Las vacunas contra el virus que causa COVID-19 que se basan en virus inactivados – Sinopharm y Sinovac – son de las más utilizadas en el mundo. Sin embargo, en contraste con las basadas en adenovirus – AstraZeneca, Sputnik V y Cansino – o en ARN mensajero – Pfizer y Moderna-, se dispone de poca información sobre la respuesta inmune inducida por las vacunas a virus inactivados.
Un estudio realizado por investigadores del CONICET, publicado en la prestigiosa revista internacional The Lancet Infectious Diseases, reveló que una dosis de refuerzo heteróloga – es decir, una vacuna distinta a la del esquema inicial – aumenta de manera muy significativa el nivel de anticuerpos contra el coronavirus en adultos mayores que recibieron previamente dos dosis de Sinopharm.
Este trabajo comenzó hace casi dos años y es el producto de una estrecha colaboración entre especialistas del CONICET y profesionales del PAMI. “El nuevo estudio muestra lo valioso de la articulación lograda durante la pandemia entre investigadores del CONICET y sectores de Salud”, indicó Andrea Gamarnik, líder del trabajo e investigadora superior del CONICET en el Instituto de Investigaciones Bioquímicas de Buenos Aires (IIBBA, CONICET-Fundación Instituto Leloir). “La información obtenida en esta investigación es de utilidad para la toma de decisiones concernientes a los esquemas de vacunación en nuestro país como así también en otras partes del mundo donde se emplea la vacuna Sinopharm”, agregó.
El trabajo conjunto comenzó antes del inicio del programa de vacunación masiva en Argentina, con el fin de realizar estudios de vigilancia epidemiológica en geriátricos. Fue así que se firmó un convenio de cooperación entre la Fundación Instituto Leloir (FIL) y el PAMI para lo cual se construyó un nuevo laboratorio dirigido por Andrés Rossi, científico del CONICET en el IIBBA.
En el estudio se realizó un seguimiento a 124 voluntarios con una edad promedio de 79 años, que recibieron las dos dosis de la vacuna Sinopharm y luego recibieron refuerzos empleando distintas vacunas.
“Analizamos en función del tiempo tanto el nivel de anticuerpos específicos antes y después de los refuerzos, como la capacidad de dichos anticuerpos para impedir la infección del virus en experimentos de laboratorio”, explicó Gamarnik.
En la investigación se definió el nivel de anticuerpos y la capacidad de los mismos para neutralizar a Ómicron y a la variante original de Wuhan (B.1) tras analizar muestras de sangre de los voluntarios a los 21, 100, 160 y 220 días después de aplicadas dos dosis de Sinopharm. En un segundo paso, los voluntarios se dividieron en tres grupos que recibieron una dosis de refuerzo diferente: AstraZeneca (basada en adenovirus), Sputnik V (vacuna basada en adenovirus) y Pfizer-BioNTech (vacuna basada en ARN mensajero). Y se les midió la cantidad de anticuerpos y su actividad neutralizante a los 21 y 90 días.
“La aplicación de una dosis heteróloga de refuerzo elevó los niveles de anticuerpos IgG más de 350 veces y la seropositividad, es decir, la presencia de anticuerpos específicos se detectó en el 100% de la cohorte, respuesta que se mantuvo 90 días después del refuerzo”, indica Gamarnik, quien lideró el desarrollo de COVIDAR, el primer test serológico argentino que sirve para medir anticuerpos contra el nuevo coronavirus y que fue aprobado por ANMAT.
Además, en cada grupo el refuerzo aumentó notablemente la capacidad de los anticuerpos para neutralizar a la variante Ómicron. “Antes del refuerzo, el 23% de las personas mostraron la presencia de anticuerpos neutralizantes contra la variante original de Wuhan pero solo el 8% de la población contaba con anticuerpos neutralizantes contra Ómicron, variante que circula en este momento en Argentina y en gran parte del mundo. Tras el refuerzo, el 100% de los participantes mostraron inhibición de la infección contra la variante de Wuhan y entre el 73 y 90% contra la infección para la variante Ómicron”, destaca Gamarnik.
La primera autoría de este trabajo es compartida por Santiago Oviedo Rouco, Pamela Rodríguez y Esteban Miglietta, del IIBBA, y de la misma institución también participaron María Mora González Lopez Ledesma, Carla Pascuale, Diego Ojeda, Lautaro Sanchez y Andrés Rossi. También son autores del estudio Augusto Varese, Bianca Mazzitelli y Ana Ceballos, del INBIRS; y Eduardo Pérez y Pablo Rall, del INSSJP-PAMI.
La investigación contó con el apoyo del CONICET, de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i), el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, el Fondo para la Convergencia Estructural del MERCOSUR (FOCEM), y la Universidad de Buenos Aires (UBA). (DIB) ACR
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