Por Mex Faliero
Cuando hablamos de un festival de cine, siempre decimos que tiene ser útil para conocer el presente de lo que se hace en el mundo pero además tiene que dejar ventanas abiertas para el descubrimiento de algunas cosas del pasado. De ese pasado, Mar del Plata 2010 desempolvó a un artista mayúsculo: Pierre Etaix. Si bien se hizo una retrospectiva bastante completa de su obra -la cual tuvo algunos problemas legales y ahora volvió a ser presentada a nivel mundial-, vi nada más que dos de sus películas y con eso me alcanza para ponerlo ya mismo en el altar de los más grandes autores de comedia de todos los tiempos.
Se sabe que dentro del humorismo francés, Jacques Tati es la referencia inoxidable. Sin embargo, Etaix logra no sólo absorber su influencia sino además construir una especie de resumen de la comicidad filmada hasta entonces -su carrera como director comenzaría en los 60’s- y presentar algunas posibilidades para el futuro. La recurrencia a chistes visuales centrados en el punto de vista y la puesta en escena configuran un anticipo de mucho de lo que harían luego los Zucker en los 80’s.
Este cronista vio Yoyo (coincido con Gabriel Piquet, obra maestra) y Ese loco, loco deseo de amar, ambas con guión de Jean Claude-Carrière, alguien que trabajó con Buñuel por poner sólo un nombre. Y esa influencia es importante dentro del cine de Etaix: siempre la burguesía, las clases acomodadas -un millonario en Yoyo, un empresario en Ese loco, loco deseo de amar– puestas bajo la lupa de un ojo que exprime todo el absurdo de estas vidas insignificantes.
Decíamos del poder de síntesis de Etaix -sobre todo en Yoyo-: hay un trabajo físico encomiable a los Buster Keaton, cierta apelación a la ternura como en Chaplin, y un trabajo de puesta en escena maravilloso a lo Tati o, incluso, Jerry Lewis. Pero además, referencia explícita, los Hermanos Marx se cuelan en algunos diálogos veloces que juegan constantemente con el sentido de las palabras, siempre buscando lo cómico, lo absurdo en esos universos envarados que muestra. Su celebración de la comicidad por sobre todas las cosas es lo que lo distingue.
Como decíamos, Yoyo es una maravilla absoluta. Homenaje enorme al circo, pero sin ingresar en la nostalgia llorona, Etaix protagonista-director construye una de esas enormes comedias de todos los tiempos, sumamente efectiva aún a 40 años de su realización. Se filtran por ahí, también, referencias a Fellini en una película que rebosa creatividad y está construida en base a grandes secuencias donde la planificación interna de los actores y el movimiento de la cámara logra enormes chistes. Incluso llega a jugar con el lenguaje y la autorreferencialidad.
Ese loco, loco deseo de amar es el primer film en colores de Etaix, y una apuesta más adulta, sobre todo por la temática: un tipo que está casado infelizmente y que trabaja para su suegro, pero que se siente atraído por su secretaria. Sin llegar a la cima de Yoyo, hay aquí un juego por demás interesante con lo onírico y hasta lo inmaterial al jugar constantemente con el universo de los sueños o, incluso, al trabajar fuertemente sobre aquellas escenas que son como los pensamientos de los personajes.
Como si fuera poco, Etaix elabora sus enormes, grandes películas como burlas a la sociedad y sus convenciones. Así, se une a los grandes comediantes de la historia que nos han enseñado que si la comedia no se construye contra el poder, carece de gracia o pierde significado. Siempre sutil, siempre con un manejo cinematográfico del espacio envidiable pero además con una gran inteligencia en la construcción de diálogos, Etaix es una de esas cosas por las que recordaremos siempre este 25º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.