La realización de la mesa nacional del Frente de Todos devolvió al kirchnerismo a la centralidad política en el oficialismo, aun cuando el presidente Alberto Fernández no decline sus aspiraciones reeleccionistas. Lo demuestra la principal derivación de ese encuentro: el lanzamiento de operativo “clamor”, que no causalmente comenzó en la Provincia de Buenos Aires. Es que se trata de una movida que pone otra vez a la vice Cristina Fernández de Kirchner en “modo control”, más allá de si acepta o no ser candidata.
El simple repaso de la identidad política de 33 concurrentes demuestra que la Mesa fue una victoria K. Hasta el jueves por la mañana, el esquema era de 15 participantes, cinco por cada tribu principal del Frente. Pero a las 20, cuando comenzaron a debatir, los enviados de la Vice eran mayoría. Es un dato central, que pasó algo desapercibido porque muchos hicieron el conteo por origen de los dirigentes, sin tener en cuenta que había gobernadores, intendentes y gremialistas K además de los cinco camporistas de la “comitiva oficial”.
La necesidad de recrear la unidad de 2019, que fue el punto en el que hubo mayor acuerdo, quedó así atravesada por un primer condicionante. En esa unidad reseteada del Frente no todos valen lo mismo. Que CFK está detrás de la movida no solo queda demostrado por ese desbalance de representaciones, algo que solo ella puede sellar. La presencia de su hijo en el cónclave va en el mismo sentido. “Máximo hasta hace un tiempo decía que ella no iba a ser candidata, ahora trabaja el clamor”, dicen, con algo de malicia, en el entorno de Kicillof.
En rigor, todo el operativo tiene a Máximo Kirchner en el centro y a la Provincia como escenario. La Mesa se detonó por la reunión en Merlo que convocó el jefe camporista y esta semana, la previa estuvo jalonada por dos reuniones en las que el Diputado ofició de receptor de pedidos para que su madre reconsidere su postura abstencionista. Hoy mismo, la primera reunión pos cumbre se realizó en el interior bonaerense con el mismo formato: presencia camporista y clamor para “terminar con la proscripción”.
Para Kicillof, que sumará lo suyo a un clamor que siempre alentó, es un doble dato positivo. 1) Porque abre una posibilidad de que CFK juegue electoralmente, lo que por peso territorial de sus votantes y porque no hay ballotage en PBA le conviene. 2) Porque si Cristina no cambia de idea, igual queda instalada como electora central del espacio. Este segundo ítem es cuestionable: Fernández no se bajó aún. Pero en la lectura de Gobernación es que el Presidente quedó tan condicionado que con Cristina en el centro solo puede haber dos candidatos: De Pedro y/o Massa.
Mientras, el Gobernador se aboca a nutrir esa unidad que, dicen, es por ahora el horizonte principal de Cristina. Una muestra es la incorporación de Victoria Donda a su equipo, dicen que por pedido de la Vice. “La idea es que nadie quede afuera” resumen en Gobernación. En virtud de los índices de popularidad de Donda, podría leerse como un ejemplo de “unidad hasta que duela”. Con un añadido: antes de recalar en PBA, a Donda la había echado el Presidente. ¿Será ese un motivo añadido? El otro aporte de Kicillof es el cumplimiento de la hoja de ruta paritaria que trazó Massa. No más del 30% en el primer semestre, para decirlo de modo simplificado. La lentitud de las negociaciones con los empleados estatales reflejan esa disciplina política.
La distancia
En Juntos, la confirmación de la candidatura a gobernador de Diego Santilli puso en la cancha al segundo candidato opositor, ya que antes había hecho lo propio el radical Maxi Abad. Santilli se anticipó a todo PRO, en un intento por consolidar la primacía que le dan las encuestas en un territorio que puede ser clave para Horacio Rodríguez Larreta, el candidato nacional que lo apadrina. ¿O será al revés, en vistas de cómo vienen esos sondeos?
Santilli resolvió su candidatura pero todavía no encuentra la respuesta a un interrogante mayor: cómo integrar a José Luis Espert a su espacio. Cercano a Larreta, el liberal tiene una intención de voto interesante, pero no tiene candidato nacional. Es un problema: sumarlo a una interna terminaría desdibujándolo. Dejarlo ir por fuera dividiría voto anti K. Por ahora, Espert niega incluso que haya algún tipo de conversación. Los radicales, y eso es un cambio, podrían no bloquearlo esta vez como hicieron en 2021.
En el campamento de Patricia Bullrich dice estar “un mes y medio atrás del Colo”. Traducción: leen como anticipado el lanzamiento de Santilli. “Un producto de cierto nerviosismo de Larreta”, resumen. Dicen que por ahora dejarán correr a sus tres pre candidatos, Grindetti, Iguacel y De La Torre. Mientras, ensayan un rediseño de la campaña, que quedó a cargo de un nuevo jefe: Sebastián García De Luca. Es un baqueano de los armados bonaerenses con ADN peronista y paso por el alto funcionariado durante el gobierno de Macri. La razón: Patricia mide en PBA, pero no tiene una estructura territorial a la altura de esos números. (DIB)