¡BIENVENIDAS CASANDRAS!
Por Virginia Ceratto
(especial para Mdphoy.com)
Casandra, en la mitología, fue condenada por Apolo a anunciar el futuro sin que nadie le creyera. Hace décadas, Sui Generis en “Pequeñas anécdotas sobre las instituciones”, la hizo protagonista de “El tuerto y los ciegos”. Y el título de la crónica no es casual.
Lo que no se quiere escuchar, o ver. Las instituciones que no responden.
En el marco del Congreso de Psiquiatría se presentó la ONG “La Madre Marcha”, con una mesa desde la que hablaron sus representantes Estela Maurig, abogada, Silvia Papuchado y Marina Charpentier.
Básicamente hablaron acerca de la lucha de la ONG por la derogación de la Ley 26.657 de Salud Mental, debido a los problemas que causa o agrava. Porque los causa y cuando ya están, los agrava.
Marina, una mujer cálida, que nunca da la espalda a nadie que se acerque con su dolor, y de ahí la elección de la foto… explicó claramente que esta es una Ley de Escritorio, de enfermedad mental, que no incluye a la familia, que no entiende que una persona sin salud mental no puede estudiar, trabajar, tener un proyecto, un hijo…
Textual.
Lala Maurig, que perdió a su hijo a causa de las drogas, instó a conservar la esperanza. Admirable.
Informaron sobre la tasa de suicidios, de la que no se puede hablar. Nuevamente, textual.
Marina dijo lo que sabemos, porque es de público conocimiento, que un paciente con abuso de drogas tiene la voluntad minada. ¿Nadie lo sabe? Se preguntaron sobre ese apartado: riesgo cierto e inminente. ¿Cuándo el riesgo es inminente si hay abuso? Siempre. Y todos lo sabemos.
El doctor Alberto Desouches, valiente médico psiquiatra, políticamente incorrecto, claro, ratificó el exiguo presupuesto asignado por el Estado, a pesar de los anuncios, que, al igual que las integrantes de la mesa, indicaron como falso, lisa y llanamente, y la necesidad imperiosa de recuperar los hospitales monovalentes donde puedan tratarse las patologías mentales. Todas. Consumo problemático, depresión aguda, esquizofrenia…
Desouches y esas bravas mujeres contaron casos, contaron cómo se da el alta a un paciente que no ha sido bien tratado después de un incidente de sumo riesgo. Sin comentarios.
Charpantier advirtió sobre los riesgos de la propaganda y las campañas indiscriminadas acerca del uso medicinal de la marihuana que, afirmó con conocimiento de causa, no siempre se usa para episodios de epilepsia o casos de autismo. No se publicita ya el tabaco, pero sí el cannabis. “Mi hijo tuvo un brote psicótico por consumir marihuana”. De nuevo, textual. Y recordemos, la adicción y la psicosis son patologías, a la corta o a la larga, imbricadas y no se puede saber qué fue primero, si el huevo o la gallina, en lenguaje coloquial.
La ONG no busca penalización ni pretende internaciones prolongadas, sino que hace hincapié en una asistencia y cuidado del Estado, de un Estado presente más allá de los discursos. De un Estado que brinde los establecimientos y profesionales para todos aquellos que no pueden sostener una prepaga. Contundente.
Desde el Estado estuvieron presentes, con adhesiones o representantes, el defensor del pueblo Fernando Rizzi, el senador Ariel Bordaísco y el diputado Maximiliano Abad. Y representantes de dos ONG’s solidarias, no católicas ni evangelistas, por cierto, que las habrá y harán su tarea, espero, sino de matriz afro.
Ausentes, y me consta, porque cuando se abrió el debate, pregunté en voz alta si había jueces, o sus auxiliares de los Juzgados de Familia que intervienen, si es que lo hacen, en estos casos. Nadie. Ninguno.
También me llamó la atención la ausencia de acompañantes terapéuticos, muchos dizque especialistas en adicciones, como se presentan, en esta ciudad que enfrenta este problema gravísimo en niveles como los que sabemos de Rosario. Tampoco vi a quienes dirigen los centros de día que todos conocemos. Para pensar.
Algunos psiquiatras valientes, como el citado Desouches y Dorado, algunos psicólogos y psicólogas, una pareja de estudiantes de psicología y familiares. Familias rotas.
Todos queremos la escuela pública, y esta ONG pide prevención, desde la básica, ya que el consumo, se sabe, comienza en una temprana edad. Y todos queremos una salud pública presente, con leyes adecuadas, con una ley, en este caso, que tome en cuenta que ha sido ineficaz y que parece haber sido escrita para países nórdicos, no para Argentina, donde no hay ni presupuesto ni infraestructura.
La ONG pide que una nueva Ley de Salud Mental se implemente de forma obligatoria en los colegios, como la ESI, y que tenga el debido seguimiento. Que la ESI, entre paréntesis, no tiene. Y en honor a la verdad, de prevención en salud mental solamente se habla en aulas por voluntarismo de algunos directivos y docentes.
Si no nos involucramos todos, pronto muchos padres seguirán enterrando a sus hijos y eso ocurre cuando un país está en guerra. Tenemos una guerra contra los narcos, pequeños, grandes y parece que no se nota, o que, como en la película: De eso no se habla.
Estamos perdiendo en una guerra contra el consumo y todos sus derivados y consecuencias.
No se habla de que no hay guardias psiquiátricas, no se habla del número de suicidios de personas que son eso, personas, no números.
Ojalá que vuelvan pronto, ojalá que este impulso en Mar del Plata crezca y que los responsables, que curiosamente se refieren a los pacientes como usuarios, también textual, reflexionen.
Necesitamos escuchar a estas Casandras y necesitamos la presencia de las instituciones.
Del consumo solamente se sale por uno de tres caminos: tratamiento, cárcel o cementerio. Precisamos tratamientos para pacientes y tratamiento de esa ley de Pilatos que permite que muchos se laven las manos… Ah, perdón, de Salud o Enfermedad Mental. La Ley Pilato, que ayuda a lavarse las manos.