Los agentes que la hallaron encadenada a una reja en una cruda jornada de invierno en Nueva York pensaban que la perra estaba desorientada o atemorizada. No reaccionaba ante los llamados. Fue luego de su traslado que descubrieron que era sorda, pero con toda la voluntad para relacionarse con sus nuevos cuidadores.
Blue, como fue bautizada por la Sociedad Americana para la Prevención de la Crueldad hacia los Animales, no reaccionaba cuando abrían su caja de transporte o ante los ladridos de otros animales. Así, los veterinarios confirmaron su sordera, y no descartaron que sea una consecuencia de abusos físicos.
La perra recibió entrenamiento para aprender señas, que entendió en pocas semanas. Aunque no pueda escuchar cómo se llama o interpretar el tono de las indicaciones, mostró inteligencia y disposición para aprender señas específicas.
Así, la perra, de cuatro años, entendió cuándo acercarse, quedarse quieta o sentarse, entre otras indicaciones.
“¡Blue es muy inteligente! Esta dulce perra se acostumbrará fácilmente a cualquier hogar“, indicaron desde la organización, que busca a una familia responsable que pueda cuidarla.