bien puede encuadrarse en teatro de la crueldad o teatro del caos, esta última apreciación en palabras de la actriz y docente Emma Burgos, presupone, desde el inicio, un caos cuyo desorden anuncia que, en algún momento, se ordenará el cosmos.
Seis víctimas y dos victimarios. Todos rotos desde y en su propia miseria.
Todos con miedo, atentos a no perder su lugar. Un lugar en un tembladeral que supone esa cinta de Moebius en donde el arriba y el abajo no significan nada. O significan muy poco en la fragilidad extrema que acuchilla cuando se ha perdido lo esencial: el altruismo. El respeto por el otro. El lazo. La unión.
Como una botella al mar, los personajes construyen en esta obra, un mensaje que llegará a otras orillas, a todas, de este y cualquier mundo. Porque son parte de un caleidoscopio que, como tal, se arma y desarma con mayor o menor intensidad, conforme se recuperan los gestos y el sentir.
Como en “La balsa de la Medusa”, el cuadro de Géricault que de manera impecable describe Henning Mankell, estas criaturas van en una embarcación donde no hay un dios que se preocupe por el sufrimiento de los náufragos. Cuando no queda ninguna esperanza, dice Mankell, tampoco queda ningún dios.
Y entonces, como en “Valanaveva”, como en la vida real, ahí, saliendo de la sala en esta Argentina cruel y caótica, Géricault y Mankell se preguntan, a través del tiempo que los separa del hecho real, aquella balsa del tiempo de Napoleón y de este 2024, qué ocurre con las personas que han perdido la esperanza por completo…
Y se dan cuenta de que la pregunta está mal formulada, o es imposible. No existe vida humana donde no hay esperanza.
Y he aquí que, con dolor, con empatía, con ganas de resurgir, con ánimo de catarsis, como en una tragedia griega, el espectador revive cada palabra entrecortada, cada recuerdo indispensable para que no todo muera, para que la vida resurja entre las grietas, para que se pueda respirar, para que la esperanza resurja y navegue, ad astra, a pesar de los pesares.
Sin fuerzas, inventamos con este grupo consolidado y formidable, una balsa en la que afirmarnos, porque siempre quedará algo, siempre, si hay voluntad, si hay vida.
Y sí, hay vida.
Una obra que inaugurará, seguro, un nuevo ciclo. Como aquel “Teatro Abierto”. Como “Teatro X la Identidad”. Porque habrá que contar desde este abismo. Y ya lo están contando. Gritando Memoria. Ad astra.
Gracias.