“Cambiar la fuerza de una ley por la firma de un papel”. No importa para este intento de evaluar, en qué contexto lo dijo un pretendido político. Importa en qué territorio estamos buscando convertirnos en país. Veamos entonces qué se define como tal: “País es sinónimo de Estado, un área geográfica bien delimitada, y una entidad políticamente soberana e independiente, con su propio gobierno, administración, ordenamiento jurídico”. Y finalmente, para comenzar, nos quedamos con esto último, “ordenamiento jurídico”.
¿Se puede creer que las leyes tienen mucha fuerza en la Argentina? Eladia Blázquez grabó en 1975 su tango “Somos como somos”. Ahí explicaba con su habitual sabiduría que “… Nos gusta hacer las leyes, después crear la trampa…”. Cuarenta años después, ¿alguien puede afirmar que le aplicamos algún tratamiento a ese fiel diagnóstico? Lo nuestro, a mi modesto entender, ha sido como descubrir un cáncer y dejarlo estar. Letal, nunca desactivamos las trampas, pero si las leyes.
Así, lo cotidiano nos ubica en un presumido Estado, con la bandera bien alta que dice ¡VIVA LA PEPA Y MUERAN LAS LEYES!, incluyendo la tan mentada Constitución, lo que debería ser la máxima expresión de las normas que rigen el ordenamiento jurídico de un país.
Hoy también se busca una ley de acceso a la información pública cuándo hasta la propia Carta Magna va en esa dirección, lo que asimismo está reglamentado por disposiciones administrativas. Pero, ahora, luego de tantos fracasos jurídicos, se hace necesario insistir y crear otra norma. En unos años, de seguir así, a alguien se le tendrá que ocurrir una recontra ley para que se cumpla lo que debería ser recontra obvio para los funcionarios, varios de los cuales muestran la hilacha de una doctrina dictatorial, haciendo lo que se quiere no lo que se debe.
Es muy común que a los funcionarios les preguntes (ejemplo infantil ya que parecemos chicos), “¿te gusta el dulce de leche?”. Si contestan, generalmente para no mostrarse cómo niños golosos, explican de dónde sale la leche (¿?). Eso sí, dejan bien en claro que si no alcanza la respuesta, a la Justicia. Antes de recurrir a esa instancia que tiene sus costos y tiempos, se insiste en el mismo funcionario, quien apela al otro archivo de la computadora que de tan recurrido salta solo. Ahora se contesta que como la vaca está echada no pueden sacar la leche (¿?). Si alguien quiere, uno puede mostrar papeles gestionados en el Ministerio de Trabajo de la Nación, nada más ni nada menos. Lógico, no se fue con lo del dulce de leche, pero el absurdo es demasiado parecido.
Finalmente, si alguien duda en cuanto a lo de fuerza de las leyes, salga a la calle y después explica si hay alguna norma que se respete. Recomendado entonces para supuestos políticos, necesarios estudiantes de nuestra realidad para intentar iluminar el presente y de alguna forma cambiar el futuro, escuchar todo el tema musical de Eladia, que finaliza casi como con un ruego.
¡Vamos…! aprendamos pronto el tomo de asumirnos como somos o no somos nunca más.
Miguel Toscano