Arte y Cultura, Teatro

CRÍTICA / TEATRO: “Un judío común y corriente”

EL DILEMA DE UN CORAZÓN BIEN INFORMADO

Por Virginia Ceratto
(especial para Mdphoy.com)

Ambientado hoy, en cada función, hoy, este unipersonal interpretado cabalmente, con sobriedad, sin estridencias y no sin pasajes de humor y de tragedia, presenta el dilema de un intelectual judío alemán ante una propuesta a la que se quiere negar y que sin embargo pondrá en valor todo su bagaje, el histórico íntimo y el histórico contextual.

Miembro de una de las minorías que resultaron serlo merced a la criminalidad del nazismo, en el mundo, y en especial en Alemania, este hombre preparado, que ha nacido y vive en Hamburgo, y ya de mediana edad, descubrirá el peso de lo que se hereda e indefectiblemente su destino, en tanto ser humano que se resiste a la clasificación y que, no obstante y además, puede levantar, aunque crítica, su propia bandera. La de su sangre y su historia.

Brillante texto de Charles Lewinsky, en versión de Lázaro Droznes que, sumando a la mano de Manuel González Gil y la trayectoria actoral de Romano, hacen de este, un unipersonal imperdible.

Romano campea un rango amplio, entre los sutiles recuerdos que no lo alejan sin embargo de ese personaje pensante, reflexivo y, por momentos, una ira que irá llegando con la revelación de lo que la propuesta puede significar.

Es un hombre, judío, por caso, ¿común y corriente? ¿O es víctima de una sociedad que se impone no colgar banderas ni siquiera en los mundiales de fútbol, hoy en día, para no ser tachados con la culpa del nazismo, con el peso del pasado? Es posible ser neutral ante este dilema que se vive aún en día en Alemania, donde, y me consta, aún no se han hecho las paces -cabe el interrogante de si hay que hacerlas- a pesar de ese manto de piedad, que como todo manto cubre, tapa a todo un pueblo, y del que sobresalen aquí y allá verdaderos santuarios, a medio camino entre monumentos de la Memoria y recorridos turísticos insoslayables, donde los sobrevivientes, en piel y hueso o en grabaciones, relatan las penurias de una de las páginas más negras de la Historia de la Humanidad. Los he recorrido. Y si el estremecimiento, no siendo judía, aún pervive, no puedo ni pensar en los hijos de los que no sobrevivieron.

Bruno Bettelheim, un judío sobreviviente y resiliente, autor, entre otras obras maestras de “Psicoanálisis de los cuentos de hadas”, y que vivió para contarlo merced a una astucia e inteligencia impecables -Borges escribe por cierto de la inteligencia judía y de los avances que ha dado al mundo-, analiza en su texto “El corazón bien informado” la crisis que atraviesa una sociedad cuando un individuo deja que otros decidan por él sin detenerse, por incapacidad, o imposición a preservar y conservar su libertad interior.

Y he aquí el conflicto del personaje: decidir no por un impulso primario, sino luego de una revisión, un enfrentamiento con el espejo de lo heredado, con el espejo de su destino, entendiéndolo, también en términos de Borges, como el resultado de cada paso, aún el de sus ancestros, que lo ha llevado a tomar una decisión en la que descubra su, tal vez, insospechado rostro eterno. Un destino que redescubre y revaloriza a través de la emoción.

Reflexiones acerca de frases hechas que repetimos sin pensar, de palabras que se dicen como al pasar, enriquecen la obra, enriqueciendo al espectador. Cierto humor que no cae en los lugares comunes de la idishe mame, sino que pasa por la determinación de la entereza y de los recuerdos tristísimos, domésticos en los que un pelotazo significaba una tragedia, colaboran para que la obra sea, oportunamente, deliciosa, sin perder su centro trágico. Existencial.

Incluso, ciertos giros entre la ortodoxia y sus ritos, asumidos aun cuando se creen superados y los movimientos más progresistas del judaísmo, por ejemplo representados en Argentina por Damián Karo, se presentan en la obra con la naturalidad de un hombre común y corriente, interpretados por un actor, Romano, poco común y poco frecuente.

Con música incidental de Martín Bianchedi, apenas unos temas, los imprescindibles que dan en la tecla de que menos es más, la escenografía imprescindible de Marcelo Valiente, en la que se destacan, creo, esa máquina de escribir… un gesto, un signo y el cuadro “El grito”, alcanzan y sobran para anular la falsa dicotomía entre fondo y forma y comprueba que texto y contexto pueden, y deben, estar amalgamados si el plan es bueno.

Imperdible.

Ficha técnica:
Libro de Charles Lewinsky en versión de Lázaro Droznes. Con Gerardo Romano. Dirección Manuel González Gil. Escenografía de Marcelo Valiente. Música de Martín Bianchedi. Producción Pablo Pérez Iglesias. Teatro Lido, miércoles a domingos. Se cumplen estrictos protocolos, pase sanitario y barbijo.

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