A tono con los thrillers que se hacían en la década de 1970, donde Contacto en Francia y La conversación tal vez sean los exponentes más representativos, Scorpio plantea también un terreno de ambigüedades, entre escenas de acción y suspenso. En conclusión, lo que se ve en esa década bisagra -y el cine supo verlo mucho tiempo antes- es que el mundo estaba a punto de cambiar.
Este film dirigido por Michael Winner y con los protagónicos de Burt Lancaster, Alain Delon y Paul Scofield se verá mañana a las 18 en la Sala Nachman del Teatro Auditórium (Boulevard Marítimo 2280), en el marco del ciclo El otro cine. Si bien no tan reconocida como aquellas, o como Sérpico, esta película encaja perfectamente con el universo de mentiras y traiciones que esas obras planteaban.
Lancaster es un experimentado agente de la CIA sospechado de ser agente doble y colaborar con la KGB, por lo que la propia agencia decide eliminarlo contratando los servicios de un impecable asesino francés. Desde lo narrativo, el film es un vibrante thriller en el subgénero de caza de gato y ratón que tantos buenos productos dio y sigue dando al cine de entretenimiento.
Sin embargo, con la aparición de otro agente de la KGB, se completa un trío de protagonistas que, amén de la aventura, simbolizan el paso del tiempo, que aquí representa la pérdida de determinados valores y la corrupción de los estados. Ya no se puede confiar en nadie, dice el film de Winner, un buen artesano que aquí demuestra una mano firme para la acción.
Scorpio es, además, un molde perfecto para ese cine de corridas por el mundo, en la onda Bourne, que hoy se hace. Aunque, es necesario decirlo, mientras ahora es la técnica y el asombro por la tecnología lo que sobresale, en los 70’s estas historias se imprimían a partir de lo político. Importa aquí, más que otra cosa, la visión de un mundo que les daba paso a jóvenes consecuentes con el sistema. El mundo cambiaba las reglas del juego y el cine comprendía, amargamente, esa realidad.