Basta de este Boca. Basta de regalar prestigio. Basta de darles chances a tipos que no las merecen. Basta de soberbia. Basta de mentiras. Basta ya, muchachos. Basta de caos. Basta de este desastre. Basta de la humillación del ole. Esto es Boca, no Tigre. No es un club de amigos, aunque desde hace tres años funcione como tal. A muchos, pero muchos (dirigentes, técnico, jugadores), Boca les queda enorme. Los ocho minutos finales, al margen de atenuar lo que pudo haber sido una catástrofe, deja en evidencia la mala gestión desde el banco.
¿Cómo pueden seguir jugando Pol-Varela-Ramírez? Una cosa es ratificar la confianza, otra muy distinta es repetir el error, regalarse, hacer estos papelones. Gandolfi no tuvo que pensar el partido, siquiera. Sabe que si le pone un tipo encima a Varela -poco propenso a rebelarse-, anula a todo Boca porque nadie se hace cargo. Romero apenas, mostrando vergüenza, profesionalismo, buscando espacios vacíos para recibir. Pero no se le acerca nadie. Villa le levanta la mano a 40 metros para hacer la individual en lugar de asociarse, Ramírez vive desconectado, Pol es ni: ni marca, ni juega, ni nada. Nadie se mueve. A veces se le ocurre a Advíncula pasar. Fabra ni eso: ¿será que no va porque sabe que no puede volver? Se lo ve lento, fuera de forma, irresoluto, hasta desganado: la versión mala de Fabra, que cuando quiere es el mejor.
Si de la mitad hacia adelante falta gol, no sucede lo mismo de la mitad hacia atrás. Talleres tuvo dos clarísimas en el primer tiempo: el gol y la de Santos en el palo, además de un jugadón de Catalán en el que iba dejando conos por el camino hasta que le pegó alto. En la del palo, se vieron tantos desconceptos como era posible: los dos centrales dieron el paso adelante pero los laterales se quedaron clavados dos metros atrás habilitando al mundo entero y encima Varela ni siquiera encimó al pasador (Villagra). Fue a los 24, el milagro. El 1-0 llegó tres minutos después, consecuencia lógica de la superioridad.
Tan malo era lo de Boca que hasta Ibarra se dio cuenta y mandó a calentar a los suplentes antes de que terminara el primer tiempo. Pero no hubo tiempo de cambiar nada con los ingresos porque a los 6 llegó el 2-0 (mala fortuna del Equi, reacción lenta de Chiquito Romero) y un par de minutos más tarde Villa se vistió de golpeador y se hizo echar irresponsablemente. Una imbecilidad absoluta.
La levantada del final llegó de la mano de pibes que piden a gritos más minutos o titularidad: Langoni, velocidad y gol; Equi, decisión y personalidad; Payero, fútbol. La formación final tiene cinco cambios con respecto a la inicial, incluido el medio completo: es señal inequívoca de un mal armado. Lo que pudo ser una catástrofe, terminó con Herrera salvando el gol de Figal. El empate se habría festejado como una hazaña y nos taparía el bosque. Hay que cambiar ya. Nadie puede creer que de este modo vayamos a ser competitivos en la Libertadores. Si tienen que rodar cabezas, adelante. Boca está por encima de todos. Así que basta de jugar con Boca.
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