LA BANALIZACIÓN DEL PERONISMO
Por Virginia Ceratto
(especial para Mdphoy.com)
Ni chicha ni limonada, la muestra de Marina Olmi en el foyer alto del Teatro Auditorium, “El amor vence”, pasa, desde muy lejos, por un pretendido pop art a lo Andy Warhol, pero ni llega, ni imita, ni evoca. Un aire muy lejano. No refresca. Ni agita.
Tampoco sugiere una documentación social a lo Martin Parr.
Tampoco convence desde un posible superrealismo, lo escribo habida cuenta de la documentación textual que explica que Evita avaló estas obras -me remito al texto en el que la expositora cuenta que Eva, ante sus dudas, le respondió, textual que estaba bien… -, que más se parecen a los memes de las redes que a otra cosa. En este punto, tal vez sea una nueva forma de arte que se ancla en el esoterismo. Lo dejo a criterio del espectador.
Hay collage, con una explícita asimilación cronotópica de Eva Duarte y Perón con Cristina Fernández y Néstor Kirchner, pero no cierra. La falsa dicotomía entre forma y fondo, de la que hablaban los formalistas rusos, acá… mmmmm… Algo no cierra.
Y tal vez, y seguramente, sea por el marco.
Esta es una muestra que estará hasta fin de temporada en un teatro oficial, en un espacio emblemático, el foyer alto del Auditorium, lugar que fuera el precedente del MAR en el ámbito público, que se solventa con los impuestos de todos los bonaerenses, y que fuera y debería estar dedicado a artistas notables, por trayectoria… ¿un Carlos Alonso? ¿Nicola Constantini? O bien súper innovadores.
Acá no hay nada de eso.
Desconozco quién curó la muestra. ¿Hubo curador? ¿O sistema digital? Raro.
En un espacio de colegio, sociedad de fomento, y ojo, hablo de espacios que respeto tanto como a la memoria de mi padre, que con mi Edipo sigue en alza, con la consigna: “tu mejor lámina acerca del peronismo desde su inicio hasta el presente”… pasa. En un ámbito privado, donde el empresario de la sala se la juega por lo que se le da la gana, pasa. Pero en el Auditorium que, por definición, tiene que brindar lo mejor, en calidad o propuesta, a todo el público y mostrar obras de difícil acceso, por las leyes del marcado, a todos, para superar las barreras del monto de una entrada. Creo que no.
He asistido a muestras raras. En muchos museos contemporáneos, y en lugares alternativos, como el fabuloso museo del Fc. St. Pauli, en Hamburgo, y bares de putas y marineros donde ciertas expresiones podrían escandalizar. No fue mi caso. Estas obras, porque obras son, ni escandalizan. Aburren. Miro una y voy a la otra. Y así.
Cualquierismo en su grado sumo, banalizan el peronismo.
Y entonces aplaudo al curador del Museo Evita, cuyo nombre, admito, no recuerdo.
Así como escribir poesía, y cito a Bajarlía, no es escribir chiquito y para abajo, ser artista plástico no es colgar un cuadro y ya. Ni pintando al óleo, ni usando lo digital, ni intentando composiciones, porque de esto se trata: estas son composiciones. Montajes.
Montajes que dan como esos budas celestes o amarillos que se venden en regalerías. Pero el Auditorium no es una regalería. Es un teatro, con un formidable foyer y dos salas de exposiciones donde, se supone, todos pueden experimentar una expresión artística visual a la que tal vez no podrían acceder de otra manera. Pagando una entrada, por ejemplo.
Hay, sí, algún acierto en los títulos: “Sirevita”, “Peroómmm”, “Levita”… Tampoco un alarde de cruce de paradigmas para un signo. Hubo telepatía, según confiesa la artista, pero no mucha elaboración.
Por momentos, porque me detuve, creí que iba a aparecer Claudio María Domínguez para dar una visita guiada. Menos mal. No ocurrió. Pero la mezcla daba. Al curador se le pasó. Eso hubiera sido la frutilla del postre. Algo así como un epítome, pero no sucedió.
Visité la muestra con un amigo holandés, de Amsterdam. Sabemos que allá nos aman. Sabemos que son cultos, que abrazan lo histórico consagrado y lo nuevo. Me miró, lo miré. Me preguntó: ¿y esto? Es artista. Aclaro. Apelé a una frase muy de moda en estos tiempos: no lo entenderías… Me preguntó, en perfecto rioplatense: ¿Y vos? Yo… Paso.
Y ahora me pregunto qué pensarán los peronistas. Peronistas de Eva, de Perón, de Néstor, de Cristina, de Alberto, de… Los peronistas. ¿Era necesario?
¿Y los peronistas artistas? Quienes defienden, y con razón, la cultura nacional y popular, el arte para todos… Quienes tienen su corazón en ese lado de la mecha… ¿Les cae bien?
Con sangre de anarquistas y socialistas, con una formación que no disocia la cultura de lo social y lo político, con una convicción de que somos animales políticos… Siendo militante en acción permanente… Aún esperando que en un lugar que es de la Provincia, con su color político, me iba a encontrar con Eva, muy bien, con Perón, con Néstor… ¿Esto es lo mejor que hay?
No quise preguntar a los trabajadores del teatro. Muchos peronistas, son mis amigos. No quise.
No le voy a preguntar a mi hija menor. Es curadora. Hizo su carrera en el Di Tella. Becada. Obvio. Por necesidad y por mérito.
Dejo mis preguntas y mi perplejidad a la consideración del lector.
Como docente, gestora, crítica de arte, como formadora de chicos que se inician en la expresión, con una trayectoria de acompañar procesos de aprendizaje, desde el arte y la inclusión, en literatura y otras expresiones, me siento un poco agraviada. Y ni siquiera escribo esto desde una perspectiva de género, no lo amerita.
Con todo mi respeto: banalización del peronismo.