Deportes

Tarjeta Rojo

Si yo fuera técnico de cualquier rival de Boca, mandaría siempre a provocar a Rojo. Tendría asegurado jugar con uno más desde el momento en que lo echen, más temprano que tarde. Muchas veces ha zafado por la chapa y por la camiseta, pero juega al límite de la expulsión. Y esto que es visto por muchos como una virtud -el tipo que se impone, que marca presencia, un capitán que mea su territorio para que nadie lo invada- es en realidad un defecto que no se ha podido corregir. A Martínez no le gustan esas cosas de Rojo. Siente, como lo haría cualquiera, que le quita más de lo que le da. Esta es la cuarta roja del zaguero (las otras, dos contra River y una frente a Palmeiras en la semi de la Libertadores), que suma además diez desgarros y una rotura de ligamentos. De la última lesión muscular todavía está volviendo y la falta de ritmo se ve en el juego. Al margen del foul mononeuronal que le hace a Pellegrino, un delantero efectivo pero tosco, apretado contra las dos rayas -innecesaria primera amonestación-, erró un cabezazo que descamodó a Blanco detrás suyo y permitió un disparo franco de Platense; luego, cometió un penal insólito contra Suso que ni el árbitro Ramírez ni en VAR cobraron, y para finalizar su actuación, controló mal una pelota, se la robaron y castigó al ladrón con un manotazo a la cara. Listo, afuera. Este es el hombre al cual Riquelme le ha encomendado el vestuario y al que le ha renovado el contrato hace poco por considerarlo fundamental en el equipo: “Mejora a sus compañeros”, cuentan que dice Román. No estoy de acuerdo: Rojo no está casi nunca porque su falta de profesionalismo le pasa factura y, encima, cuando juega, condiciona al equipo (Martínez coincidió en conferencia de prensa). Lo complica. No sé si quedó claro, pero tengo los huevos llenos de Rojo. Él es el principal responsable de la derrota de Boca. Su salida cambió el partido porque el equipo se quedó con diez en una cancha incómoda contra un rival que muerde. Y lo que era al menos un dominio territorial mutó para siempre. Boca no sólo perdió el control sino que entró en el descontrol (amonestados Advíncula, Pol, Merentiel, Medina, Lema…). Efecto contagio, que le dicen.

Lo único bueno de la roja a Marcos es que debido a su expulsión, Martínez tuvo que rearmar la defensa y sacó a Janson. Pero lo bueno dura poco: tras el entretiempo, Martínez sacó al Equi -otra lesión de las muchas del plantel- para poner a Briasco. Y conviene prestar especial atención a este tema: mientras Platense tenía en el banco a Angulo, que entró bien y provocó la salida de Advíncula -ya estaba amonestado-, además de tirar el centro del gol, el delantero de la selección armenia (pobre Armenia) tuvo el empate al final y lo desaprovechó insólitamente, mano a mano, solito contra un arquero que no sabemos cómo ataja. Es un dato fatal: Platense tiene mejor banco que Boca. Simplemente vergonzoso. Aunque suene repetitivo, es necesario hablar del mal plantel que tiene Martínez a disposición, con un puñado de titulares y muy poco recambio. Quienes dicen que esto se soluciona con cuatro o cinco contrataciones, evidentemente no saben de qué hablan. Porque incluso entre los titulares hay problemas: la fragilidad de Cavani, por ejemplo, una vez más ausente por una dolencia física. Entonces, por él entra Janson. Langoni lesionado, Zeballos volviendo de una larga ausencia, Benedetto condenado… Esto se repite en todas las líneas: Campuzano a punto de salir -nunca debió haber vuelto-, Fabra con la fecha de vencimiento grabada en la frente, Valentini colgado, Anselmino -muy buen proyecto- también desgarrado, Figal lesionado, Blondel roto por un tiempo largo… Las cuentas no cierran.

El resultado es este partido en el que Boca casi no generó situaciones de gol (apenas tiros de afuera en el arranque y la de Briasco al final). En el segundo tiempo, directamente, no pateó al arco. Y Platense, por el contrario, tuvo varias: tres o cuatro salvó Romero, otra Di Lollo… Que Platense te pelotee -hasta acá no había ganado- habla a las claras de un equipo con problemas. La tabla de posiciones lo refleja bien: cuatro puntos de doce, un triunfo y dos derrotas, seis puntos por debajo del puntero Racing (que sería lo de menos, porque es Racing). Un mal semestre, definitivamente, más allá de lo que piense Martínez, porque a esto hay que agregarle los objetivos incumplidos: Copa de la Liga y el grupo de Sudamericana.

No hubo, salvo aquellas tapadas de Romero, puntos rescatables en Boca. Mal partido de los laterales, muy controlado Zenón, bien Equi mientras estuvo pero tuvo que salir, Medina levantó algo pero no fue suficiente. Lo que viene será peor, porque encima perderá a las principales figuras para los Juegos Olímpicos, justo cuando hay que definir la continuidad en la Copa. Ese puede ser un punto de quiebre para Martínez, o debería serlo si no se logra la clasificación a octavos, lo que sería realmente un papelón. Queda el partido con Vélez, que no cambiará nada de todo esto: las conclusiones serán las mismas. Y luego, el receso como para trabajar seriamente en el mercado, salir a comprar soluciones, no problemas. En ese último partido de la Liga no estará Rojo, con quien Martínez dijo que hablará en la semana. Hoy, ese tipo que llegó para aportar su jerarquía la dio en gotero y en cambio recibió un torrente de afecto. Boca le entregó a Rojo mucho más de lo que recibió de él, que pocas veces estuvo a la altura del desafío. Los que toman decisiones sabrán qué hacer.

blank

Antonio Serpa

Deja un comentario