El ataque sacudió este suburbio de la capital ucraniana y destruyó tanto el edificio como los alrededores, incluidos estacionamientos contiguos y los automóviles estacionados.
La onda expansiva pulverizó los vehículos estacionados en el lugar y dejó un cráter abierto de varios metros de largo frente al edificio de diez pisos, que quedó carbonizado.
“Estaba tranquilamente en mi casa, mi departamento fue sacudido por la explosión, pensé que el edificio se iba a caer”, refirió Volodimir, de 76 años, quien estimó que el objetivo del ataque era una “central eléctrica térmica ubicada a unos cientos de metros”, dijo, señalando una gran chimenea blanca en el horizonte.
Inaugurado a inicios de 2020, un poco antes de la pandemia de Covid-19, “Retroville” era un emblema del consumo capitalino, con 250 locales repletos de marcas occidentales, cines y 3.000 lugares para estacionar. Toda la parte sur del inmenso complejo comercial, que era el orgullo de los habitantes del barrio, quedó devastado.
El Ejército ruso dijo que un centro comercial de Kiev, la capital de Ucrania, que bombardeó en la noche del lunes era utilizado como almacén de armamento y de municiones por parte de las fuerzas ucranianas y que estaba cerrado al público.
Los servicios de emergencia de Kiev dijeron que ocho personas murieron en el ataque al centro comercial Retroville, ubicado en el barrio densamente poblado de Podil, en la en el noroeste de la ciudad, cerca del centro.
El Ministerio de Defensa ruso dijo en un comunicado que fue bombardeado con armas de precisión de largo alcance y que el ataque destruyó armas y municiones almacenadas, informó la agencia de noticias rusa Sputnik.
“Una batería de lanzacohetes múltiples ucranianos y una base de almacenamiento de sus municiones fueron destruidos con armas de precisión de largo alcance en la noche del 21 de marzo, en un centro comercial que no estaba operativo”, dijo el Ministerio.
En este suburbio de Vinogradar, donde antaño florecían viñedos y huertos, surgieron en los últimos años torres ultramodernas, algunas de las cuales aún no están habitadas o ni siquiera terminadas. En los alrededores del centro comercial, casi ninguna ventana se salvó de la explosión y los cristales rotos cubren las explanadas de los edificios de 20 plantas.
Del club deportivo “Sportlife” y su piscina quedó, literalmente, un montón de acero y charcos de agua sucia, con trozos fundidos de poliéster aislante, mientras el ambiente aún desprendía un olor a quemado.
Entre los escombros, un grupo de bomberos y militares buscaban a más víctimas, al pie de un edificio de diez plantas carbonizado y aún humeante del que sólo quedó la estructura de hormigón. Según los kievitas, el bombardeo fue el mayor en la capital desde el inicio de la ofensiva rusa el 24 de febrero.
Dima Stepanienko, de 30 años, relata que cayó “a los pies de la cama” con la explosión. “Me temo que sí”, dijo, bajando la mirada, al responder a la pregunta de si la guerra ha llegado a Kiev.
Entre las ruinas, un sacerdote ortodoxo vestido de color kaki recitaba oraciones, invocando al “Rey David” y, de paso, insultando a los “terroristas rusos”.
“Hay trozos de cuerpos ahí”, le dijo un militar de manera discreta, el rostro disimulado por una bufanda negra. “Estaba ahí en el momento en que cayó el misil”, dijo Constantin, de 22 años.
“Voló todo, un misil o un cohete enorme, no sabemos qué fue, simplemente golpeó el gimnasio”, añadió, cansado, negándose a dar más detalles sobre el número o la identidad de las víctimas.
Los restos de un enorme bloque de motor, incrustados en el suelo, y los característicos restos de acero verde trajeron inevitablemente a la mente los vehículos blindados.
Tras el ataque, el alcalde de la ciudad, Vitali Klitschko, anunció un nuevo toque de queda a partir de hoy por la noche hasta el miércoles por la mañana.
“Comienza hoy a las 20 (las 15 en la Argentina) y durará hasta las 7 (las 2 de la Argentina) del 23 de marzo”, escribió el excampeón del mundo de boxeo en su cuenta de Telegram.
“Los comercios, farmacias, estaciones de servicio, establecimientos no estarán abiertos mañana”, precisó y agregó: “Pido a cada uno de ustedes quedarse en casa o en refugios en el momento en que suenen las sirenas”.
El ataque a la capital ucraniana ocurrió en la vigésima sexta jornada de la invasión rusa, ordenada por Moscú bajo la justificación de que el Gobierno de Volodomir Zelenski venía cometiendo crímenes contra los habitantes de dos provincias rusoparlantes en la región del Donbass a las que, previamente, Moscú había reconocido como Estados independientes.
El reclamo del Kremlin incluye la violación por parte de Ucrania de los Acuerdos de Paz de Minsk, de 2014 y 2015, que obligaban a Kiev a darle a esas dos ciudades -Lugansk y Donetsk, que en sendos referendos votaron por separarse de Ucrania- autonomía y posibilidades de elegir sus propias autoridades regionales.
La ONU estableció que al menos 14.000 personas murieron entre 2015 y 2021 en choques entre el ejército ucraniano y las milicias separatistas del Donbass.
Ucrania, en cambio, afirma que, con la operación militar, Rusia pretende arrasar con la cultura y la historia ucraniana, y derrocar a Zelenski para promover que llegue al poder un dirigente cercano a Moscú.