Ya el “laborioso” Ariel Ciano y su impronta elevaron a Amado Boudou como “Vecino destacado” y ahora debe estar preparando los dos brazos para que en los 150 años de Mar del Plata se unja a Don Florencio Aldrey Iglesias como “Vecino Ilustre”, sí, el mismo que no olvida a las aldeanitas de La Coruña y las recuerda con regocijo cuando sus andares de adolescente, y no tanto, en la tierra de su nacimiento.
Un autohomenaje es propio de su prosapia que estipula cuando peor, mejor. Y arrastra con su propósito a vínculos que van por esa ofrenda a quien supera la calidad de polémico. Es capaz de pedir un aplauso “para quienes no están con nosotros” luego de la pandemia que lo tuvo como vacunado vip. Todo para ser retratado en el multimedios que preside y explota.
La clase política que lo acompañaba en su totalidad en el escenario, en el que no faltaba el obispo Mestre, aprobaron en oportunidad la demostración, en un acto que se reflejó con la abundancia propia de quien se halaga teniendo como virtud el cinismo y la hipocresía. “Es el dueño de la ciudad” dijo Mirtha en uno de sus almuerzos. También en jugosas críticas periodísticas lo apelan como “El señor Mar del Plata”
Parece que este jueves en el Honorable Concejo Deliberante “saldrá con fritas” el postulado reconocimiento que tiene los avales del intendente Guillermo Montenegro y el senador nacional Maximiliano Abad, siempre en las sombras por las dudas, y quien firmará al pié su esposa Marina Sánchez Herrero.
Montenegro lo tiene a su servicio desde 2018 y solventa grácilmente con pautas escandalosas a valor de Clarín en color, dominical, en colores y página impar, penado judicialmente. Así devuelve favores con calles rotas e inventa un impuesto a la carga de combustible en todo Mar del Plata y pide generosos giros en descubierto para pagar los sueldos de los trabajadores municipales. Se pueden multiplicar estos casos.
Aldrey Iglesias decidió con Daniel Scioli, su predilecto socio político, como por orden de prelación se aprobó una iniciativa privada para construir una estación terminal en un lugar no aconsejado por las reglas del arte. Pero debía quedarse con las dos manzanas de lo que se conoció como la Vieja Terminal, donde levantaría el shopping que lleva su nombre. Eso es lo que se llama tenerla atada.
No quedó afuera de la transacción un compañero que fió sus antecedentes, Néstor Otero, aunaron “sus esfuerzos” para juntarla con rastrillo y pala. La construcción por razones técnico financieras quedó en manos de Patricio Gherbi que aparece también encartado en la denominada causa de los cuadernos.
Con este lodazal convivió Mar del Plata casi una tercio de su vida, ahora la agasajan y el estímulo proviene de quien armó su habitual circo para trascender. No puede quedar afuera de un contexto riguroso que la ciudad dotada por la naturaleza con kilómetros de belleza sobre el Océano Atlántico, ha tenido un crecimiento colonial por las ambiciones desmedidas de un poder que nadie le ha conferido a Aldrey Iglesias.
A tal punto que birló las excepciones que fija el Código de Ordenamiento Territorial, nada menos que para construir edificios en altura sobre el mismo parque San Martín, una analogía como construir torres de edificios que impacten visualmente en el Lago Nahuel Huapi en San Carlos de Bariloche. Un magistrado federal llevó su quejar y pesar, un domingo por la tarde, al entonces existente diario El Atlántico, por ese permiso de construcción indebido y se lamentaba porque no hallaba ni arquitectos ni ingenieros que lo acompañaran en su demanda judicial.
Ese hombre importante de la justicia, también había quedado envuelto en lo que definió como un tramado mafioso que envolvía a la ciudad.
Una parte de la biblioteca de la calle sostiene que la culpa no la tiene Aldrey Iglesias, que lo eximen en razón ya que es la política en sus decisiones la que permite un avance propio de Atila. Son los mismos que se aprestan a votar esta semana el Requiem para Mar del Plata, pero no son los únicos, lo cual tampoco los coloca a salvo.
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