La web oficial de la vacuna Sputnik V afirmó en agosto que para la fase 3 “varios países también se unirán a la investigación, entre ellos Emiratos Árabes Unidos, India, Venezuela, Egipto y Brasil”. Hasta ahora, han recibido el suero, de acuerdo a información oficial, 1 millón y medio de personas en todo el mundo, de los cuales 1 millón son rusos. Y sólo 4 países comenzaron a inocular a sus ciudadanos con la vacuna rusa: Guinea, Serbia, Bielorrusia.
El cuarto es la Argentina.
Las declaraciones de la Secretaria de Acceso a la Salud, Carla Vizzotti, sobre la posibilidad, ya descartada, de diferir la segunda dosis de la Sputnik V contra el coronavirus, reabrió el debate no sólo sobre la efectividad de la vacuna rusa, de la cual la Argentina recibió el 24 de diciembre casi 300.000 dósis, sino también sobre la logística y los medios de producción, tanto de nuestro país como de la Federación Rusa. En ese sentido, merece destacarse un hecho que pasó casi desapercibido en la prensa de nacional.
La Sputnik-V fue la primera vacuna registrada en el mundo, en agosto de 2020. Poco después, surgieron las primeras críticas. En la propia revista científica The Lancet, donde los resultados de las fases 1 y 2 de la vacuna fueron publicados, se recogieron varios comentarios negativos de distintos expertos, aludiendo principalmente a dos ideas: que la vacuna de adenovirus rusa está siendo sobrestimada por sus creadores, cuando los resultados no son aún fiables, y que, en esta frenética carrera por desarrollar la vacuna, los rusos se están saltando pasos en el procedimiento habitual, lo que conlleva problemas éticos.
De acuerdo a los expertos, “la fase 1 es la evaluación inicial de seguridad en la que se prueba en un número de individuos muy pequeño y se hace en un rango de edad también muy restringido, entre 18-50 años”, mientras que en la fase 2 “se expande a cientos de individuos y ya se empiezan a ver indicios de la potencial eficacia de la vacuna. En esa fase se empieza a dar la idea de cuántas dosis serían necesarias y qué distancia de tiempo debe haber entre estas dosis”. Finalmente, “la fase 3, que es la más importante, es la que se hace multicéntrica, o sea, en varios lugares. Requiere miles de personas y de nuevo es necesario expandir el perfil de seguridad y el número de dosis”.
Creado en 2011, el RDIF es el fondo soberano de Rusia que apoya financieramente la Sputnik-V, dirigido por Kirill Dmitrev. La vacuna es desarrollada por el Centro Nacional Gamaleya de Investigación Epidemiológica y Microbiológica, y alcanzó, según los investigadores, un 92% de eficacia. La información sobre la necesaria fase 3 brillan por su ausencia. Pero además sobresale otro problema.
En su afán por convertir a Rusia nuevamente en una potencia mundial, el Presidente Vladimir Putin, poco antes de su segunda reelección el 4 de marzo 2012, donde se impuso con el 63% de los votos, emitió un decreto que ordenó a las universidades del país que reconocieran con mejores sueldos a sus docentes, pero también que fomentaran la publicación de más trabajos académicos para impulsar la influencia internacional rusa. Para producir más artículos, muchas universidades recurrieron a vincular el salario y los contratos de los intelectuales con la productividad de los artículos. Pero el resultado, según algunas pesquisas realizadas y publicadas por el prestigioso diario The Washington Post a comienzos de 2020, no fue del todo bueno.
En Rusia circulan aproximadamente 6 mil revistas académicas, la gran mayoría publicadas en ruso, muy populares entre los científicos del país. Un estudio de 2019 descubrió que los autores rusos publican mucho más en revistas nacionales que internacionales. Pero las exigencias para publicar son bajas. En marzo de 2018, por ejemplo, Dissernet, una red destinada a examinar la literatura rusa, identificó más de 4000 casos de plagio y autoría cuestionable entre 150 mil artículos publicados en 1500 revistas.
Yury Chekhovich, CEO de Antiplagiat, una compañía de detección de plagio, afirma que “los autores rusos re-publican con frecuencia su propio trabajo”. En septiembre de 2019, después de examinar más de 4 millones de estudios en ruso, Antiplagiat descubrió que se publicaron más de 70 mil al menos dos veces, mientras que unos pocos fueron publicados hasta 17 veces. Chekhovich cree que la mayoría de los casos se deben al auto-plagio.
Una investigación conducida por la Comisión de Combate a la Falsificación en la Investigación Científica, designada por la Academia de Ciencias Rusa (RAS, por sus siglas en inglés) e integrada por las compañías mencionadas, entre otros expertos, produjo una retractación masiva de 869 artículos. En la mayoría de los casos, se constató la existencia de plagio en las publicaciones. “Se trata de la mayor retractación de artículos en la historia de la ciencia rusa”, le dijo Andrei Zayakin, investigador del Instituto de Física Teórica y Experimental, en Moscú, y secretario científico de la comisión, al periódico The Washington Post.
La comisión utilizó un software que detecta la repetición de tramos en distintos textos para analizar miles de periódicos escritos en ruso. Los artículos sospechosos fueron cotejados uno por uno y en muchos de esos casos se detectó plagio o también, la publicación de un mismo contenido en dos revistas diferentes, un truco al cual se apela para inflar la producción científica de un investigador. Curiosamente, los nombres que firmaban los artículos duplicados no siempre eran los mismos, por eso se sospecha que los científicos habrían pagado para figurar como coautores de papers replicados por otros, un ardid al que los investigadores calificaron como “autoría dudosa”.
Los 869 artículos retractados son tan solo una parte de los trabajos problemáticos que estudió la comisión. En realidad, los investigadores solicitaron la anulación de 2.528 artículos publicados en 541 revistas, de los cuales recabaron evidencias de plagio, duplicación y autoría dudosa.
Al Decreto ordenado por el Presidente Putin en 2012, se sumó en 2018, la propuesta del ministro ruso de Ciencia y Educación Superior, Mikhail Kotyukov, de duplicar la cantidad de artículos científicos de investigadores nacionales, y las universidades comenzaron a ofrecer recursos y ascensos a los más productivos. “Las universidades reportan la publicación del mayor número posible de artículos, pero nadie los lee”, le dijo Anna Kuleshova, presidenta del consejo de ética de la Asociación Rusa de Editoriales y Editores Científicos, al Washington Post.
Estas prácticas están muy extendidas en Rusia, de ahí la creación de la Comisión. También se descubrió una web que se dedica a vender la posibilidad de firmar artículos que ya están aceptados para su publicación. “Este informe supone un bombazo”, afirmó Gerson Sher, experto en la cooperación científica entre Rusia y Estados Unidos, en la revista Science. “Refuerza las sospechas y temores de muchos, que su país no está en el camino correcto en ciencia y que está dañando su reputación”.
Vale decir que aún la comisión no se ha expedido en la fiabilidad de los resultados que se presentan en las publicaciones. Como se dijo, los científicos rusos publican mucho en sus propias revistas pero el nivel suele ser bajo, según argumentan los expertos. En el lapso de 1 año, los investigadores rusos publicaron (a menudo en cooperación con los de otros países) solo 1.389 artículos sobre investigaciones científicas en 82 revistas de alto impacto internacional, mientras que los españoles publicaron 2.670 artículos, según datos de Nature Index. En el mismo periodo, Estados Unidos publicó más de 28.000 trabajos. El Nature Index es una clasificación centrada en la investigación publicada en una reducida selección de revistas académicas de ciencias naturales, del grupo Nature. Las revistas analizadas hacen referencia y se agrupen en cuatro áreas temáticas: Química, Ciencias de la Tierra y del Medio Ambiente, Ciencias de la Vida y Ciencias Físicas.
Por supuesto que este conflicto no se debe traducir literalmente respecto a la falta de información pública sobre la vacuna Sputnik V. De hecho, la doctora Belkys Maletto, docente-investigadora de la Facultad de Ciencias Químicas de Mendoza, reconoció la trayectoria del grupo científico ruso que creó la vacuna: “Se trata de un grupo científico que tiene antecedentes en otras vacunas como una para el ébola”
Y agrega: “Si uno mira estas publicaciones científicas donde están los resultados de fase 1 y 2 de la de Oxford o de la vacuna rusa, en forma general, los efectos adversos son mínimos, son los esperados para una vacuna. Los resultados de la respuesta inmune son también bastante parecidos. O sea, no hay nada que parecería muy diferente entre estos tipos de vacunas”.
Pero las suspicacias están instaladas. En agosto, cuando estalló la noticia sobre la registración de la vacuna, el primer viceministro de Defensa, Ruslan Tsalikov, indicó entonces que la producción masiva de la vacuna estaba programada para comenzar en ese mismo mes, lo cual no ocurrió. De hecho, el propio Putin aseguraba que la producción masiva comenzaría en breve y que empezaría a estar disponible para médicos y maestros en primer lugar hacia finales de agosto o inicios de septiembre, mientras que el resto de los ciudadanos podrían acceder a ella en enero de 2021.
Por su parte, el Ministerio de Defensa enfatizaba por aquel entonces que los resultados de la prueba mostraban “inequívocamente” el desarrollo de “una respuesta inmune en todos los voluntarios, sin efectos secundarios, complicaciones o reacciones no deseadas”. Sin embargo, no se informó cuántas personas fueron sometidas a la prueba, detalles de las mismas o información sobre cuánto duraría la respuesta inmune o el tipo de inmunidad que produciría la vacuna.
Así y todo, el 23 de diciembre en el marco de la Ley 27573, la ANMAT (Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología), elevó el informe de recomendación sobre la vacuna Sputnik V, al secretario de calidad en salud, Dr. Arnaldo Medina, “a los efectos de que el Ministerio de Salud de la Nación resuelva en virtud de sus facultades”. En el mismo se menciona que los procesos de fabricación utilizados en los productos, arrojaron como resultado que las mismas son aceptables y compatibles con lo establecido en normativa vigente en la República Argentina.
“Por lo ante dicho y teniendo en cuenta la situación actual de emergencia sanitaria, el contexto internacional y en la medida en que los beneficios conocidos y potenciales para la salud de la población son superiores a la incertidumbre que pueda existir, esta Administración Nacional recomienda al Ministro de Salud de la Nación avanzar en la Autorización de Emergencia”, concluye el informe.
Tan diferentes, tan similares
La vacuna Sputnik V no proviene precisamente de un país modelo. La esperanza de vida de los hombres en 2008 era de apenas 58,3 años, según revela Le Monde Diplomatique. Y agrega que durante el régimen soviético, desaparecido en 1991 con la caída de la U.R.S.S., “el sistema de salud no fue una prioridad, mostrándose muy poco eficaz contra el cáncer o las enfermedades cardiovasculares, y los medios concedidos a la modernización de las instalaciones o a la revalorización de las profesiones médicas siguieron siendo insuficientes”. En el poder desde 1999, Putín intentó cambiar la historia. Pero 20 años no es demasiado tiempo para lograr avances tan significativos en materia científica.
Por su parte, la logística rusa, al igual que la argentina, deja mucho que desear. De hecho, nuestro país debe ir a buscar a territorio ruso las dosis prometidas. Aunque el gobierno kirchnerista convierta el vuelo de un avión en una épica histórica, lo cierto es que no deja de ser un trastorno.
Como la información pública rusa escasea, se debe recurrir a informes estadísticos de otros países. Según un informe de “Legiscomex”, Sistema de Inteligencia Comercial que analiza el comercio exterior, de origen colombiano, de 140 economías analizadas por el Foro Económico Mundial, “la Federación Rusa ocupó el puesto 41 en infraestructura de transporte”, aclarando que “para un país que tiene varias zonas horarias, diferentes características climáticas y geográficas, una infraestructura de transporte precaria y procedimientos demasiado burocráticos, es complejo mantener unos procesos logísticos eficientes”.
Y agrega: “Cabe resaltar que las carreteras, ferrocarriles, puertos e infraestructuras fluviales y aeroportuarias son insuficientes para la extensión del país y las necesidades de la población”. Así mismo, “la Federación Rusa posee una infraestructura aeroportuaria compuesta por 1.260 aeropuertos, de los cuales 620 operan en pistas sin pavimentar y tan solo 593 aeropuertos tienen pistas pavimentas”. Entre el 2012 y el 2016, la carga transportada vía aérea presentó un aumento promedio del 9%.
Por último, según la Agencia Nacional de Inteligencia Estadounidense, Rusia cuenta con una red de carreteras de 933.000 kilómetros, en donde 754.894 km están pavimentados e incluye 30.000 km de autopistas. Quizá estos datos ayuden a entender las razones de las declaraciones de Carla Vizzotti.
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Pablo Portaluppi
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