En pocos días más y como consecuencia de los resultados de las próximas elecciones generales, cualquiera fuere su resultado, con seguridad la gestión del Ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires Alejandro Granados llegará a su fin.
No han sido pocas las posibilidades que en el desempeño de dicho cargo ha tenido en sus manos, no solo por ser uno de los ministros del área de más prolongado mandato sino también por el poder de decisión que ha mostrado y sigue demostrando aún en sus últimos momentos de su gestión en cuestiones fundamentales que con seguridad incidirán en la vida institucional futura de nuestra fuerza policial.
Reconocemos que en sus inicios de desempeño ministerial cierta luz de optimismo iluminó a los policías de esta provincia por comentarios de quienes lo conocieron en su actividad como intendente por su acercamiento a la institución, la posibilidad de diálogo, el conocimiento de los problemas institucionales generales, y alguna que otra señal que podían indicar la posibilidad de alguna solución que sacara a la fuerza del espiral de destrucción iniciada en la tristemente recordada época DUHALDE-ARSLANIÁN y continuada por los sucesivos gobiernos bonaerenses en mayor o menor medida.
Pero el transcurrir del tiempo trajo una nueva desilusión, el ministro mostró poco o ningún interés por la institución policial y sus integrantes, solamente medidas de neto impacto político y mediático que han empeorado los desempeños, la creación de gran cantidad de muchos nuevos organismos y dependencias de todo tipo y hasta sin personal o recursos, y hasta sin objetivos fundados agravaron la operatividad y por ende la poca credibilidad aún existente hacia la fuerza por parte de la ciudadanía.
La esperanza en el cumplimiento de la promesa del ordenamiento de la carrera policial necesario para el bien institucional y como reparación, aunque más no sea en parte de las barbaridades cometidas en la gestión arslaniana y cuyos dañinos resultados siguen perdurando, volvieron a repetirse pese a sus perjudiciales consecuencias. La falta de conducción ministerial permitió que internas interesadas de jefes superiores con objetivos netamente particulares jugaran a gusto y placer con la carrera de miles y miles de camaradas en ocasiones tan solo por la ambición de satisfacer sus caprichos.
La injusticia cometida con los oficiales de policía cuya promoción fue demorada por muchos años nada más que porque no se quería solucionar ese problema, los groseros exámenes tomados, la promoción a jerarquías mayores de muchos que habían rendido mal su primera prueba y que de esta manera sobrepasaron en la carrera a quienes si lo habían hecho bien en la primera oportunidad, es solo un ejemplo del desorden total.
La negación del ganado derecho al retiro de muchos camaradas que habiendo llegado al fin de su carrera reclamaban dicho beneficio amparado por la ley, en este caso explícitamente violada por los funcionarios que deberían garantizar su respeto es otro ejemplo de los errores de Granados, que como ya dijéramos en anteriores opiniones, va obligando a los compañeros en edad y tiempo de retirarse “a morir en la parada”, privándolos aunque mas no sea en los últimos años de vida de disfrutar de la familia con la cual no pudieron estar por su trabajo policial.
Injustos retiros en cargos superiores, negación de ganados ascensos o regalos de jerarquías tan solo por ser o no ser amigo de, o por cualquier cosa también es responsabilidad de Granados en su falta de atención al menos de colocar la gente que hiciera las cosas bien, todo ello con consecuencias que se seguirán pagando institucionalmente.
La anarquía en los escalafones que todos esperábamos ver como un triste recuerdo de la gestión arslaniana, ha tenido una continuidad que es difícil de creer si tenemos en cuenta que nuestro ministro debe conocer que el daño ocasionado perdurará por muchos años y todo ello perjudicará sin duda a la institución y en segundo lugar a la ciudadanía en el cubrimiento del servicio de seguridad pública, y sin embargo todo ello ha ocurrido y sigue ocurriendo, cualquiera puede ascender aunque no lo merezca ni tenga las condiciones y cualquiera puede ser privado del ascenso aun cuando se conozcan y se acrediten sus méritos, todo esto aun sin tener en cuenta los ingresos masivos con más que livianos controles de antecedentes, salud y demás condiciones necesarias para ser policía, ascensos a dados de baja, con licencias médicas graves, y se comenta aun hasta fallecidos, son indicadores claros de fallas graves de manejo y control, y esto también es culpa de Granados.
La carencia de diálogo con instituciones representativas de la familia policial también ha impedido que se puedan intercambiar opiniones sobre otros problemas existentes para sus integrantes, pudiendo citar solamente a manera de ejemplo la inexplicable demora en la renovación parcial de las autoridades de la Caja de Retiros, Jubilaciones y Pensiones, cuyo mandato ha fenecido hace tiempo y como burla a todos sus afiliados quienes han cumplido el ciclo marcado legalmente para sus mandatos siguen atornillados a sus sillones, mientras que los nuevos representantes electos aún no saben cuándo asumirán los cargos que por ley y por elecciones democráticas les corresponde, como ocurre también en el representante en Servicios Sociales que hace años espera que lo incorporen al directorio. Nuestro ministro también es responsable, o quizás también de quién lo mantuvo en el cargo.
Estos breves comentarios a los que se podrían agregar seguramente varios más seguramente servirán para responder a la pregunta del título, más allá de que la palpable verdad implacablemente nos recuerda que tampoco esta gestión ha logrado ningún verdadero avance en la lucha contra la inseguridad que implica por añadidura el incremento del descreimiento que la sociedad toda tiene en la fuerza.
Granados, además de su exposición mediática y su estampa bonachona, finaliza una gestión en la que poco de positivo deja a la institución policial de la provincia de Buenos Aires, se irá con más pena que gloria muy posiblemente premiado por lo que no ha hecho y quiera Dios que de una vez por todas quién acceda por el resultado de los próximos comicios a la gobernación de nuestra provincia designe al fin a cargo del Ministerio de Seguridad a una persona comprometida no solo en el mantenimiento de una imagen política, sino a un verdadero organizador que al menos inicie el ordenamiento administrativo y la formación verdaderamente profesional de nuestra fuerza para, a partir de allí, formar los lineamientos para la mejor prestación del servicio de seguridad que la sociedad reclama.
Miguel Ángel Reynoso
Secretario General – APROPOBA