Mientras la oposición retoma con parsimonia la campaña al parecer guiada por aquella máxima de no interrumpir al adversario mientras se está equivocando, el oficialismo bonaerense puso en marcha un reseteo de su dispositivo electoral que aumentará la exposición de Axel Kicillof pero sobre todo apostará al poder de movilización de los intendentes para intentar mejorar el resultado adverso de las PASO.
El diseño de la campaña del Frente, que a nivel nacional tiene un jefe algo difuso en Luis Manzur y a un presidente que se mueve en segundo plano, volvió a ser manejada en la Provincia por la mesa política que condujo la de 2019: Kicillof, Máximo Kirchner, Sergio Massa, Fernando Espinoza, Jorge Ferraresi y los dos nuevos ministro del gabinete bonaerense, Martín Insaurralde y Leonardo Nardini.
Con diferencias y tensiones entre sí, esos caudillos trazaron un plan de acción que tiene más que ver con la micropolítica, con el trabajo sobre los votantes propios en el territorio que con la híper exposición mediática que caracterizó el juego de Victoria Tolosa Paz en el tramo pre PASO. Ahora, la candidata también estará más en el terreno que en los medios –aunque no los dejará- y aparecerá con figuras fuertes del Frente, especialmente con el Gobernador.
El primer signo de la apuesta a la movilización territorial para que vayan a votar los sectores que históricamente optaron por el peronismo y esta vez se quedaron en casa fue el rediseño del gabinete de Kicillof, con la inclusión de Insaurralde y Nardini como representantes de los alcaldes. El mensaje es claro: ahora serán corresponsables del resultado. El revés de esa trama está tejido de desconfianzas: no tanto por el corte de boleta que hubo en septiembre –unos 60 mil votos de diferencia entre los tramos locales y el provincial- sino por una cierta impresión de que no jugaron a fondo. El temor, en realidad, es que la tentación del sálvese quien pueda se potencie en noviembre por el antecedente de que los concejales vayan pegados a una boleta que apenas arañó los 33 puntos.
Un rumor recorre los conciliábulos del peronismo: Algunos intendentes que hablaron con la Cristina Fernández le habrían dicho que ellos saben cómo hacer para que la cosas vayan mejor. La frase alimenta teorías conspirativas pero a la vez la esperanza de que con el as en la manga del poder de movilización tengan realmente la llave de un repunte. En La Plata, de todos modos, no se hacen muchas ilusiones. Con medidas económicas que todavía no alcanzan para reactivar el consumo y un Presidente al que juzgan con poca disposición a pelearse con sectores económicos para defender el freno a la suba de precios, cuestión que preocupa sobre todo en el Conurbano, la hipótesis de máxima es mejorar un poco. Básicamente, en la primera y la séptima secciones, para empatar la representación en el Senado.
Una de las claves para mirar el juego de los alcaldes es la ley que, votada durante el gobierno de María Eugenia Vidal con respaldo del massismo y rechazo del kirchnerismo, les impide a muchos de ellos la reelección. El remedio al que apelaron muchos es tomar licencia para ir a cargos ejecutivos o ser candidatos antes de fin de año, para que no se les compute este periodo y poder competir en 2023. Pero, claro, eso no alcanza para todos. Se producen escenas entre patéticas y dramáticas. Por ejemplo la del viernes en Escobar: Kicillof fue al distrito que gobierna Ariel Sujarchuk, que venía de criticarlo duramente por su gestión y por no aparecer en la campaña. Lo primero que dijo en su discurso fue: “La reina de la Flor acá tiene reelección, que es lo que queremos los intendentes”.
¿El mensaje a Cristina fue entonces un “apriete”? Algunos interpretan eso. Otros, simplemente, que la pandemia hizo impredecible el escenario. Una cosa es cierta: La urgencia no es solo de los oficialistas: ¿A qué respondería si no la idea de Horacio Rodríguez Larreta de crear un “ministerio del AMBA” para dárselo a Jorge Macri?
Media máquina
En la oposición vieron con cierta suspicacia la recuperación de 10 mil votos en el escrutinio final de Cintya Hotton, lo que le permite competir en la general. Es que son sufragios que, en teoría, podrían ir a Juntos. En esa alianza saben que las PASO quedaron cerca de su techo histórico, pero creen que pueden mejorar. Un poco porque se suele votar ganador –en general es lo que pasó en las elecciones de medio término – y porque la mayoría de los candidatos que no llegaron al piso son de perfil centro-centro derecha. Además, no todos los que no votaron lo harán por el oficialismo, presumen con razonabilidad.
Por ahora, esperan la vuelta de Facundo Manes para darle el ritmo final a una campaña que no tendrá demasiadas sorpresas: Diego Santilli se encargará del Conurbano y el neurólogo del interior. Habrá apariciones conjuntas, pero no muchas: Dicen que no más de 6 o 7. (DIB)
Por Andrés Lavaselli