El respaldo de Ricardo López Murphy con Republicanos Unidos, de Patricia Bullrich y Javier Iguacel dentro del PRO, animó la precandidatura del ex secretario de Hacienda, el economista Hernán Mourelle, quien tendría asegurada la participación en las PASO de Juntos por el Cambio.
Por otra parte, una de las intenciones de Mourelle previo a su decisión era trabajar por la unidad del espacio libertario, que no tiene un candidato a intendente y en todo ese conjunto trabajar para ofrecer una alternativa, a la todavía no confirmada reelección del intendente Guillermo Montenegro y al Frente de Todos con Fernanda Raverta, aún sin lanzamiento oficial.
A esta altura la gestión Montenegro es considerada dolosa y ofrece flancos débiles que aumentan diariamente, a pesar de una clara protección mediática y la punible complicidad política de la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica, que se han replegado cómodamente a observar como el PRO ejecuta una licencia que conduce al vaciamiento municipal, sin paradas intermedias.
La UCR y la CC han cobrado por su acompañamiento el papel de simples espectadores, sin medir las consecuencias y los riesgos que existen en torno a la totalidad de la administración Montenegro. Insólitamente la UCR que encabeza Maximiliano Abad, ha decidido entre bambalinas entregar sus banderas partidarias a un ala nada confiable del partido del ingeniero Mauricio Macri.
Ahí arranca también un debate político sobre acuerdo y negociaciones de cúpulas, que abrazan listas únicas que favorecen a la clásica representación con acceso a cargos y excluyen la participación de afiliados en internas partidarias, inclinándose por un paquete cerrado, que en este caso incluirá a Montenegro avalado por el radicalismo, que se suma también al clima de negocios.
Tal es el deterioro, que probablemente Abad no gane una interna en la UCR ni en la Provincia de Buenos Aires como precandidato a gobernador, lo cual es un índice elocuente del aceleramiento del rechazo y el descontento que produce su figura. Estos datos provienen de Capital Federal y de La Plata, no obedecen a rumores de verano de la principal ciudad balnearia del país.
Su candidato en Mar del Plata es Montenegro, y no es un fracaso personal sino que es inducido por su clara dificultad de construir políticamente. No lo ayudan efectivamente, su falta de nivel de conocimiento, escasa empatía y mediciones muy pobres en las encuestas conocidas que lo dejan muy lejos en las fotos cuando se habla de ser competitivos.
Estos datos de la realidad no han escapado a líderes políticos de Republicanos Unidos, El PRO y en el armado del espacio de Javier Milei y José Luis Espert, que apuestan a Mourelle como un protagonista para ejecutar un cambio de rumbo, para una ciudad que no sólo tiene evidentes signos de abandono sino también de atraso. Mar del Plata está involucionando.
En el borrador de campaña el actual gobierno municipal es el objetivo de Mourelle, debido al conocimiento adquirido por su paso en la Secretaría de Hacienda, boicoteada en 2017, 2018 y 2019 por la propia María Eugenia Vidal para instalar al actual intendente en Mar del Plata y ganar territorialidad para el PRO. Ese cuento le ha salido muy caro a todos los marplatenses.
La candidatura de Mourelle expresaría un intento de reparación, de programación y planificación que deben surgir de un debate impostergable, que abran puertas y ventanas de una administración municipal que ya transita el sendero de las peores sospechas.
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