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Tras la renuncia de Néstor Grindetti, en el PRO no hay quien negocie

Nadie puede sacarse ventajas en la feroz interna que atraviesa el PRO y que tiene a los radicales como intrigantes espectadores en la provincia de Buenos Aires, porque los intendentes que responden al partido creado por Mauricio Macri no encuentran un reemplazante a Néstor Grindetti en su rol de negociador directo de sus intereses con Axel Kicillof.

Esa responsabilidad, que hasta el año pasado le correspondía a Jorge Macri casi con exclusividad, y que luego de las elecciones recayó en el intendente de Lanús, quien a su vez fue el jefe de campaña de Diego Santilli, también era compartido con algunas cuestiones que definía directamente la ex gobernadora María Eugenia Vidal, quien con su paso a la Ciudad de Buenos Aires fue la primera que quedó de lado en cualquier conversación.

Las relaciones entre los oficialismos y la oposición siempre fueron por demás cercanas en la historia de la política bonaerense, donde una vez en la Legislatura, todo se vuelve más brumoso y el anonimato del “cuerpo” le gana a las individualidades.

Por eso es que muy rara vez haya situaciones que desemboquen en discusiones como sí se observan en el orden nacional y las votaciones terminan siendo, en la gran mayoría de los casos, por unanimidad o por la mayoría de sus representantes, incluidos los ocasionales diputados o senadores de la izquierda bonaerense o las propuestas más ultra derecha de Luis Abelardo Patti o Aldo Rico.

A pesar del poco tiempo que tienen en el poder municipal la mayoría de los intendentes del PRO, que llegaron ahí en 2015, ya adquirieron las viejas mañas de los antiguos “barones” del Conurbano y la negociación por la plata que le corresponde en materia de coparticipación es más fuerte que cualquier lógica que determine la política.

A la par, y de manera mucho más rápida, se nota la desintegración de la confianza entre los jefes comunales. A los del peronismo les llevó más de tres décadas terminar con la sociedad de la liga de intendentes luego de sus transformaciones menemistas, duhaldistas, kirchneristas y el coqueteo del Frente Renovador.

Es por eso que les cuesta tanto, hoy, conseguir un reemplazo para Grindetti. Diego Santilli, a quien le ofrecieron esa vacancia, duda porque sabe que viene con trampa. A Cristian Ritondo, el ex funcionario de Seguridad de Vidal, aún no le habrían dicho nada.

En esta matriz, los radicales son mucho más experimentados, y al ser casi todos del interior provincial, se entienden mucho más rápido. Pero también son más dependientes de los recursos provinciales, algo que siempre termina torciéndole la mano a la hora de hacer política.

Joaquín De la Torre confió hace algunos años que sus “profesores” municipales, antiguos intendentes, le dijeron que lo más importante era tener entre dos y tres nóminas salariales en el banco. Eran épocas donde apenas había desaparecido la expectativa hiperinflacionaria y Carlos Menem había instaurado el 1 a 1.

“Pero ahora se pasaron de rosca y por lo menos no paran hasta tener medio año adentro”, dice, riéndose por la cantidad de plazos fijos que tienen la mayoría de los que administran en el Conurbano. “Una vez que conseguimos esa independencia económica fue que pudimos armar el Frente Renovador”, recuerda. Hoy no encuentra que alguien pueda encaminar un proceso similar.

Un agudo observador de la dinámica política provincial, con activa militancia en la UCR, le confesó a MDZ que “el contubernio que siempre existió en la provincia de Buenos Aires entre oficialismo y oposición, que se dio con todos los gobiernos peronistas y que también prosiguió con los acuerdos Vidal – Massa – Insaurralde, termina definiendo buena parte de lo que luego sucede en el país”.

Según recuerda un viejo diputado provincial radical del interior bonaerense, “el cambio y la profesionalización de las relaciones entre los bloques se oficializó con la asunción de Osvaldo Mércuri como presidente de la Cámara”, junto con su par, Eduardo Duhalde, como gobernador, en 1991.

“Hasta ese momento, uno llevaba el vino, el otro ponía la carne y dos o tres empleados hacían el asado y de mozos. Con ‘el pelado’ nació otra etapa. La primera vez que fuimos a la Residencia del presidente de la Cámara nos recibieron dos meseras con canapés, y mozos cuando nos sentamos. En la parrilla… olvidate, qué empleado ni empleado… un asador oficial se contrató y fue el que duró muchísimo tiempo”, graficó.

Entonces, todo lo que pasa en La Plata, termina en La Plata. Negociaciones, oficiales y oficiosas, tenían como destinataria directa la política y la búsqueda de los mayores equilibrios posibles. “El pueblo no bebe ni come sino a través de sus representantes”, fue el primer brindis que se hizo bajo la atenta mirada de un Mércuri siempre afable y dispuesto a ayudar a propios y extraños.

Esta lógica se fue desvaneciendo aunque se mantuvieron dos cosas. La importancia de la palabra y el respeto a los presidentes de los bloques, representantes directos de los intendentes. En 2007, con la llegada de Daniel Scioli, todo empezó a cambiar y terminó de sucumbir con su reemplazante, Vidal, en la que los intendentes del PRO no tuvieron ninguna participación en su gobierno.

Ahora, ni Julio Garro genera confianza ni Diego Valenzuela tiene el respaldo integral para cargarse encima todo este tipo de presión. Quizás el más fuerte es Guillermo Montenegro, de General Pueyrredon, pero por ser del “interior” sus acciones no pesan como el resto. Hoy no saben qué hacer ni a quién responder. Temerosos, prefieren a Horacio Rodríguez Larreta, pero creen que su público aplaude más a personas con Mauricio Macri o Patricia Bullrich, aunque en las pasadas elecciones hayan utilizado la tijera para sobrevivir.

Fuente: Mdzol.com

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